En su juventud, Charles William Schultz pensó que su destino estaba en las leyes, los libros y el conocimiento. Por eso se formó como abogado, cultivando así un pensamiento riguroso y racionalista. La idea de ser pastor ni siquiera se le cruzaba por la mente como él mismo lo confiesa casi que de manera anecdótica. “Mi enfoque era demasiado pragmático, siempre creí que podía ser útil en causas sociales desde el Derecho y el liderazgo civil. Nunca imaginé estar al frente de una iglesia”, confiesa en diálogo con EL HERALDO.
Pero la vida, como la fe, a veces sorprende. Un viaje académico a Sudáfrica, donde participó en un programa de formación internacional, cambiaría su rumbo. Fue allí, lejos de su tierra, donde tuvo lo que él llama “un encuentro personal con Jesucristo”. “Sentí cómo el Señor desarmaba todos mis esquemas, me mostró que el plan que yo había trazado estaba centrado en el conocimiento, en la lógica del poder académico, pero no en el amor, ni en el servicio”.
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A partir de ese momento, Schultz comenzó un proceso de transformación interior que cambiaría su vida para siempre. Decidió dejar atrás la ambición de escalar en el mundo jurídico y empezó a predicar un evangelio sin condiciones, sin intereses económicos y, sobre todo, sin polarización.
Hoy, Schultz lidera la Iglesia Cristiana Restaura Colombia, una comunidad que se aparta de muchos de los modelos eclesiásticos tradicionales. “Nosotros no cobramos diezmos ni ofrendas, mucho menos nadie recibe salario por servir. Cada quien se sostiene con su trabajo, aquí todo es voluntario, por amor a Cristo”, sostiene con firmeza.
Para Schultz, la iglesia no debe ser un lugar para enriquecerse, sino un espacio para sanar heridas, construir comunidad y ofrecer esperanza. “Cristo vino a mostrarnos un modelo de vida, no a fundar una religión. No vino a dividirnos por dogmas, sino a unirnos por valores”.
La polarización: una herida que no cicatriza
En su reflexión sobre la sociedad colombiana, el pastor es contundente: “La polarización autodestruye, nos arranca la empatía y nos convierte en enemigos. Detrás de toda polarización hay ideologías que manipulan emociones y tergiversan la verdad con eufemismos”.
Cita al profeta Isaías para advertir sobre el peligro de llamar “dulce a lo amargo y luz a la oscuridad”. Y propone una salida clara: volver a los valores que compartimos como humanidad. “¿La vida es sagrada? Entonces defendámosla, ¿La familia importa? Protejámosla, ¿El medio ambiente es vital? Cuidémoslo. Esos son los puentes reales para sanar un país herido”, asegura.
Schultz insiste en que su propuesta no es religiosa, sino profundamente humana. “No hablo de dogmas, hablo de humanidad reconciliada. Hablo de perdón, de amor incondicional y de servicio humilde”.
Jesús, líder universal y atemporal
Para el pastor, el liderazgo de Jesucristo ha trascendido el tiempo, culturas e ideologías. Su mensaje –dice– es el origen fundacional de los Derechos Humanos: “Él no hizo acepción de personas, su sacrificio en la cruz fue una oferta de amor incondicional, sin exigir nada a cambio. Eso es justicia verdadera”.
Recuerda el episodio bíblico en el que Jesús, tras resucitar, va en busca de Pedro, quien lo había negado tres veces. “Pedro pensó que no servía, pero Jesús no lo condenó, por el contrario lo restauró. Le preguntó tres veces si lo amaba, y le encargó cuidar de sus ovejas. Ese es el amor que transforma”.
Ese mismo amor –agrega Schultz– es el que puede transformar a Colombia, pero no desde acuerdos firmados o discursos vacíos, sino desde una paz que nazca del corazón. “La paz no es un decreto, es una decisión del alma. No se trata de una paz total, se trata de una paz integral, que sane al ser humano por dentro”.
Una propuesta para sanar a Colombia
En una reciente carta pública, Schultz hizo un llamado a los colombianos para mirar el país con otros ojos: los ojos de la reconciliación. En su propuesta, plantea que la iglesia debe ser un agente de restauración, no de división. Una plataforma para el diálogo y no un púlpito de confrontación.
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“Hay que construir narrativas que nos sanen, no que nos destruyan. El Evangelio no es una trinchera ideológica. Es una buena noticia para todos, sin distinción. Cristo no trajo fanatismo, trajo empatía, trajo sentido de justicia, trajo restauración”.
Y concluye con una visión esperanzadora: “Lo que Cristo hizo en la cruz fue reparar lo roto de la humanidad, por eso su resurrección nos invita a empezar de nuevo y su espíritu nos guía hacia la transformación, la paz y la unidad”.