El Heraldo
Cortesía Carlos capella, Natalia Pérez y Planeta Arte & Diseño
Sociedad

“Yo no escribo para satisfacer al lector”: John Templanza Better

El escritor y periodista barranquillero incursiona con su novela ‘Limbo’ en el terror.

Ahora su segundo nombre es “Templanza”. No necesitó ir a una notaría, sólo lo adoptó en su afán de apartarse del apellido paterno, que entre otras cosas no le significa “absolutamente nada”. Pero qué le vamos hacer, en el círculo de nuevos escritores barranquilleros es reconocido como John Better. Con él firmó varias crónicas en EL HERALDO, Soho, El Malpensante y otros medios impresos colombianos. Así también aparece en el libro de crónicas y relatos Locas de la felicidad (La iguana ciega 2009) y la novela autobiográfica A la caza del chico espantapájaros (Emecé 2017), además de otras recopilaciones de poemas y cuentos.

Ahora en Limbo (Seix Barral 2020), quizás exorcizando en el género del terror sus miedos perturbadores de la niñez, es John Templanza Better.

Con sus casi 1,90 metros de estatura, gay, polémico y a viva voz danzante de los excesos del día y de la noche, reconoce que es todo lo opuesto al significado de la palabra templanza.

Así, sin filtros, el escritor barranquillero incursiona con Limbo en un género casi inexplorado por los escritores de la capital del Atlántico. Esto lo corrobora el también escritor y periodista Joaquín Mattos, conocedor como pocos de las letras impresas en esta esquina del Caribe.

Personajes siniestros, un niño sin nombre y sin sexo, un Caribe en el que el sol y el mar no aparecen, vidas que habitan en cementerios de frustraciones y tragedias, historias que en apariencia flotan en el limbo sin personajes buenos ni malos. John Templanza sigue explorando desde sus anaqueles mentales el mundo que lo perturba y que al mismo tiempo lo invita a escribir.

P.

¿Qué lo llevó a ese mundo lúgubre, oscuro y misterioso con trazos de filmes de Tim Burton y Kubrick?

R.

 Limbo es justamente como una película rara, una mezcla de Tim Burton, de Stanley Kubrick, de David Olère, por la forma en que está narrada. Yo no soy un autor convencional, nunca me ha gustado contar las cosas de una manera lineal, no me gusta llevar al lector de la mano por la historia, más bien conducirlo por ese laberinto que planteo en Limbo. Digamos que el lector se enfrenta a mí como autor porque yo no escribo para el lector, no escribo para satisfacerlo, al contrario, escribo para que él se plantee muchas preguntas durante la lectura, para que se perturbe y busque también él ese laberinto que yo propongo.

P.

¿Y cómo es ese laberinto?

R.

Quise hacer una historia que tenía que ver con algunos recuerdos de infancia relacionados con los niños que mueren sin bautizar y que supuestamente se iban al limbo, ese lugar donde van las almas perdidas. Me quería alejar de las temáticas tradicionales que explora la literatura contemporánea colombiana, somos pocos los que estamos abordando este género. Básicamente puse a andar estos recuerdos que tenía en mi mente, de un niño que vi muerto y que no había sido bautizado. Lo tenían sobre una mesa en un altar con flores y estaban esperando a un sacerdote para que le hiciera un bautismo y le diera un nombre. El niño tenía puestos en los ojos unos palillos que le sostenían los párpados para no cerrarlos, de lo contrario el niño se iría al limbo. Una historia como esa ameritaba que yo la contara. La novela es una mezcla de realidad y ficción.

P.

¿Qué otras cosas de su niñez incluye en esta novela?

R.

En Limbo me alejo un poco más de mí y entro a hablar de otras realidades alternas, pero nuevamente aparece la vieja casa de la infancia de donde cojo muchos insumos que me sirven para narrar. La infancia es un territorio mágico para los escritores y siniestro de cierta forma. En mi caso yo vi las cosas más con unos ojos de espanto por mi crianza, los olores extraños, los cajones que guardaban misteriosos secretos. Siempre estaba atento de lo que pasaba alrededor y creo que el terror emerge justamente cuando estás atento a las cosas, cuando no pasan desapercibidas ante tus ojos, entonces puedes escuchar el lenguaje de la casa donde habitas, puedes reconocer sus sonidos, lo que se mueve por encima o por debajo del techo, por debajo de las camas. Cuando tienes esa sensibilidad puedes contar esas cosas como si fueras una grabadora. Más allá de lo sobrenatural, el terror y el misterio estuvo presente durante toda mi infancia hasta los 11, 12 ó 15 años.

P.

Háblenos un poco de Crisantemo, ese lugar del Caribe en el que se desarrolla la historia y que es un poco sórdido, alejado del sol...

R.

Crisantemo es un pueblo de inmigrantes a donde llegan habitantes de diferentes partes del planeta. Hay polacos, ingleses, es una pequeña Babel llena de personajes extraños con secretos que callan, que son poco convencionales. Crisantemo es un lugar cerca del mar, pero en la novela nunca se ve el océano, no es el Caribe de hamacas y pescadores lo que quería retratar, era un Caribe gótico y siniestro. Crisantemo a veces no parece un pueblo, sino un cementerio donde cada uno habita desde sus tumbas, donde pareciera que las personas viven después de la muerte. 

P.

¿Qué lo llevó a representar en la portada del libro a un personaje real de Barranquilla?

R.

A diferencia de otros autores yo no tengo planeado nada, yo con la hoja en blanco empiezo a habitar un espacio, a llenarlo, a crear un mundo que empiezo de cero. En ese proceso de la escritura me tropecé con Andru Suárez. Para mí él es uno de los nuevos artistas vanguardistas que hay en la ciudad, y sus pinturas me impactan de una manera terrible, sentía que sus obras me estaban hablando de lo que estaba escribiendo. La persona que aparece en la portada existe y es ese este joven artista.

P.

¿Por qué eligió ahora incluir la palabra Templanza en su nombre?

R.

Estaba en búsqueda de un nombre que me representara, entre otras cosas Templanza tiene que ver con todo lo que yo no soy, lo menos que yo soy es una persona con templanza, soy todo lo contrario. Yo soy alguien entregado a los excesos, a la vida, a todas esas cosas. Entonces quería alejarme un poco y tener una división con el apellido paterno. Si te das cuenta la novela plantea eso que es el rechazo del padre por el hijo que odia y detesta. Ese hombre que sólo quería a esa mujer para él. Quería que esa templanza me apartara un poco de ese apellido paterno, que entre otras cosas no significa absolutamente nada.

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