En política, actuar en el momento preciso es tan o más importante como lo que se dice. Por eso el procurador se jugó la destitución del alcalde de Bogotá la semana pasada: pensó que con la entrada de la Navidad, la suerte de Petro pasaría pronto al olvido. En enero, el tema sería un refrito. Pero todo indica que sus cálculos políticos no sucederán.

En este momento lo único claro es que no hay nada claro en el panorama político nacional. De hecho, cada vez se entenebrece más pues, con su jugada política, Ordóñez movió todas las piezas del ajedrez, no solo las de Bogotá. Para comenzar, falta ver de qué manera se radicaliza –aún más– lo que ocurre en La Habana. Finalmente, es la izquierda la que pierde el poder, y siendo el proceso de paz la bandera de Santos, esta destitución puede costarle grandes dividendos.

¿Se nos viene un pulso entre clases sociales? Petro ha logrado unir a la izquierda, algo que hace una semana era casi imposible. En política hay que saber mirar los símbolos, y no es gratuito que en su discurso del lunes se haya mostrado con líderes de la izquierda como Aída Abella y Antonio Navarro, quien un par de días atrás había declinado su candidatura presidencial. ¿Sabían lo que se venía y se reservaron este nombre?

En todo caso, como se dijo atrás, lo sucedido realineará las fuerzas. Otra de ellas, a no dudarlo, es la del mismo procurador. Si bien es cierto que muchos que ayer lo criticaban hoy se alinean de su lado por aquello de que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, ahora son más quienes reconocen que Ordóñez cada día acumula demasiado poder, juzgando más con su moral religiosa y sus intereses políticos antes que con la ley, y generando más miedo que respeto.

‘Hybris’, decían los griegos de un mortal que se creía cercano a los dioses. Esa desmesura se le está desbocando al procurador y por eso esta semana recibió tirrias y centellas. Santos le mandó su sablazo por pretender meter mano en la CPI, y también lo hicieron –por lo de Petro- el fiscal, la exfiscal y hasta la opinión pública.

Aunque es claro que Petro congrega más que el pacato y fanático procurador, y más allá de quién tenga la razón, el procurador y Petro se parecen más de lo que se diferencian. Ambos son gallos de pelea y arrastran con sus amores y odios al país; ambos son igual de narcisos, se creen mesiánicos y adoran el protagonismo. Ambos incluso se necesitan mutuamente, el uno para mostrar su poder como inquisidor y el otro para levantarse como víctima.

Es el momento cuando más se evidencia la ausencia de un verdadero líder en la presidencia: Santos intenta pasar de agache mirando los toros desde la barrera, sin saber cuál de los dos será el ganador para decidirse a darle su apoyo. Quienes ayer pensaban darle su voto, ¿están seguros hoy de querer seguir teniendo un presidente timorato y dudoso?

En todo caso, no hay claridad y, antes que la ley y las instituciones, solo importa quién logra polarizar más al ciudadano común. Por eso urge pensar con cabeza fría antes de que a Colombia se la sigan llevando los fanatismos.

@sanchezbaute