Si usted por cualquier razón es asesinado en cualquier calle de nuestro país, y si usted no es una personalidad mediática o importante (como dice Santos), entonces su caso probablemente quedará impune. No lo digo yo, sino las cifras oficiales del Ministerio de Justicia: alrededor de 95% de los homicidios en Colombia quedan en impunidad. Cabe destacar que el 90% de estos delitos no provienen de los actos terroristas de las guerrillas; la gran mayoría de las muertes se generan al interior mismo de la sociedad.

De esta manera, ¿cómo pretendemos buscar el resarcimiento de las víctimas de las Farc y el ELN, si nuestro sistema judicial ordinario no funciona? ¿Cómo lograr la paz a través de la Justicia si esta no opera en los casos cotidianos?

En estos últimos meses, los colombianos pudieron darse cuenta que las instituciones judiciales de este país no sirven (si es que no se habían dado cuenta antes). El lío jurídico en torno a la destitución o no del alcalde Petro, la aparente impunidad del simbólico juicio Colmenares y ahora la judicialización de la campaña política hicieron que se subrayaran socialmente las fallas del sistema judicial: ineficiencia, incongruencia, parcialidad ideológica y corrupción.

Por esas razones es que en el pasado se prefirió muchas veces, y de manera quizás simplista, extraditar a los grandes criminales de este país, en detrimento a veces de la verdad, pero en contra de la probable realidad interna de impunidad total. Esto es lo que sucedió durante la desmovilización de los jefes paramilitares, más allá de su falta de cooperación con la Ley de Justicia y Paz. Mañana, si existe acuerdo con las guerrillas, tendremos nuevamente el mismo dilema.

Por tanto, como premisa de la paz, todos sabemos que es inaplazable reformar la Justicia. Una manera de hacerlo es votar en las elecciones del próximo domingo por el candidato presidencial que tenga la mayor capacidad de hacerlo en aras de conseguir la verdadera paz.

En mi opinión, el candidato Santos ya demostró su incapacidad. En el 2012, intentó reformar la Justicia y falló rotundamente, aun con el control de la gran mayoría del Congreso. La reforma que propuso y tramitó por medio de su Unidad Nacional, salió del Parlamento con unos orangutanes de corruptela jamás vistos. Debido a esto y al escándalo mediático creado, Santos no se atrevió a promulgarla (una incógnita jurídica más) y eludió responsabilidad con la típica excusa de su estirpe: “todo fue a mis espaldas”. Con este episodio demostró su falta de talante e ineptitud en poder transformar las instituciones del país y lograr una paz sin impunidad.

@QuinteroOlmos