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¡Que toque Rufo!

‘Rufo Garrido, la identidad sonora del Caribe colombiano’. Ayer fue su natalicio 119

A la hora de citar a los máximos exponentes de la música popular costeña con realce en el país en cuanto a dirección, arreglos, composición y ejecución instrumental; los expertos suelen aludir casi que por unanimidad a figuras como Pacho Galán, Lucho Bermúdez o Clímaco Sarmiento.

Sin embargo, otra importante corriente de versados en esta temática musical colombiana, equipara en ese mismo nivel el nombre de Rufo Garrido, quien es poco tenido en cuenta por los llamados académicos al hacer este tipo de menciones.

Aunque finalmente esto poco ha importado para que la producción musical del maestro cartagenero trascienda y lo mantenga vigente en el gusto de la gente; sí es menester, y se está en mora por parte de melómanos e investigadores, hacerle un tributo a su portentosa obra artística.

Así como Pacho Galán marcó un hito con la trompeta, Lucho Bermúdez y Clímaco Sarmiento con el clarinete, Rufino Manuel Garrido Gamarra, su nombre de pila, dejó a ritmo de saxofón una huella propia e indeleble en nuestra música típica.

“De Rufo Garrido se puede decir que representó la transición de la música de bandas a la orquestada. Rescató esa sonoridad de las bandas y la llevó a las orquestas, pues estas fueron las raíces en las que se formó. Esto le da a este artista su importancia en nuestra musica”, asegura sin titubeos el investigador Arnold Tejeda.

“Pacho Galán era creatividad; Lucho Bermúdez, liderazgo, pero ninguno superaba a Rufo en la generación de goce. Su sabor era inigualable”, afirmó en cierta ocasión Crescencio Camacho, a juicio de muchos coleccionistas el más versátil de los vocalistas de nuestro país, y junto a Tony Zúñiga uno de los cantantes estelares del ‘maestro Rufo’, como le decían.

De hecho otro profundo conocedor de nuestros ritmos autóctonos, el periodista Álvaro Ruiz Hernández, llamó a Rufo Garrido “El músico más alegre de Colombia”. Y aunque parezca obviedad calificar de alegre a un músico, y más si hace música de la Costa Caribe, la alusión tiene que ver —además de la riqueza musical de sus temas—-, con el espectáculo que brindaba en sus presentaciones, explica Arnold Tejeda.

“Es que Rufo era lo que podría llamarse ahora un showman, un artista con su propia coreografía: recorría toda la tarima tocando el saxo, bailaba y hacía rondas y ‘trencitos’ con los músicos. Era un fuera de serie, y esto gustaba mucho al público”, agrega Tejeda, que lo vio actuar por muchos años en el célebre Salón Mi Kiosquito, en Barranquilla.

Sobre esta peculiaridad de alborozo desbordante que le imprimía a sus actuaciones, hay un dato acerca de Rufo Garrido que puede resultar inédito. “En su círculo cercano de amigos, en especial entre sus músicos, le llamaban ‘el Sapito’, apodo que poco trascendió al público en general. Era un mote cariñoso por los saltos que solía hacer en tarima ejecutando el saxo, en ese estilo tan extrovertido que lo caracterizó”, señala Julio Llanos Sarmiento, amigo personal de Rufo Garrido, a quien hospedaba en su casa de Baranoa cuando el artista actuaba en esa población atlanticense. “Baranoa fue una de las plazas que más respaldó a Rufo, aquí tocó muchas veces y se le admiró tanto como la gente que llenaba Mi kiosquito en los carnavales", subraya Llanos.

Por todo lo que representa Rufo Garrido en el gusto del público, y con el respaldo que le da casi una vida dedicada al estudio de nuestros ritmos y artistas costeños, Arnold Tejeda sentencia: “Desde lo popular Rufo Garrido es la identidad sonora del Caribe colombiano. La obra de Pacho Galán y Lucho Bermúdez es extraordinaria, revestida de ropaje académico; perola de Rufo Garrido es más espontánea, más pueblo”.

Ayer fue su natalicio

Rufo Garrido nació el 14 de noviembre de 1896 en el barrio El Espinal de Cartagena, hace 119 años. Fue en pleno furor de las fiestas novembrinas, celebración emblemática de la ciudad. Falleció allí mismo a la edad de 84 años, a las 3 de la tarde del 3 de noviembre de 1980, hace 35 años, agobiado por la diabetes.

A mediados de la década de los 30, antes de ingresar de lleno a la música, fue docente de escuela en Sincelejo y Montería. En su juventud desarrolló otra faceta artística, la pintura como acuarelista de paisajes marinos, pero abandonó los pinceles por el saxo tenor.

En estas ciudades sabaneras se formó musicalmente con las bandas pelayeras, y en Montería da el salto a la orquesta Ondas del Sinú, que dirigía el trompetista Jesús Oviedo. Luego esta agrupación se convierte en la Sonora Cordobesa, bajo la dirección de Simón Mendoza. “En Montería incursiona también en la Orquesta Melodía, que dirigía un señor de apellido Tobinson, el cual lo lleva a Cartagena a una grabación. Ahí lo ve el empresario disquero Toño Fuentes, y lo invita a quedarse”, manifiesta Arnold Tejeda. En su ciudad natal Rufo Garrido perfecciona la ejecución del saxo de la mano del maestro Pello Torres.

Este fue el preámbulo para que Fuentes organizara la orquesta de estudio llamada Pedro Laza y sus Pelayeros, en la que Rufo, con su saxo tenor, se erigió como uno de los grandes pilares, y consolida su figura artística.

“Rufo Garrido tenía su propio método con el saxo. Hacía una digitación tal vez lenta, pero de sonidos alargados y profundos que le daban una sabrosura única a la música que interpretaba”, señala Tejeda, y como ejemplo enseña el fandango El Mochilero, compuesto por el mismo Garrido.

“Algunos han pretendido semejar el ritmo del saxo de Rufo Garrido a bases jazzísticas, como para resaltar su calidad artística. Yo no creo eso, él ideó su manera original que no hay necesidad de comparar con ninguna otra para ponderarlo como un gigante”, aporta Didier Ariza, igualmente experto en música costeña.

Un aspecto también importante en la obra de este prolífico músico costeño fue su preocupación constante por el bailador, de que su música gustara y moviera el disfrute de los cuerpos en una sala de baile.

“Él ensayaba mucho y con rigurosidad. Yo fui testigo de esto, y recuerdo que le preguntaba a quienes estuviéramos a su alrededor. ‘¿Usted sí cree que este tema le puede gustar a la gente para bailar?’ Además consultaba mucho con locutores y periodistas sobre los discos que hacía, siempre para mejorar. Con el fandango Que toque Rufo, siempre abría y cerraba sus presentaciones”, rememora Julio Llanos.

Por toda la rítmica musical que nos legó, por su espectáculo en tarima, por su sencillez en lo personal, Rufo Garrido fue un revolucionario de nuestra música al que aún se le adeuda el reconocimiento que tienen muchos músicos de la academia, pese a que, como concluye Arnold Tejeda, “se le escucha más que a aquellos”.

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