María José soñaba con ser una niña mucho antes de saber que podía serlo. Pero todo lo que eso implicaba, durante años, existía solo en su mente.
Era un secreto guardado, incluso para sí misma. Hoy, con el rostro descubierto y luciendo el uniforme de la Policía Nacional, es la primera oficial trans de la institución. Y con su sola presencia, está escribiendo una página inédita en la historia del país.
Lea: ‘La salud entre fuegos’: la muestra del caos en la atención médica
“Nunca tuve un problema o un trauma, como normalmente la gente asocia a las personas diversas. Mis papás siempre estuvieron presentes, aún están juntos. Me dieron todo lo que necesitaba. Fui súper buena en el colegio y nunca me sentí juzgada”.
Desde pequeña, sin saberlo aún, algo en su interior vibraba distinto. Lo notaba en detalles pequeños, hasta en sueños que parecían fantasías. “Quería ser Gokú o estar en la selección Colombia, pero mis verdaderos sueños eran ser una niña”.
En los años 90, cuando María José empezó a tener esos primeros cuestionamientos, no eran tiempos abiertos a la diversidad. Ser trans ni siquiera era un concepto presente en la conversación social.
Entérese: “José Matera ya se encuentra en casa en proceso de recuperación”: Los de Adentro
“Autodefinirme como trans era imposible. El término no estaba reconocido. Pero yo ya lo sentía. A los 7 u 8 años ya empezaban esos espacios de duda, donde no me sentía cómoda donde se suponía que debía estar. Me sentía mejor en lugares que, según la sociedad, no me correspondían”.
El nombre que hoy porta con orgullo, apareció por primera vez cuando tenía entre 15 y 16 años. “Conecté con él de inmediato, pero era mi identidad secreta, mi alter ego. Hacia afuera tenía que aparentar, cumplir lo que se esperaba de mí”.
Fue recién en la adultez, a los 21 o 22 años, cuando decidió darle voz a ese nombre, hacerlo público, y empezar a vivir con autenticidad.
A diferencia de muchos miembros de la comunidad trans en Colombia que sufren rechazo familiar, maltrato físico y exclusión, el entorno de María José no la violentó, pero eso no significa que el camino haya sido fácil.
Sabía que: “Amo reflejar la esencia de los novios en sus bodas”
“Mi mayor contradictora era yo misma. Me sentía culpable. Pasé por todas las etapas: confusión, negación, presión por cambiar, hasta que empecé a entender que no estaba loca, que solo necesitaba exteriorizar lo que era”.
Durante la niñez encontró su reflejo no en princesas de cuentos ni en protagonistas de novelas rosadas, sino en la máscara roja y azul del hombre que trepaba muros en Queens. Peter Parker, el chico común con una mochila llena de deudas, dilemas morales y un corazón generoso, fue el superhéroe que marcó su infancia y que, con el paso de los años, se convirtió en una filosofía de vida.
“No me gustaban los superhéroes por los superpoderes, ni por el Batimóvil, ni por los trajes. Me atraía su naturaleza, esa capacidad de sacrificarse por los demás, ese acto tan profundamente humano de anteponer el bienestar colectivo al propio”.
El destino se puso el uniforme
A veces, los caminos más transformadores llegan por accidente, por seguirle la corriente a un amigo, por no decir que no. Así comenzó el viaje de María José hacia la Policía Nacional. No fue ningún sueño de infancia. En sus palabras, fue el destino.
“Nunca soñé con ser policía. Y eso que vengo de una familia con tradición militar. Mi papá fue policía, mi hermanita está en la Fuerza Aérea, pero yo no me sentía parte de eso. Sentía que en lugar de tener oportunidades para cambiar las cosas, te obligaban a obedecer. Y yo no quería ser una ficha más de ese sistema”.
Y, sin embargo, ahí estaba, un día cualquiera, frente a una propuesta que le hizo un amigo del colegio, quien la invita a presentarse. “Lo hice más por acompañarlo que por verdadera convicción. Llené un formulario, me presenté a pruebas y aquí estoy. Muchos jóvenes sueñan con entrar a la Policía, se presentan cinco, seis veces, se preparan durante años; y yo pasé en la primera. ¿Cómo no iba a tomarlo como una señal del destino?”.
De interés: La RAE aclaró cuál es la forma correcta de escribir una risa: ¿Es ‘jajaja’, ‘jijiji’ o ‘ja ja ja’?
En medio de este viaje, también tuvo que enfrentar duros caminos, como el hecho de haber sido retirada de la institución por seis años.
“Me dio mucha rabia. No fue el qué, fue el cómo. No me sacaron porque hice algo malo, me sacaron porque era yo, como si te echaran por ser afro, por una condición que no puedes cambiar, por algo que hace parte de tu identidad”.
Era 2016, o quizás un poco antes. En ese momento, María José apenas empezaba su transición de género, en un punto que ella describe como “muy andrógino”, aún lejos de la imagen que hoy proyecta con seguridad y entereza.
Puso una demanda, esperó, aguardó sin perder la fe. “El fallo reconoció lo que yo represento como oficial de policía, pero también lo que valgo como ser humano”.
Hoy, María José trabaja en la Policía Metropolitana de Cartagena, en la jurisdicción Virgen y Turística, uno de los distritos más complejos de la ciudad. Allí, lidera la parte logística y administrativa: vehículos, personal y planeación del servicio.
“Soy la cabeza detrás de los servicios que ves en la calle. Cuando la gente se entera que soy oficial de Policía y soy una mujer trans, se sorprende, porque en su cabeza eso no cuadra: Policía y trans parecen dos cosas incompatibles. Pero yo soy la prueba de que ser trans y servir a la patria no se contradicen”.
Construyendo sociedad
María José no planeó llegar a Cartagena, pero el destino la llevó a esa ciudad y, con el tiempo, ella entendió que había una misión mayor que cumplir.
Vea: Andrea Serna y Mafe Aristizábal revelan los secretos del Desafío
“Dije: ‘De todos los lugares a los que me pudieron mandar en Colombia, ¿por qué Cartagena? Con mi perfil tan específico, tan único, pensé que tenía que haber una razón’. La costa Caribe tiene muchos desafíos en temas de diversidad. Es alegre, sí; es colorida, claro; pero también es reacia a entender ciertas realidades. Yo vine a demostrar que aquí también hay lugar para las personas trans, para la diversidad de género, para todos los colores que existen en la raza humana”.
Ella no oculta su deseo de llegar al grado de general, pero no por vanidad o ambición. “No es que yo quiera ser general porque sí, es porque necesito tener una voz lo suficientemente fuerte para generar cambios reales. Hoy como teniente puedo influir en quienes me rodean, pero más arriba aún hay estructuras rígidas. Muchos coroneles y generales son hijos de su época, y eso hace difícil que comprendan estas nuevas realidades sociales que todos deben entender”.