Es cierto que Junior tuvo la cuota de vergüenza necesaria para igualar el miércoles anterior un partido que perdía 2-0 frente al Cúcuta en el estadio Metropolitano.
Los dirigidos por José Cheché Hernández, después de no poder concretar en el primer tiempo y encontrarse con un rival que anotó en las dos ocasiones que tuvo frente al marco de Sebastián Viera, se fueron al camerino en medio de insultos y rechiflas.
Para la segunda parte el accionar de los locales cambió y antes de completar 30 minutos el encuentro estaba 2-2.
Curiosamente, Sergio Otálvaro (dio el pase a Juan David Valencia para el segundo gol) celebró ante los aficionados de la tribuna occidental tocándose la oreja izquierda, tal vez haciendo alusión a los abucheos que recibió junto a sus compañeros al finalizar el periodo inicial.
Es claro que correr y empatar era lo mínimo que debía hacer el cuadro rojiblanco frente a un contendor que llegó al estadio Metropolitano siendo el último de la Liga Postobón con apenas nueve puntos.
Los jugadores del Cúcuta estuvieron a un paso de no venir a Barranquilla porque desde el mes de agosto no recibían salarios, también es sabido que en los entrenamientos del cuadro motilón muchas veces falta hasta el agua que beben los futbolistas y son los de más trayectoria como Jorge Bolaño y Giovanni García, quienes resuelven el problema aportando de sus bolsillos.
A todo lo anterior se suma que la afición barranquillera ha visto pasar por su club a grandes jugadores en diferentes épocas y por eso se torna exigente. Desde los tiempos en los que el Romelio Martínez se desbordaba por Dida, Garrincha, Juan Ramón Verón, entre otros, hasta la era del Metropolitano, por cuyo césped desplegaron fantasía Javier Ferreira, Carlos Valderrama, Iván Valenciano y muchos más.
Ningún jugador merece ser insultado, pero tampoco está bien que se irrespete al público, que es la razón de ser del espectáculo.