El Heraldo
Dominica Sor María Gertrudis Teresa de Santa Inés ‘El Lirio de Bogotá’, monja retratada tras su muerte. Cortesía
Arte

La religión en el arte colombiano

Luis Caballero, Fernando Botero, Beatriz González, entre otros artistas, han abordado la religión y sus íconos en el arte nacional.

“La religión dominó mi infancia. Religión de imágenes, resueltamente visual. Aprendí con esas imágenes a amar y desear. Todavía me obsesionan y siguen siendo la base de mi pintura. Quisiera poder experimentar frente a las imágenes que produzco ahora el mismo sentimiento de adoración y deseo que me invadía de niño en las iglesias”.

Con estas palabras, citadas por la artista Beatriz González en el catálogo de una exposición retrospectiva de 1991 en Bogotá, Luis Caballero (1943-1995) daba los fundamentos para sumergirse en su universo visual, en el que la exaltación del cuerpo humano colinda con la violencia y la voluptuosidad de la pasión y el sacrificio divinos.

La religión, a la que han servido pintores, arquitectos y múltiples creadores desde la antigüedad clásica, ha propiciado, a lo largo de la historia, un arte tan ambiguo como radical, que exhibe lo que diversos grupos humanos han considerado venerable o digno de ser retratado en su tiempo.  

Las palabras de Caballero hablan de dos devociones, infinitas, que se juntan: la del arte y la de la fe. Ese “sentimiento de adoración y deseo” que lo invadía de niño en las iglesias es el que muchos artistas han explorado, ya sea con ánimo de retratarlo, ya con deseo de cuestionar las consecuencias de un dogma religioso o de ahondar en su iconografía. 

Un tríptico de 1974 de Luis Caballero en óleo, carboncillo y pastel sobre papel. Cortesía.

En Colombia, el santafereño Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos (1638-1711) es considerado uno de los pintores religiosos más relevantes de la época colonial. Pintó santos y motivos bíblicos en cuadros como Muerte de San José (1705), Símbolo de la Trinidad (de 1680, prohibido por la iglesia hasta 1730) o El juicio final (1673), un óleo sobre tela de lino de gran formato (282 x 463 cm), que actualmente reposa en la Iglesia de San Francisco de Bogotá.

El tránsito de una vida terrenal a un encuentro con Dios que llega con la muerte es explorado en los retratos post mortem de las monjas coronadas del virreinato de la Nueva Granada que eran encargados por los mismos conventos de dominicas, concepcionistas o clarisas en los siglos XVII y XIX. Son piezas en su mayoría anónimas, otras firmadas por Victorino García Romero, Manuel Merchán Cano o José Miguel Figueroa, pero también es probable que las mismas religiosas los pintaran. Llama la atención que los cadáveres son representados en su palidez inerte, arrugados, con bozo, algunos con un ojo entreabierto. Lo acompañan, en la misma pintura, palmas y flores de los conventos religiosos y una cartela con las virtudes y pormenores históricos sobre la monja muerta.

‘El juicio final’ (1673), del pintor Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos.

Arte contemporáneo

En el siglo XX, lo religioso en el arte se vuelve, en artistas colombianos y del mundo, fuente de cuestionamiento, reinterpretación o estudio. Artistas nacidas en 1920 como Cecilia Porras, abordan en sus inicios las imágenes conocidas del arte religioso. Como explica la historiadora y crítica de arte Isabel Cristina Ramírez, en esos años “no existía una escuela de arte, y lo que se usaba era copiar estos cuadros de la tradición, que eran muy del gusto de las élites locales”.

Los primeros cuadros de Porras reproducen, además de bodegones y paisajes —y como parte de un aprendizaje autodidacta—, obras como La Inmaculada Concepción (1662), de Bartolomé Murillo. “Hay artistas del período moderno que se interesaron mucho por tomar referentes del arte clásico y hacer algunas reinterpretaciones y relecturas”, añade Ramírez, y menciona a Enrique Grau, David Manzur, Fernando Botero, Beatriz González, María Eugenia Trujillo, entre otros.

'Magdalena al pie de la cruz', de Enrique Grau. Litografía sobre papel. 50 x 30 cm

De Grau, también nacido en 1920, es destacable su serie en tintas y carboncillos sobre Tobías y el Ángel, ya representado en el Renacimiento italiano por Andrea del Verrocchio. El pintor colombiano vuelve a los episodios de dicha historia del Antiguo Testamento en piezas de los años 50, 70 y 80. Además, cabe mencionar su Magdalena al pie de la cruz, una litografía sobre papel de 1946, hecha en trazos violentos y con un rostro empequeñecido por el dolor.

'Piezas de una transverberación' (1986), una de las múltiples obras sobre el éxtasis de Santa Teresa que abordó David Manzur.

David Manzur (1929) ha desplegado en su obra un santoral con san sebastianes y san jorges llevados a diversos escenarios, como a Auschwitz, y en distintos estados de su martirio. La transverberación de Santa Teresa, inspirada, como señala el crítico de arte Eduardo Serrano, en la escultura de Bernini, cuya reproducción el pintor vio en un internado de su infancia, es otra pieza que habla de su interés por lo religioso. Manzur elabora una distinta en 1977, 1984 1986 y 1995; en cada una la Santa es atravesada por una flecha.

De la serie ‘Via Crucis’ (2011) de Fernando Botero.

Fernando Botero, nacido en 1932, hizo en su considerada obra temprana pinturas como los Obispos muertos (1958), en la que un grupo de sacerdotes (¿dormidos, muertos, masacrados?) forman una montaña donde abundan los púrpuras que remiten tanto a este color eclesiástico como a las livideces de un golpe. También está La Virgen de Fátima (1963), de cabellos rosados. Y, más recientemente, en 2011, una serie dedicada a explorar la pasión de Cristo en Viacrucis, compuesta de 24 óleos y 34 dibujos expuestos por primera vez en Nueva York, escenario de la crucifixión de Jesús en dicha serie.

‘Naturaleza casi muerta’ (1970), de la artista Beatriz González.

Beatriz González ha representado motivos religiosos a la manera de objet trouvé intervenidos, como el caso de Naturaleza casi muerta (1970), que realizó cuando encontró una cama cerca de su casa a la que después encajó un bastidor con un lienzo con el Señor caído de Monserrate, que acababa de pintar. Del mismo período son otros muebles como el de La última mesa, un esmalte sobre lámina metálica en una mesa ídem con la reproducción de La última cena (1495-1498), de Leonardo Da Vinci.

Otros artistas de la actualidad, como explica Isabel Cristina Ramírez, “usan la iconografía religiosa para hacer miradas de temas contemporáneos como la violencia y la guerra en Colombia”. Es el caso de Juan Camilo Uribe con su obra Sagrado Corazón de Jesús (1973), en la que un Cristo aparece rodeado de luces, espejos y flores. O de María Eujenia Trujillo, que en 2014 en Bogotá causó escándalo y fue objeto de censura por su muestra Mujeres ocultas, un conjunto de piezas metálicas, bordados y placas que asociaban la iconografía religiosa con genitales femeninos. También el artista José Alejandro Restrepo, en Religión catódica, ha explorado cómo lo religioso es también lo político de un país.

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