Tiroteo en Washington: trece muertos. Muertos y más muertos. Son los malos vientos de la actualidad. Desde la ONU, su secretario confirma “inequívocamente” que en Siria se usaron armas químicas y se emplearon cohetes para diseminar gas sarín, un agente nervioso que arranca la vida a punta de temblores. Ban Ki Moon, con rostro adolorido, dice que “se han cometido crímenes de guerra”, y casi al unísono, el acuerdo entre Rusia y Estados Unidos, el logro para la destrucción de armas químicas en Siria. Un respiro a tanta zozobra.

Ahora le toca a los políticos ir tramando los acuerdos y mover entre el guante blanco de las palabras y, la no tan blanca amenaza de la fuerza, para acabar de persuadir a Siria.

Yo sería más feliz si pudiera dedicarme más libremente a la crítica literaria, ensayos evanescentes, pero la prensa de cada día y las tertulias responsables nos obligan a volver la atención a la cruda realidad.

Lo que hace más preocupante la situación es la falta de confianza, el hecho de que los analistas de la socio-política se limiten a contradecir sus opiniones de ayer con las opiniones de hoy.

A Miguel de Unamuno le encantaba la palabra zozobra. Que es el movimiento del barco que se hunde en el mar y reflota en las olas tratando de emerger buscando la superficie. Es una metáfora exacta que dibuja la angustia sub-supra del barco que lucha por reflotar. Como a veces nos pasa a nosotros, los navegantes de la vida. A los navegantes se les deseaba lo mejor cuando salían de puerto: “buen viento y buena mar”. En esta riesgosa singladura, todos, alguna vez en la vida, necesitamos que nos deseen buen viento y buena mar.

Por Jesús Sáez de Ibarra