Elegida ya la nueva Junta Directiva de la Cámara de Comercio de Barranquilla, esperamos que hayan vuelto la calma y la normalidad institucional requeridas. A los elegidos y a los que no lo fueron, así como a todos los empresarios de su jurisdicción, la invitación es a honrar la memoria de Gastón Abello Chagín, ese gran barranquillero que entregó toda su capacidad y vida a engrandecer a la Cámara de su ciudad amada y a todas las del país desde Confecámaras, entidad que inspiró, creó y dirigió con eficiencia total y lujo de competencia.

Todo lo que ha ocurrido no se puede soslayar y mucho menos circunscribir a esa Cámara. Ello toca a todo el sistema de Cámaras, el daño a la imagen de las Cámaras ha sido un duro golpe a la credibilidad en ellas, por eso, lo pertinente ahora es entender qué son esas entidades, qué hacen y cómo se manejan.

Las Cámaras de Comercio son generalmente asociaciones privadas para hacer competitivas a sus ciudades. Las de Colombia son un híbrido no fácil de entender. Son entidades privadas creadas por Ley, cumplen funciones públicas, manejan recursos privados y públicos, promueven el desarrollo, y sus juntas directivas están integradas por dos terceras partes elegidas por empresarios registrados y la otra tercera parte nombrada por el Gobierno Nacional.

Por falta de una clara reglamentación, los elegidos hoy pueden ser todos, o su mayoría, grandes, medianos o pequeños y de un solo sector, lo cual no es sano. Lo ideal es que se elijan por renglones balanceados (principal y suplente) con empresarios grandes, medianos y pequeños (ojo a la diferencia entre “o” e “y”) de varios sectores, preferiblemente los más representativos en su región, incluidos de municipios diferentes a la sede. Otro tema a reglamentar es el de los inscritos y los afiliados, y las juntas directivas deben manejar clasificaciones de empresarios con claridad y transparencia. El tema de los recursos públicos que manejan las Cámaras de Comercio también ha sido causa de problemas.

El Gobierno, a quien le corresponde, está en mora y debe adelantar una reforma a fondo del sistema de elección de sus juntas directivas. Somos testigos de que Confecámaras ha venido desde hace varias décadas pidiéndolo.

Respetando el fuero del Gobierno Nacional de nombrar discrecionalmente a sus representantes en las juntas, este debe recurrir a personas representativas de esas comunidades incluidos de los municipios diferentes a la sede, escogidos ellos de la academia, de los gremios de profesionales y de los sectores cultural y social.

Ello evitaría que sucedan casos como los de Barranquilla y como las campañas que hoy se dan en algunas otras Cámaras, que podrían desviarlas de su razón de ser. Recordemos, nuestras Cámaras de Comercio son guardadores de la fe pública del sistema de libre empresa, esto hay que cuidarlo mucho.

Estas entidades, obviamente las grandes, pero especialmente las medianas y las pequeñas esparcidas por toda la geografía del país, además de cumplir con sus funciones públicas, es mucho lo que hacen por sus comarcas y su desarrollo, así como por sus empresarios.

Por Augusto Martínez M.
augustom90@hotmail.com