Cuando “Abrakadáver” forme parte del libro antológico del III Premio Nacional de Cuento La Cueva será el primero publicado por Luis Felipe Núñez.

Increíble, esa primera publicación de Luis Felipe (21 años) habrá obtenido el primer lugar y 20 millones de pesos (menos impuestos) porque ese cuento suyo ha resultado el mejor entre 800, a juicio de jurados tan idóneos como Rafael Baena, Julio Paredes y Miguel Iriarte.

Luis Felipe sonó emocionado cuando lo llamé para anunciarle el premio obtenido. No se lo podía creer. “¡Mentira, no puede ser!”, me dijo, y yo le riposté: “Así es, y yo soy un amigo que se está haciendo pasar por el director de La Cueva”. Y es que, de verdad, lo de Luis Felipe es increíble. Casi todos los concursos de cuento son ganados por textos inéditos. Lo improbable, y por lo tanto increíble en este caso, es que el cuentista mismo sea inédito.

“No tengo ninguna publicación. Por timidez nunca había participado en un concurso”, nos escribió Luis Felipe en el texto adjunto al del cuento enviado. Alguien que escribe eso no está en plan de ganarse nada. Él mismo fue uno de los sorprendidos.

De otro lado, hacemos nuestra la reflexión de Miguel Iriarte sobre el efecto feliz de este premio en el ánimo de los concursantes más jóvenes o neófitos: “El triunfo de Luis Felipe demuestra que es posible ganar sin tener una larga hoja de vida ni un impresionante palmarés”.

Luis Felipe nació en Valledupar, pero ha vivido en Bogotá, Barranquilla, Chiquinquirá y Montería. ¿De dónde es Luis Felipe?, pregunto a los tercos que insisten en dividir su mundo entre costeños y cachacos. Quizás es geográfica y emocionalmente más variado en su colombianidad que otros. Tiene afuera o dentro de sí, diríamos, el universo abierto, explícito de la Costa, pero también la introspección con la que caracterizamos a las gentes del interior del país. Esta sería una manera muy fácil de entendernos, pero un ser humano es, en cada caso, muy complejo. ¿Han oído hablar de las tristezas y melancolías propias de los seres del Caribe? Es posible que la poesía narrativa de Luis Felipe también venga de esa condición.

Aparte, siempre hemos creído que las obras se defienden solas y que el resultado de un concurso de literatura no depende de los organizadores sino de las calidades de los textos y del buen criterio del jurado. Sin embargo, aceptando el juego de la obviedad, uno de los jurados es de Bogotá, otro, de Sincelejo, pero creció en Barranquilla y ha vivido mucho en Bogotá; y el otro nació en Sincé, pero ha vivido mucho en Barranquilla.

Así que dos jurados costeños y un bogotano eligieron tres cuentos que no solo son de costeños, sino del Magdalena Grande: Luis Felipe es de Valledupar, Carlos Barrios, de Fundación, y Ricardo Carpio es de Gamarra, Cesar. Son costeños, pero de un mapita más pequeño.

¿Qué significa esto? Pues nada, que un jurado de Bogotá, otro de Sincé y otro de Sincelejo eligieron el cuento de un escritor de Valledupar, otro de Fundación y un tercero de Gamarra. ¿Qué más significa? Que Colombia es un país variado y muy grande quizá. Nada más.