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El ex ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas entró oficialmente en la carrera por llegar a la Casa de Nariño en 2026. El reconocido economista, un férreo opositor de las iniciativas del gobierno de Gustavo Petro, considera que el país está urgido de nuevos liderazgos políticos en la actualidad que permitan acabar con la polarización creciente.

Le escuché hace algunas semanas que Colombia necesita nuevos liderazgos, ¿cree que usted es una de esas personas que puede alzar la mano para llegar a la Casa de Nariño en 2026?

Sí, yo estoy jugado por eso. Creo que el país necesita una mezcla entre experiencia, recorrido, capacidad de resolver problemas complejos, de tomar decisiones difíciles, pero también una persona que ponga a soñar a Colombia. El país está en una situación muy mala. El país ha sido mal gobernado. Este gobierno llegó con una promesa de cambio, ha generado muchas frustraciones, no se han dado los cambios, no se han resuelto los problemas de la gente.

¿Cuál fue la “gota que rebosó el vaso”, de manera coloquial, que le hizo plantearse la idea de dejar la academia y meterse en el mundo político?

Colombia perdió un poco el rumbo y, en mi opinión, sobre el gobierno de Gustavo Petro, fue una oportunidad perdida. Fue una oportunidad perdida porque Gustavo Petro hubiera podido hacer unas reformas, unas transformaciones, si hubiera sabido tender puentes, llegar a acuerdos. Si se hubiera dado cuenta de que gobernar no es imponer y que el trabajo de un presidente es escuchar, más que imponer. El presidente no sabe escuchar. Ese para mí es su gran defecto. Él solo habla y corre el riesgo de hablar demasiado, de entrar un poco en la categoría de los charlatanes, de las personas que están todo el día hablando sin realmente sentarse a oír y a tratar de encontrar cuáles son esos puntos donde las personas se pueden poner de acuerdo.

Todos los expertos dicen que la economía va de mal en peor. Escuchaba al ex director de la Dian Luis Carlos Reyes decir que seguramente el próximo gobierno tendrá una situación mucho más compleja que este. ¿Cuál es su análisis?

Aunque hoy no lo sentimos porque no está todavía en la superficie, no es algo visible, se está cocinando la peor crisis fiscal de nuestra historia. Estamos con un nivel de déficit fiscal que nunca antes habíamos tenido. El exceso de gasto del gobierno sobre sus ingresos se sale de toda proporción; ni siquiera durante la pandemia habíamos tenido tanto exceso de gasto frente a nuestros ingresos. No hay ninguna buena razón para tener una situación fiscal tan mala como la que tiene este gobierno. No hay una crisis, no hay una caída del petróleo, no hay nada que lo justifique. Es una situación fiscal inducida por un gobierno que claramente quiere ganar favorabilidad política a punta de gasto público. Y buena parte de ese gasto público se está yendo en contratos de prestación de servicios, las famosas OPS, órdenes de prestación de servicio. Eso es lo que yo he llamado el empleo militante, que es contratar personas para que esas personas voten a favor del Gobierno, respalden políticamente al Gobierno.

El Gobierno anunció unas cifras de recaudos tributarios que muchos expertos dijeron que no se iban a cumplir y que estaban fuera de la realidad...

El Gobierno se equivocó en sus pronósticos de ingresos el año pasado, pero contrario a lo que haría cualquier familia o empresario cuando se da cuenta de que los ingresos no van a llegar, debió haber recortado gastos y no lo hizo. Por eso apareció ese gigantesco faltante el año pasado. Es un déficit similar al que tuvimos en 2020, lo cual es inexplicable, injustificable. Este año vuelve a pasar lo mismo. Los ingresos están sobreestimados y habrá otro enorme déficit fiscal.

¿Cree que le falta método al Gobierno para llevar a buen puerto sus reformas sociales?

Sí. El proceso de reformas es un proceso de deliberación, es un proceso de de discusión. No es un proceso de imposición. Entonces, este gobierno quiso adoptar un modelo en el caso de la salud, e insistió en ese modelo de que tenía que estatizar la salud. El país no quiere la salud estatizada, el país quiere una salud donde el sector privado juegue un papel, pero el Gobierno, llevado por una ideología muy, muy estatizadora, no quiso negociar, estatizó también el sector de las pensiones, o sea que quitó mucho espacio al sector privado en las pensiones, no cree en el modelo de participación privada en infraestructura. Entonces, esa visión ideológica de que el Estado es el único que puede resolver unos problemas complejos es una visión equivocada.

¿Qué piensa de los llamados a huelgas indefinidas?

El país ha parado. El país está hoy parado en el caso de la salud, parado en el caso de la infraestructura, parado en el caso de la vivienda, la salud está parada. La fuerza pública está parada. Y al país no le conviene eso, el país necesita avanzar, el país necesita progresar.

¿El presidente desprecia a los técnicos?

A cualquier persona que le critique alguna de sus iniciativas, lo descalifica y la palabra que utiliza más frecuentemente para descalificar a cualquier persona es neoliberal. Incluso, si hay personas que él mismo reclutó, que él mismo tuvo en su gabinete, que en un principio los elogió como personas que era muy importante gobernar con ellos, cuando discreparon de él los llamo neoliberales. Personas que uno sabe que no son neoliberales. Que son formadas pues en otras tradiciones, socialdemócratas, centro-izquierda, como quiera llamarlo. Entonces, es una persona que en vez de tratar de sumar y de recoger y de buscar, digamos, poder tener unas propuestas sólidas, coherentes, robustas, se guía por su instinto, y si no corresponde a su instinto, lo rechaza.

¿Qué le ha dicho su familia sobre su aspiración presidencial?

Les gusta, saben que ha sido un sueño, saben que es una necesidad mía porque no estoy tranquilo si no estoy en el servicio público, no estoy contento, no estoy realizado, es lo que más me motiva. Y en este momento, en particular de nuestra historia, es lo que hay que hacer, es lo responsable.

¿Lo apoya algún expresidente o lo han llamado?

No, no. Y creo que mejor así, porque no quisiera ser el presidente con deudas con expresidentes. Pienso que es muy malo para Colombia que los presidentes tengan jefe.