Muchas personas ostentan signos de sano orgullo cuando logran una meta trazada, cuando un miembro de la familia es admitido en una importante empresa, cuando llega el primer nieto, cuando hay una reconciliación.
Este orgullo es sano. Se contradice con el orgullo soberbio que puede existir entre dos personas que están en pugna, pero ninguno de los dos quiere acceder a perdonar. Perdonar no es cosa fácil, pero con la ayuda de Dios se puede lograr. Cuando hay reconciliación el corazón entona una canción, hay liberación y alegría del deber cumplido. Yo me siento orgullosa de haber ingresado a la Renovación Carismática Católica, donde me dieron una acogida con mucho amor y me enseñaron, entre otras cosas, a orar, y con la oración he podido superar los impases que la vida me ha presentado.
Me siento orgullosa de pertenecer a mi familia, de haber estudiado 13 años consecutivos en el Colegio del Prado, y de todas las compañeras que tuve, de pertenecer a la Legión de María, de haber estudiado Comunicación Social en la Uniautónoma, de escribir esporádicamente en EL HERALDO, y lo más importante es que con mis impedimentos de salud yo me esfuerzo en vender productos comestibles que elaboro.
La decisión de declararse orgulloso, sano o soberbio es personal. Para una vida armónica es necesario trabajar por eliminar de nuestros pensamientos y sentimientos todo recuerdo adverso con la ayuda profesional (terapias de grupo, asistencia especializada y ayuda espiritual).
Nubia Ester Mendoza Martínez