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Cruzaron la frontera escondidas, por trochas y haciendo esfuerzos en busca de 'mejores días' para sus familiares en Venezuela, porque 'allá la situación está mala'. No hay la abundancia del pasado. Ni alimentos ni medicinas y las calles son muy inseguras para ejercer el oficio.

Algunas son jóvenes mujeres a las que no les ha quedado otra opción que vender sus cuerpos. Otras aceptan que son trabajadoras sexuales que desde el vecino país llegan a Riohacha, Maicao, Albania y otros pueblos carboníferos de La Guajira, donde les han dicho que hay 'buena clientela', o a Barranquilla, ciudad de la que saben que tiene 'gran actividad comercial'.

Otras, sin embargo, han preferido a Cartagena. Consideran que por ser una ciudad turística les ofrece 'mejores oportunidades' para conseguir clientes, incluso extranjeros. Es el caso de Teresa* quien vino de Valencia, Venezuela, hace un año. Primero estuvo en Bogotá, después en Medellín, pero prefirió la Costa, junto con unas amigas. 'Nos sentimos más a gusto acá', dice.

En las calles y burdeles costeños, y de otras ciudades del interior, ellas pasan largas noches para 'juntar unos buenos billetes' y poder, cada tres meses, mandarles o llevarles comida y dinero a sus padres, hijos y hermanos que están padeciendo necesidades.

'Se gana bueno', comenta Mary*, quien trabaja en Riohacha, aunque confiesa, resignada, que deben dar parte del producido a una cadena de interesados que se nutre de su trabajo, desde aquellos que les cobran para traerlas por vías clandestinas hasta a proxenetas que les facilitan entrar al negocio. También deben pagar alimentación y el arriendo de piezas, de precarias condiciones, donde viven.

Peligros al venir

Con mucho recelo, al punto de no permitir ser identificadas por sus verdaderos nombres, cuentan que su calvario empieza al decidir que deben venirse a buscar trabajo. 'Toca o toca, porque allá hay problemas, complicaciones', señala Teresa.

La mayoría ha llegado por La Guajira. Parte del trayecto lo hacen por la carretera Maracaibo–Paraguachón hasta un punto donde deben internarse en el monte, a trochar en motos o en camionetas conocidas como las ‘chirrincheras’, que son usados por los buhoneros o vendedores de mercancía y alimentos, en su mayoría indígenas wayuu, que pasan con facilidad hacia y desde los pueblos venezolanos.

En las trochas 'pagamos el doble o el triple' de lo que vale un viaje en condiciones normales. Cuando ya están en el llamado 'camino verde', identificado así por la vegetación entre Los Filúos, en Venezuela, y Paraguachón, en Colombia, en muchas ocasiones son atacadas sexual y físicamente.

Tensión por tarifas

A La Guajira también han llegado, entre otros, albañiles venezolanos que cobran precios muy bajos por su trabajo. Por eso la presencia masiva de las jóvenes venezolanas alertó a las colombianas que viven del mercado del sexo. Pusieron el grito en el cielo. Las locales temían que les 'dañaran el negocio'.

El gremio se avispó y se lo advirtieron a las recién llegadas, sin pelos en la lengua: 'Bueno mi amor, aquí no van a joder el mercado. Ni crean que vamos a permitir que, como los albañiles, dañen la plaza con precios por el suelo', les dijeron.

En Cartagena, Teresa dice que también se formaban peleas con ellas por las bajas tarifas. Sin embargo, explica que una vez les dijeron los precios que rigen, 'empezamos a cobrar lo mismo'.

Peso a peso

Al dar la cara, Patricia* explica que es madre cabeza de familia. A su cargo tiene tres hijos, un hermano mayor con algún tipo de discapacidad, la mamá y varios sobrinos. Es una mujer de 33 años, pero en su rostro se le reflejan los efectos de la lucha por una vida que no le ha sido fácil y aparenta más.

