Aun cuando por estos días los hechos nos tienen a punta de dieta boyacense y otra para micos, o sea, tal como lo dicen las redes sociales: entre Papa y Maduro, hoy me aparto de esas tendencias de actualidad mundial. El caso ocurrido hace 15 días en el Colegio Marymount, que parece olvidado o por lo menos, postergado, nos pone ante la responsabilidad de hacer a un lado la curiosidad y el morbo, para enfrentar una dura realidad social que involucra a todos.
Pretender ahora que el mito que nace con la muerte de Hugo Chávez y la escogencia del sucesor de Benedicto XVI son más importantes que ponerle el pecho lo que está pasando en nuestro cercano entorno, es una hipocresía. Con violación o no, con acceso carnal o no, lo cierto es que el abuso de libertad, drogas y licor en los muchachos es un tema apara abordar y coger por lo cachos, por parte de padres de familia, educadores y entes estatales. Habemus rollos y poseemos problemas aquí en la punta de nuestras narices y no queremos darnos cuenta. Entrar en la zona cómoda de endosar la formación de los hijos a las nanas, la complaciente abuela que crea un monstruo prepotente e irrespetuoso, el plantel ‘estrato 26 más IVA’, o a la pareja manisuelta que aparece como una tabla de salvación, pareciera ser la forma más fácil para no enfrentar la compleja pluralidad de ser padres y generadores de ingreso, tener falta de tiempo por la diaria competencia, buscar un status social de alto target y una cuenta bancaria con varios ceros.
No es fácil, porque el tiempo ha cambiado y las estructuras familiares y sociales también. De forma que resulta ‘mono-cuco’ soltarse los fines de semana de la carga de permanente vigilancia y cuidado con los hijos (que no acaba con la mayoría de edad, porque hijo grande, es responsabilidad igual). Se le deja entonces a la fiesta playera con la última moda de las mejores marcas, la discoteca del momento, el viaje del ‘puente’ a Cartagena o Santa Marta, con los riesgos que implican: alcohol, velocidad, drogas, libertinaje, sueltos de madrina y actividades extremas. Deben entender que cada acto tiene consecuencia y no aparecer después –cual Chapulín Colorado– protectores y cómplices a solucionarles todos los problemas. Celebrar y facilitar borracheras, actitudes machistas y promiscuidad sexual es una gran equivocación.
El tema de Rubén Blades “Amor y Control” viene como anillo al dedo, para el episodio protagonizado por 5 muchachos a punto de graduarse de bachilleres: 4 varones, que por muy ‘alborotada’ que fuera la compañerita han debido ajustarla, ponerla en su lugar, evadirla y esa chica, con mal manejo de licor (no hay cosa más detestable y horrible que una mujer borracha) que si bien no se lo buscó, se expuso no solo a violación, sino a muchas otras malas horas
El colegio, sin ser responsable, está empañado, ocupa titulares y redes sociales, mientras que en esas casas, supongo que esté imperando el ‘elsi’: El si yo no diera malas pautas con parrandas eternas, le entregara más afecto, no hubiera tenido que huir de aquí, no sería madre prematura, que tiene una disfunción mental y no me di cuenta a tiempo, no les entregara tarjeta de crédito, carro y puertas abiertas para todo.
¡Qué bueno serían –y valga la redundancia- los buenos ejemplos, el garrote y la zanahoria para evitar después tener que estar buscando abogado, escondiendo nombres y apellidos que todos conocen, empezar a buscar colegio donde graduarse, irse del país. En El Vaticano empieza el Cónclave, pero aquí ya ¡habemus rollos!
Por Mábel Morales Polo
claroclarito11@gmail.com
@mabelmpclarito