Hace algunos días, en alguno de mis escritos me referí a los relojes de pulso, como algo inútil e innecesario en el momento actual, cuando, mediante la tecnología a la que se ha llegado, desde 1973 tenemos a nuestro alcance, los celulares, o móviles actualmente usados por mayoría de las personas en cualquier lugar donde se encuentren y mediante los cuales, se puede, no solo comunicarse sino conocer la hora precisa.
En este momento, veo que me equivoqué en mi apreciación. Posiblemente los fabricantes de relojes, también pensaron en una posible desactualización de este aparato por muchos años, orgullosamente usado por tantas personas. Por esto, tal vez, se pensó en la forma de evitarla. Hace unos días supe que en China estaban fabricando unos nuevos relojes de pulso, con usos muy diferentes al de simplemente dar a conocer la hora; algo que de todos modos, sigue apareciendo pero con números y sin necesidad de las manecillas; fuera de esto, también informan, sobre las calorías de quien lo usa, sobre su dirección domiciliaria y la temperatura ambiental etc. Se espera también mediante ellos, acceder a internet y poder enviar y recibir mensajes.
Con lo anterior no les estoy haciendo propaganda a estos relojes, porque no tienen nada que ver con mi profesión y además, no la necesitan. Sencillamente estoy contando algo que me da la razón en lo que he venido pensando últimamente: Es muy difícil juzgar de lo que está bien y lo que esta mal. Siempre es posible detectar algo mejor; lo mismo que puede suceder, cuando detectamos algún error o cuando descubrimos inconvenientes en descubrimientos que en algún momento nos parecieron maravillosos, por ejemplo el del asbesto, usado en la fabricación de muchos artefactos y en al cual, actualmente, han encontrado el origen de una especie de cáncer.
Carlos A. Hernández García
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