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Luego de la precaria ventaja del ‘No’ en el anterior plebiscito, lo que se requiere para avanzar en los diálogos entre el gobierno y las Farc es brindar, por encima de todo, argumentos sólidos y convincentes por las partes. Debiéndose caracterizar dichos argumentos por ser propositivos en aras de lograr un país distinto, pensando en lo colectivo y por ende pluralista. Un país en el que nos sintamos más orgullosos y tranquilos de vivir. Destinado a reconocer las diferencias, diálogo amplio y visión constructivista. Al hacerse unos replanteamientos a los acuerdos, deben ser en lo posible sustantivos, viables y representativo del país.

Lo argumentativo exige tener flexibilidad cognitiva, puesto que tiene que ver con la posibilidad de poder pensar nuevas maneras de hacer con el otro y de relacionarse con el otro. Se trata de reflexionar sobre ciertos puntos de lo acordado, pasando de los disensos a los consensos, a fin de llegar a un acuerdo más afinado y acorde con la construcción de una sociedad más equitativa, y con ello proponer metas viables de aceptación del cambio de lo nuevamente pactado. Aprendiendo el valor de vivir en una sociedad en paz.

Lo opuesto a lo anterior es vociferar, alegar sin ningún fundamento, acudiendo a prejuicios y miedos que obstaculizan el debate de ideas. Adoptando la postura de tergiversar lo acordado y lo pendiente por renegociar, satanizando a la contraparte, incitando a la exclusión y a la discriminación. Además de pedir que se ventilen los casos por la justicia ordinaria, la que por cierto critican cuando están encartados adeptos, dizque por persecución política, derivándose una doble moral. Bajo esta visión, el autoritarismo pesa más sobre la razón, médula esta esencial de los argumentos. Finalmente, con la opción de esta óptica, se piensa más en egos, metas e interés personal o partidista y, como tal, en representación de una sociedad premoderna, intolerante, clasista y racista.

Edgardo Enrique Salebe Morr