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En el cementerio Jardines de Paz, en el oriente de Santa Marta, fue sepultado ayer por la mañana el actor barranquillero Adolfo Julio Navarro Martínez, más conocido con el seudónimo de Julián de Madrigal, quien fuera asesinado el sábado pasado en la localidad de Suba, al norte de Bogotá, a manos de asaltantes.

Las honras fúnebres de quien fuera uno de los estandartes de las tablas y de las telenovelas y serie de televisión de la región Caribe, se cumplieron en medio del dolor de familiares y amigos cercanos que destacaron de él su don de gente, carisma y personalidad. 'Era un gran padre y un verdadero amigo', dijo Cristian Navarro, su hijo.

Los familiares del consagrado actor no le pudieron cumplir su deseo de que cuando falleciere fuere cremado, ello en razón a que su deceso se debió a un hecho violento mas no por una causa natural.

Lo que sí lograron cumplirle fue su deseo de que cuando dejare de existir se le despidiera con alegría. 'Él era extrovertido… era un auténtico hombre Caribe', aseguró su sobrino José Maestre.

Por eso, para su viaje hacia la eternidad fue vestido tropicalmente: pantalón amarillo, suéter rojo y chaleco. Sus manillas, collares y anillos.

Aunque había nacido en Barranquilla, Julián de Madrigal, se sentía un samario más pues en la capital del Magdalena había logrado cosechar un cúmulo de amistades que reconocían en él su capacidad actoral.

Sus participaciones en programas como Pandillas guerra y paz, ¿Dónde Carajos está Umaña?, El día de la suerte y Fuego Verde fueron recordados durante sus exequias, en las que igualmente se habló de sus anécdotas y picarescas salidas.

Por Agustín Iguarán G.