Compartir:

Normalmente en el hombre, las nuevas situaciones y el pensar en ellas, debe conducirlo, no solo a la meditación sino a la acción. Pienso, en estos momentos de encierro forzado, que una de las formas de ocupar este tiempo, es meditar y escribir. La meditación es algo que debe surgir en forma natural, cuando somos testigos de los diferentes cambios que ocurren en el universo, producidos por Dios o por el mismo hombre. Nada me impide pensar que los mismos animales tienen una imaginación que los lleva a manifestar, en alguna forma, su asombro ante los mismos. Las aves, por ejemplo, actualmente, extrañan la ausencia de navíos en nuestros mares o de bañistas en sus playas. Es esto lo que concluí después de presenciar en algún programa televisivo una playa del Perú invadida por las aves. Algo que luego me lo confirmo un correo que recibí de un amigo desde las Canarias: un escrito de Juan Gossain donde nos cuenta algo que leyó en el Universal de Cartagena, “Volvieron los delfines” y algo más, una comunicación que recibió desde Villavicencio, Volvieron los pájaros al llano. Normalmente en el hombre, las nuevas situaciones y el pensar en ellas, debe conducirlo, no solo a la meditación sino a la acción. Pienso, en estos momentos de encierro forzado, que una de las formas de ocupar este tiempo, es meditar y escribir. Para muchos, podría ser la oportunidad de escribir algún libro.

Personalmente quisiera haberle colocado a este escrito el titulo PANDEMIA UNIVERSAL, pero veo que estaría cometiendo un pleonasmo ya que etimológicamente pandemia es equivalente a epidemia universal; algo que nos debe recordar un acontecimiento ocurrido en los primeros días de la humanidad: el diluvio universal. Sabemos según la biblia, que este fue un castigo de Dios, que él mismo prometió no repetir, el día que puso su arco en el cielo; pero no hay duda de que Dios, tiene otras formas de hacernos entender que nos estamos apartando del camino señalado, el día que nos creó. Una pregunta que se impone: ¿Será el COVID-19, un castigo divino, como el diluvio? Pero, ¿cuál de las corrupciones actuales, merece este castigo? Sin duda, tiene que ser alguna relacionada con el incumplimiento de los dos únicos mandamientos de Cristo: Mateo 22: 37-39, mandamientos que podrían ser los únicos de cualquier religión: Amaras al señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo. La pregunta entonces debe ser respondida por cada uno de nosotros. ¿En qué forma los hemos quebrantado? De todos modos, esta debe ser la oportunidad de un nuevo comienzo, que nos debe conducir al verdadero progreso. Estoy de acuerdo con Piaget que todos estamos expuestos al error, pero que, de éste, debe resultar algo mejor.

carlos_alberti@hotmail.com