El Heraldo
EFE
Sociedad

Tejedoras de Mampuján elaboran tapabocas para impulsar economía en pandemia

Unas 40 mujeres venden sus productos en las redes sociales. Su objetivo a corto plazo es abrir mercado en Bogotá.

Las hábiles manos de los artesanos que en remotos lugares de América Latina bordan, pintan o tallan obras que son muestra de su inmensa diversidad cultural, hoy reinventan su quehacer para sobrevivir a un letal enemigo invisible que llegó de tierras lejanas y amenaza con poner en peligro sus ancestrales oficios: el coronavirus.

Todo se detuvo menos la necesidad de cada quien, incluidos los artesanos, de conseguir lo básico para vivir y de utilizar, en su caso, herramientas que antes les eran ajenas, como la tecnología, para llegar a un público ahora esquivo por cuenta del virus, pero que desde el distanciamiento social quiere comprar.

Así lo entendieron las Tejedoras de Mampuján, un grupo de mujeres que, a través del tejido de tapices, buscan sanar el dolor que les dejó el conflicto armado en Colombia.

En el nuevo Mampuján o Mampujancito, como algunos le dicen, Juana Ruiz y unas 40 tejedoras más tiene hoy como único ingreso hacer tapabocas que venden a través de las redes sociales.

Desde este poblado, que refundaron luego de haber sido desplazadas violentamente en el 2000 por los grupos paramilitares que delinquían en la subregión de los Montes de María, en el Caribe colombiano, empezaron a exhibir en Facebook y Whatsapp su propuesta.

Aunque la poca conectividad a internet de la zona amenazó con dejarlas una vez más sin nada, la suerte de las tejedoras mejoró.

Según relató Ruiz, la materia prima para hacer los primeros tapabocas la obtuvieron de una donación que hizo la empresa Empatía y el diseñador Hernán Zajar les regaló “los sobrantes de las finas telas que usa en sus trajes” para poder trabajar.

“A nosotras nos han servido mucho las redes sociales porque un amigo o conocido le dice a otro y así hemos podido seguir vendiendo los tapices, las faldas y ahora los tapabocas que nos piden para protegerse del coronavirus”, comentó.

Animadas, se apresuran ahora a ajustar los últimos detalles para poder enviar las mascarillas a Bogotá y abrir ese mercado que les garantizará una producción más estable y seguir bordando historias.

De eso saben Ana Alicia Layme y su familia que en Bolivia, ante la exigencia del uso de los barbijos, en la provincia de Ayata, ubicada a unos 145 kilómetros de La Paz, crearon unos que cuentan el día a día de la comunidad.

Las mascarillas están hechas de “bayeta de la tierra”, un tejido del Altiplano a base de lana de oveja que bordan con figuras alusivas a las familias, el trabajo en el campo, la madre que carga en la espalda a su hijo y hasta llamas y cóndores.

A la iniciativa se unieron 500 mujeres de la provincia cuyo arte “se está visibilizando en las artesanías” que fabrican desde cuando eran niñas y aprendieron “a bordar” y a tener “la capacidad de tejer”, indicó Layme.

A pesar de la pandemia, la emprendedora pidió ayuda al Gobierno para exportar a Estados Unidos, España y Alemania, en donde ya se han interesado en sus tejidos, y para crear una escuela para enseñar a bordar y con ello preservar este saber ancestral que poco a poco se pierde en Bolivia. 

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