'Lo sentimos pero la página que estás intentando buscar no puede ser encontrada' es el aviso que encuentran los usuarios de la versión en español de la página web de la Casa Blanca. Situación sobre la que hasta el momento no ha habido pronunciamiento alguno por funcionarios del Gobierno o por el mismo mandatario estadounidense Donald Trump.
Sin embargo, lo que parece ser su eliminación —que se sumaría a la supresión de la política sobre cambio climático, Cuba o el pacto nuclear con Irán de los temas destacados en la plataforma— ha desatado posiciones entre lingüistas y expertos en asuntos internacionales.
El equipo en la residencia oficial del presidente de los Estados Unidos, que además no contará con ningún hispano para su gabinete, hecho que no se presentaba desde hacía casi 30 años, también ha cerrado la cuenta en español que tenían en las redes sociales Twitter y Facebook. Hasta entonces, tampoco hay un interlocutor de prensa que esté dedicado por entero a los asuntos hispanos, como lo hubo durante los dos mandatos de Barack Obama, que adicionalmente mantuvo un blog en español dirigido a dicha comunidad.
En respuesta a la desaparición de la opción ‘En español’, idioma que ha utilizado Trump solamente para referirse a los inmigrantes, a los que se comprometió a deportar, como bad hombres, Darío Villanueva, director de la Real Academia Española, RAE, dijo a Efe que la decisión 'es un retroceso notable si se tiene en cuenta la realidad de Estados Unidos en los últimos decenios, donde se registra una presencia cada vez más firme del español, con un número elevadísimo de hispanohablantes procedentes, en su gran mayoría, de Hispanoamérica'.
El director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, también se manifestó sobre el asunto: 'A mí el gesto, porque es un gesto simbólico, me parece grave porque hay que tener en cuenta que Trump es el presidente de todos los estadounidenses, y hay un 18% de la población que habla español y el 95% de ellos considera que es muy importante que ellos, sus hijos y sus nietos sigan hablando español'. En ese país hay cerca de 55,2 millones de latinos, de los cuales 25,4 millones se encontraban registrados para votar en las últimas elecciones presidenciales, de acuerdo con el Pew Research Center.
Trump ya había señalado durante un debate republicano en 2015: 'Tenemos un país donde, si te quieres integrar, tienes que hablar inglés. Necesitamos que haya integración para tener un país. No soy el primero en decir esto. Este es un país donde hablamos inglés, no español'.
Un gesto miope
Según el escritor barranquillero Paul Brito, la acción tomada por el nuevo Gobierno de EEUU es 'un gesto claramente miope y retrógrado, en contra de los mismos principios de libertad de ese país, en contra de sus orígenes multiculturales y multiétnicos'. Dice que 'a la larga' no se restringirá el español en ese país, 'solo es un gesto simbólico que dice mucho del periodo que se viene encima'.
Pérdida de un vehículo de comunicación. El escritor y periodista Mauricio Vargas cree que la determinación del magnate republicano es 'muy torpe, pues pierde la Casa Blanca un vehículo directo de comunicación con cientos de millones de hispanoparlantes en el mundo, muchos de ellos en EEUU'. Lo interpreta como una muestra del empeño 'ultranacionalista' de Trump, que anunció en su discurso. Vargas manifiesta, además, que el problema radica en que olvide que cuando habla de 'America first' (primero América), 'America', que es como ellos llaman a EEUU, es el resultado de siglos de riquísima mezcla cultural'.
'Una gringada de Tío Sam'
Ariel Castillo, docente de literatura de la Universidad del Atlántico, considera que la decisión 'del tocayo del pato Donald' pone de manifiesto 'la soberbia mesiánica y salvaje del presidente'.
Además, señala que es esta 'una típica gringada de Tío Sam que presagia para los hispanos la andanada arrogante de atropellos y desprecio que vendrá de ahora en adelante'. Añade que '(...) es una manera de marcar la diferencia con la apertura civilizada del gobierno anterior y deshacer lo hecho. El encumbramiento de los Estados Unidos no se hubiera dado sin el aporte, así fuese a la fuerza, de los hispanos de todos los colores. Esta forma de exclusión, como la del club que impide el acceso a las muchachas del servicio doméstico, es una muestra de intolerancia e ingratitud'.
Trump mira hacia el pasado. Jairo Agudelo, doctor en Ciencias Políticas y docente de la Universidad del Norte, afirma 'que más allá de la reacción desde el punto de vista de la lengua, habría que decir que esto no es una tragedia', al recordar que esa página fue introducida por Obama. En cambio, manifiesta que 'lo preocupante es que marca una tendencia. Obama la instituyó para trabajar las futuras relaciones con el mundo hispano. Con ello, estaba mirando al futuro. Trump está mirando al pasado'. Es decir, según Agudelo, la tendencia que marca la nueva administración es que no está mirando a los Estados Unidos del mañana, sino al país del ayer. Menciona el deseo de Trump de que los Estados Unidos vuelvan a ser lo que eran en los 80; 'la potencia que fue entonces, volver al proteccionismo económico, a los nacionalismos. Es todavía la máxima potencia del mundo, pero está pensando en una potencia del pasado'.
Indica también que la mayor parte de las convicciones del pasado 'ya no existen' (...) Es imposible revertir la globalización, para bien o para mal lo es'.
Una imagen más tradicional
Juan Manuel Espinoza, subdirector académico del Instituto Caro y Cuervo, comparte la aseveración del director de la RAE 'de que lo que el presidente actual de Estados Unidos hizo es un gesto'. Y añade que además de ser uno simbólico, es un gesto político: 'Está cambiando la fachada de la Casa Blanca para que haga juego con la imagen tradicional de EEUU como un país monolingüe'.
Afirma, así mismo, que esta es la imagen que la mayoría de sus votantes —blancos, mayores de cincuenta años, quienes no tuvieron la oportunidad de compartir su educación en colegios y universidades con estudiantes latinoamericanos o de ascendencia hispana, dice—.
Además, comenta que 'en tanto que la lógica presidencial es que la realidad no existe por fuera de los medios de comunicación sino que se construye y moldea a partir y en conjunto con ellos, entonces esto no solo es un gesto simbólico, no solo un gesto político, sino también un acto de negación de la realidad misma'.