Sociedad

‘Oñatadas’ memorables con las que recuerdan al ‘Jilguero’

Sus representantes, jefes de prensa, promotores musicales y folcloristas recuerdan con jocosas anécdotas al recién fallecido cantante Jorge Oñate.

El cantante Jorge Oñate, leyenda del folclor vallenato que falleció hace una semana, es recordado por los amantes de este género musical por su amplio catálogo musical. Los éxitos que consagró en 49 álbumes y 53 años de carrera han sido desempolvados, suenan en cualquier esquina y también estremecen las plataformas digitales, las cuales han reportado por estos días un incremento de más del 1.900% en el consumo de sus canciones. Un verdadero fenómeno.

Los temas No comprendí tu amor, Volví a llorar, Mujer marchita, El más fuerte y Una aventura más son los cinco más reproducidos.

En ese camino de éxitos quienes fueron muy cercanos al ‘Jilguero de América’ y se convirtieron en cómplices de sus aventuras musicales extrañan no solo al artista, sino también a ese ser humano alegre, jocoso, dotado de una chispa única que le permitía encontrar un chiste para hacer reír a todos hasta en situaciones adversas.

Juan Rincón al lado de Jorge Oñate. Cortesía

Sus representantes artísticos, jefes de prensa, promotores musicales y folcloristas recordaron para los lectores de EL HERALDO algunas anécdotas que adaptadas al estilo del ‘Ruiseñor del Cesar’ las hemos denominado ‘Oñatadas’.

Con esta recopilación no se pretende ridiculizar al artista que inició la era del cantante independiente en las grabaciones de los conjuntos vallenatos, sino recordarlo de una manera alegre, tal y como era él.

Bajo esta premisa sus hombres de confianza aceptaron hablar a fondo sobre el ser humano, mucho más allá del artista.

Roberto García, quien durante los últimos 18 años se desempeñó como su representante en el Atlántico, explicó que a cada uno de sus colegas le tenía un apelativo para llamarlos con cariño. A Rafael Orozco le decía “garganta de lata”, a Iván Villazón “pecho pelúo”, a Diomedes Díaz “bizcorocho”, a Poncho Zuleta “el camuflao”, a Beto Zabaleta “el gago” y a Israel Romero “san Martín de Porres”.

Roberto García fue su representante. Cortesía

García, empresario oriundo de Luruaco (Atlántico), recordó varias anécdotas cargadas de jocosidad. “Recién salidos los televisores plasma me pidió que lo acompañara a comprar uno en Sao de la 93, en el camino me preguntó cuáles eran las mejores marcas, yo le dije que las japonesas. Al llegar al almacén la asesora comenzó a mostrarnos todos los televisores grandes marca Olimpo y nos hablaba maravilla de esa marca. Oñate le dijo —vea mija el único Olimpo bueno que conozco es Olimpo Cárdenas, a mí muéstreme los japoneses a ver si es verdad que tiran patadas—”.

Otra anécdota está ligada a su pasión futbolera. Cada vez que jugaba la Selección Colombia compraba los asientos detrás del camerino local. Si el entrenador fallaba él podría criticarlo de cerca. Para las eliminatorias sudamericanas al Mundial de Brasil 2014, Colombia cayó 2-1 contra Argentina. Dorlan Pabón había puesto en ventaja a los nacionales, pero luego Messi y Agüero silenciaron el Metropolitano. “Jorge se la pasó gritándole al entrenador Leonel Álvarez que se motilara y agarrara seriedad. El público se unió a su coro. También se la enfiló a Julio Comesaña, que era el asistente técnico, a gritarle pelo e’ burra. Era muy apasionado por el fútbol”.

Andrés ‘el Moña’ Rangel, quien fue su promotor, resaltó el buen sentido del humor del maestro y que siempre tenía una sonrisa fácil para sus seguidores y periodistas. “En medio de una entrevista le sonó el celular y me pidió que le contestara, yo no tenía puesto los lentes y alejé el celular hasta la cintura para poder ver quién llamaba y me ha dicho con esa gracia única que él tenía: —Ajá Moña, tú estás peor que yo, ahora te vas a orinar el celular—”.

