
Esta frase la hemos expresado en muchos momentos probablemente más como un cliché que con la profunda conciencia de lo que significa vivirla en la práctica. La realidad de la pandemia derivada de la Covid-19, así como los fenómenos naturales que en la actualidad se presentan, ponen de manifiesto la imposibilidad de pararlos por voluntad directa del hombre.
Los psicólogos estudiosos del comportamiento de los humanos, hemos podido observar los matices en las reacciones y conductas de las personas desde que se declaró la pandemia y con ella la cuarentena como medida de prevención. La ignorancia ante el virus, el escepticismo ante lo desconocido, la incertidumbre frente al futuro, el desconcierto generalizado nacional e internacionalmente como sello distintivo.
La salud mental de los humanos para los colombianos y para los ciudadanos en el mundo se constituye quizás en el reto más importante hoy, todos directa e indirectamente y en diferente intensidad hemos sentido el impacto en nuestras emociones, conducta, en nuestro cuerpo. Las familias y la sociedad en general están permeadas con consecuencias para algunos mayores que otros. El solo hecho del aislamiento preventivo obligatorio puso a tambalear el equilibrio emocional y actuó como un detonante desencadenando procesos que han cambiado favorable o desfavorablemente al individuo, familia y sociedad.
Vivir un día a la vez, es sin duda el catalizador más importante en el mantenimiento de la salud mental, implica dejar fluir algunos eventos o situaciones sin darles el color y la relevancia que maximiza el hecho y genera el conflicto. Nunca antes como colectividad y al unísono habíamos tenido la oportunidad de poner a prueba nuestro equilibrio emocional y ecuanimidad, nuestra capacidad de respuesta pensada y constructiva, nuestro encuentro íntimo y personal con nuestros sentimientos más profundos.
Vivir un día a la vez, afina nuestra capacidad de priorizar, ordenar pensamientos, sentimientos y propósitos. Y en ese sentido, estar más seguros y confiados de lo que hacemos y que no sería igual si actuamos guiados por el riesgo de la precipitación.
Vivir un día a la vez favorece la esperanza, ayuda a la resolución de los duelos por la muerte de los seres queridos, por el trabajo perdido, el ajuste de la canasta familiar, los compromisos incumplidos y nos obliga a levantar nuestra mirada al cielo o a cerrar nuestros ojos y mirar al corazón y tomar las mejores decisiones.
Vivir un día a la vez decanta e intensifica el sabor del hogar, la escucha sonora de la risa de los hijos, la melodía de la brisa, el trinar de las aves. Vivir un día a la vez fomenta los autos de los seres humanos: autoconcepto, el autocontrol, autodeterminación y autoestima; somos seres armónicos y en la medida que generemos espacios de serenidad y gozo podemos leer mejor nuestros pensamientos, sentimientos y deseos.
Vivir un día a la vez estimula la gratitud, evita en gran medida o disminuye el miedo; fomenta la capacidad de espera y fortalece el carácter. Vivir un día a la vez contribuye significativamente a la salud física, mental y espiritual.
Quiero dejarle amigo lector, el versículo en la biblia que he llamado el versículo de los psicólogos para nuestros consultantes y está en filipenses 4:6-7 “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”.
Trudis Ibarra
dgcapacita@gmail.com
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