Nadie con un grado de sensatez puede ser enemigo de la paz. Otra cosa es que a unas conversaciones que se iniciaron “con el fin de terminar el conflicto” se les quiera asimilar a la paz y eso no es cierto. No es válido que a quienes hacemos reparos al proceso porque no lo vemos conducente se nos declare enemigos de la paz, cuando no buitres, según la jerga adoptada por el presidente a raíz de las encuestas que cada vez marcan un mayor grado de desconfianza hacia el proceso y una caída acentuada de la aceptación de Santos.
Desafortunadamente, se montó en el estribo de la paz para lograr su reelección y de ahí la trapisonda del referendo para la paz. Lo que sucedió la semana anterior es inaudito y desconcertante, después de dos años de acercamientos y uno de negociación lograron sacar un punto de la agenda de discusión, el relativo al aspecto político que contiene temas oscuros: las Circunscripciones Transitorias de Paz, la participación en los Consejos Territoriales de Planeación y las Zonas de Reserva Campesina, ZRC, que en adelante serían células político-administrativas, difícilmente digeribles hasta tanto no se aclare su real alcance. Al respecto, J.M. Vivanco, director de Human Rights Watch –HRW– censuró lo que llamó: “una actitud casi suplicante del presidente Santos para con las Farc”.
El Gobierno festejó como logrado el mayor de los éxitos, echó las campanas al vuelo, tiró voladores en un alarde de floritura digno de mejor causa. Ignoró que la premisa básica de las conversaciones de La Habana es que: “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, entonces no se justifica ese aspaviento, es como degustar el postre antes del plato principal, más aún cuando no se sabe cuántas clases de sapos incluirá el estofado. Hay que ser serios.
Discutir temas de representación política sin definir previamente cómo se va a manejar el tema de justicia y reparación de las víctimas es, por lo menos, apresurado. La pretensión de la guerrilla de saltar del catamarán habanero al congreso sin purgar un día de cárcel es iluso. Más cuando ya hay una notificación de la fiscal de la Corte Penal Internacional, CPI, Fatou Bensouda, a la Corte Constitucional, en la discusión de la Ley de Justicia y Paz: “Eximir de la pena de prisión a los principales responsables de los peores crímenes resulta inaceptable tanto como que esos responsables pueden ser luego elegidos al Congreso”. La fiscal anota además que, si eso llegase a ocurrir, la CPI podría intervenir.
No terminaban de sonar los voladores cuando el mismo Gobierno denunció un plan de la ‘Teófilo Forero’, la columna estrella de las Farc, para asesinar al expresidente Uribe y al fiscal general de la Nación. Ya esa misma agrupación había hecho abortar el proceso del Caguán con el secuestro del avión de J.E. Gechen y fue la autora del atentado contra el Club El Nogal, cuyo dolor no hemos superado. Sobre esto, los negociadores farianos en La Habana no dijeron nada, y el que calla otorga, dice la máxima popular. Entonces, ¿de cuál paz estamos hablando?
El festejo anticipado, con resonancia internacional, se le va a convertir en un búmeran a Santos llevando en picada su imagen y posibilidades electorales dada la fragilidad del proceso, que no se debe a sus críticos sino a la falta de sentido común de sus actores.
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