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Parece ser que la inmediatez en la comunicación de hoy en día y una mayor preferencia por las redes sociales, conlleva, generalmente, a relaciones superficiales y ligeras, lo que hace menos interesante construir verdaderos vínculos de una amistad duradera y sólida, porque se le resta importancia a un trato más personalizado y asiduo, donde prevalezca el reconocimiento de valores como la lealtad, la solidaridad, la comprensión, la sinceridad, la confianza, la generosidad, la gratitud y un afecto recíproco que cultive y madure a lo largo del tiempo una entrañable y espontánea relación.

La amistad verdadera no solamente surge con quienes tenemos más afinidades en cuanto a gustos e intereses, o con quienes tenemos más parecido, sino que puede surgir entre personas muy distintas. De hecho, a veces, ese es un factor que fortalece la amistad, pues una buena amistad complementa y enriquece a la persona, no solo en el intercambio de ideas, información y sentimientos, sino también en el hecho de compartir los buenos y malos momentos de la vida.

La buena amistad siempre es positiva y desinteresada en su pureza personal y no caben los valores negativos como la traición, la desconfianza, el egoísmo, la incomprensión, el mal concepto, ni las malas intenciones. Porque la amistad verdadera llega en el momento más indicado, pero tampoco se aleja en el momento menos apropiado.

No hay que esperar un día señalado en el calendario, para expresar sentidamente lo que literalmente no demostramos en la cotidianidad de nuestras acciones, sino que son todos los días en que debemos evidenciar con hechos de solidaridad y apoyo nuestra presencia física o moral que fortalezcan ese sentimiento de una verdadera amistad.

Roque Filomena