Mono Romero, su último mánager. Cortesía

Rangel también recordó que en uno de sus múltiples compromisos en la capital de la República le dijeron que cuando abordara el avión debía apagar el celular, porque podía interferir en el sistema de telecomunicaciones provocando ciertos ruidos. “Nos montamos rumbo a Bogotá y hacía mucho frío, por lo que Jorge llamó a la azafata para que le bajara al aire, ella le explicó que no podía hacerlo porque era un sistema integral. Oñate le dijo —vea señorita apague el aire o prendo el celular y explotamos todos—”.

Sin filtros

El periodista, folclorista y docente Edgardo Mendoza trajo a colación algunos episodios que podrían rayar en lo inverosímil. Sin embargo, sostiene que son ciertos. “Cuando fue presidente de Sayco, en las reuniones que se hacían en Bogotá los compositores generalmente no se ponían de acuerdo. Una periodista del interior del país al terminar la reunión se le acercó a preguntarle qué había pasado, y Oñate le dijo —aquí hubo un arroz con mango, un zaperoco—, algo que no entendió la comunicadora y que no pudo interpretar en su nota periodística”.

Mendoza entre carcajadas anota otra ‘oñatada’ que tiene que ver con lo desconfiado que solía ser el maestro en cuestiones económicas. “Cuando comenzaron a funcionar los cajeros automáticos los asesores del banco le dijeron que no le diera la clave de su tarjeta a nadie, ni a su mujer, ni sus hijos. Luego Oñate fue al cajero y tras insertar la tarjeta la voz de la máquina le indicó que debía introducir su clave, el maestro se negó a digitarla y gritó que no se la había dado a su esposa Nancy y ahora se la iba a dar a una desconocida, por lo que salió y prefirió irse sin plata. Son de las tantas historias que nos deja este gran ser humano”.

Andrés ‘Moña’ Rangel y ‘el Jilguero’. Cortesía

Su último mánager, José Eduardo ‘el Mono’ Romero, también se unió a este capítulo para recordar con alegría a su jefe. “Para el mano a mano virtual que tuvimos con el maestro Poncho habíamos acordado cobrar algunos saludos para obtener mayores ingresos. Le comenté que había conseguido unos saludos para cinco personas, pero él me refutó que no se iba a aprender cinco nombres de un solo, pero cuando le expliqué que lo iban a pagar en siete millones se aprendió de memoria el nombre de los cinco niños y hasta el del papá”.

Romero sostuvo que en una de sus visitas a Bogotá comenzó a escuchar una canción de Rafa Pérez, esa que dice Rafa Pérez canta vallenato y la repitieron unas cuatro veces. “Entonces se enojó y dijo —bueno, yo como que canto es ranchera porque no han puesto ninguna de las mías—”.

El empresario cerró sus recuerdos de esta manera: “Una vez le tocó viajar durante tres días para presentarse en Puerto Estrella, en la Alta Guajira, y cuando venía de regreso unos ‘chinitos’ pararon el carro y al verlo dijeron: ‘¡Ah es Jorge Oñate!’, y él se bajó bravucón y les dijo —no, quién más va a ser, Farid Ortiz, el Rey de los Pueblos’”.

El ‘Moña’ Rangel y Roberto García. Cortesía

“También le inventaban cuentos”

Juan Rincón Vanegas, quien fue su jefe de prensa a inicios de la década de los noventa, más allá de referir algunas anécdotas, expresó que “también le inventaban cuentos”.

Según rememora Rincón, cuentan que a Oñate le preguntaron sobre la agenda de presentaciones que tenía en el mes de diciembre y este afirmó que estaba copada. “Empezó a citar los días y cuando iba cerrando el mes se le olvidó y siguió contando 31, 32, 33 y 34”, contó entre risas.

Una que ocurrió recientemente está ligada al homenaje que recibiría en el Festival Vallenato 2020, del cual Rincón Vanegas es jefe de prensa. “Él estaba muy emocionado con el homenaje y dijo que sería mejor que los recibidos por los hermanos Zuleta y Carlos Vives juntos. Hasta gente del último país del mundo no faltará”.

Sobre el catálogo de canciones clásicas vallenatas que tenía se sentía orgulloso porque el listado pasaba de 500 y decía que solamente le faltaba por grabar La Piragua, La pollera colorá, Pueblito viejo y Colombia tierra querida.

“En una ocasión le pregunté si era cierto que en una entrevista le habían planteado quiénes eran los tres mejores del vallenato y que él respondió: El Jilguero de América, El Ruiseñor del Cesar y Jorge Oñate. Se echó a reír y dijo que eran cuentos locos de la gente”.

Rangel desempolvando la colección. Cortesía
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