Desde hace tres décadas, en un rincón emblemático del barrio Boston de Barranquilla, un domo proyecta las maravillas del universo para los ojos curiosos de miles de niños, jóvenes y adultos. Se trata del Planetario de Combarranquilla, el único privado en la región Caribe y un auténtico espacio para promover la ciencia.
Desde su apertura al público el 25 de mayo de 1995, se ha convertido en el lugar predilecto para los amantes de las estrellas. Sus dos salones, uno lleno de estaciones interactivas y otro en el que a través de un domo se proyectan distintas constelaciones, despiertan la curiosidad, asombro y conocimiento de todos sus visitantes.
La historia del planetario se remonta a comienzos de los años 90, cuando un grupo de aficionados barranquilleros, reunidos en la Fundación Amigos de la Astronomía, compartían su pasión por el Sistema Solar. Fue en 1992, con la adquisición por parte de Combarranquilla de un antiguo edificio histórico que pertenecía a la familia Dieppa, donde la idea comenzó a tomar forma.
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“Un grupo liderado por el capitán Ricardo Moreno, Alicia de Chewing, Berenice Larios, Fernando Pertúz y Álvaro Jiménez, se acercaron con unos elementos básicos y la idea de crear algo único en la región. El entonces director de la caja, el doctor José Miguel Gómez, acogió la propuesta. Así nació el planetario, como una apuesta por la educación y la ciencia”, recuerda el actual director de Combarranquilla, Ernesto Herrera Díaz Granados.
Una de las mayores evoluciones del proyecto fue la incorporación de Imagenia, un centro interactivo de ciencia y juego que complementa la experiencia del planetario. La iniciativa nació gracias a una donación de la Universidad Nacional, que entregó a Combarranquilla uno de los siete museos del programa ‘Ciencia y el Juego’. “Modernizamos, actualizamos y convertimos esa donación en Imagenia, un espacio donde los niños pueden entender los fenómenos físicos y naturales a través de la experiencia y la diversión”, explica Herrera.
Ciencia con los pies en la Tierra
Bajo la coordinación de Orlando Méndez, el planetario ha fortalecido su misión educativa y tecnológica. “Es un espacio no convencional que busca fomentar la cultura científica en Barranquilla. Ha evolucionado con el tiempo, incorporando tecnologías de punta para ofrecer experiencias cada vez más inmersivas”, señala Méndez.
El lugar se ha consolidado como un centro de apoyo para colegios de la ciudad y el Caribe, ofreciendo funciones semanales para familias, visitas escolares guiadas y actividades especiales cuando ocurren fenómenos astronómicos. “Cuando hay eclipses o lluvias de estrellas, ya la gente sabe que puede venir aquí a observar y aprender”, añade.
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Además, han surgido nuevas propuestas como el planetario nocturno, que combina funciones astronómicas con conferencias y observación del cielo. Incluso pensando en ampliar su impacto, Combarranquilla lanzará un planetario itinerante.
Un buen semillero
El impacto del planetario se mide mejor en los ojos brillantes de sus visitantes. Como Mariángel Vera Bovea, estudiante del Liceo Samario, quien visitó el lugar por primera vez. “Fue una experiencia maravillosa. Antes solo me aprendía los planetas en orden, ahora entiendo mucho más el universo. Me encantaría seguir explorando este mundo y hacer de la ciencia parte de mi proyecto de vida”, confiesa con una sonrisa la samaria.
Juana Estrada es una joven de 16 años que conoció el planetario cuando tenía 7 años, en una conferencia sobre el Apolo 11 y recuerda a la perfección el impacto que le causó porque en esa conferencia le mostraron el modelo en miniatura de la nave. “Eso encendió la chispa de la curiosidad y esa pasión que tengo hoy por el universo. Desde entonces el planetario se convirtió en un lugar muy especial para mí porque entendí que la ciencia puede contarse con emoción y por supuesto que el conocimiento puede llegar a los niños a través de espacios interactivos como lo proporciona el planetario”.