'Trata uno de ser lo más agradable posible para cobrar bien, yo particularmente pido entre $60.000 y $50.000, pero a veces hay que ser más flexible. Con el trabajo de 15 días junto dinero suficiente para hacerme una regular compra de víveres y alimentos. La mayor parte de nosotras lo hace así, es que allá (en Venezuela) no hay nada para comer', relata.

Patricia comenta que con el producto de un ‘tirito’ (una relación) no alcanza para un día de comida de su familia. 'Por eso debo trabajar mucho para juntar dinero suficiente y que ellos no pasen trabajo. En la casa mis hijos no saben lo que hago, la única que se las pilla es mi mamá y me dice que debemos salir de esto, los demás creen que estoy trabajando en una casa de familia', admite.

Cuenta que si el trabajo es en la calle, con niñas 'más jóvenes y bellas', tienen a una persona que las contacta, les buscan los clientes y le deben dar un porcentaje de lo que se ganan en cada relación.

'Cada mujer es una historia diferente de sacrificio, pero también hay algunas que ya se han dejado vencer por los vicios que rodean este trabajo y han caído en lo profundo de la drogadicción y terminan presas por servir de apoyo a los delincuentes', cuestiona.

Temor a operativos

El jueves pasado fue un 'mal día' para el casi medio centenar de venezolanas que ofrecen su cuerpo en Maicao. Ese día les cayó la secretaría de Salud, con apoyo de Migración Colombia y la Policía Nacional. Extraoficialmente, un funcionario dijo que 15 de las mujeres quedaron a disposición de las autoridades migratorias por no tener documentación. Varios sitios de lenocinio fueron cerrados por su precariedad higiénica.

A raíz de los operativos, las venezolanas están temerosas y evaden cualquier persona que presumen les puede causar problemas y ser deportadas.

Administradores de bares y cantinas sancionados ahora aseguran que en esos sitios no hay ‘venecas’, pese a que son las más solicitadas.

Igualmente, operativos especiales tuvieron lugar en la capital de Bolívar. Teresa reconoce que varias de sus conocidas se han regresado, o escondido, desde cuando las autoridades empezaron a rondar las plazas y zonas turísticas de la Heroica. 'El asunto está caliente', expresa.

Volver es igual de traumático para ellas y no quieren pensar ni siquiera en una deportación. Cuando salen voluntariamente a su país a llevar dinero o alimentos también deben 'dejar parte de la plata que ganamos en el camino' para que guardias nacionales bolivarianos les dejen ingresar los víveres. 'Hay que darle $10.000 más a todo el que nos pare', cuenta Patricia.

Operativos en Barranquilla

Al igual que en Cartagena, en Barranquilla las autoridades migratorias realizaron operativos en bares y sitios nocturnos de diversión. En uno de ellos –El Templo del Amor– encontraron a 21 jóvenes venezolanas que ejercían la prostitución. Ninguna tenía sus documentos en regla. Las autoridades dijeron que investigaban posibles casos de proxenetismo, que es un delito, pero no han dado información al respecto. A mediados de esta semana, en la Plaza de la Torre del Reloj de la capital de Bolívar, fueron retenidas seis jóvenes del vecino país en actividades similares.

El peligro para adolescentes de Albania

Albania es uno de los municipios más cercanos al complejo minero de Cerrejón y por consiguiente tiene reconocimiento como un pueblo donde hay trabajo y todo el mundo se rebusca.

Por eso allí ha llegado, quizás, el mayor número de venezolanas trabajadoras sexuales. 'Son entre 15 y 20 jóvenes, algunas adolescentes, que se hacen presente en estaderos y sitios de consumo de bebidas alcohólicas o en el mismo parque central', dice el alcalde Pablo Parra.

Expresa que las recién llegadas atraen a adultos, jóvenes y hasta a adolescentes. En algunos casos, las relaciones pueden terminar siendo 'dolorosas y tormentosas', comenta el mandatario.

Explica que hay jóvenes se van tras ellas y quedan metidos en el consumo de drogas y otras manifestaciones delictivas.

Algunos padres han denunciado que sus hijos hacen cualquier cosa para irse donde las venezolanas, situación que está 'desestabilizando hogares que fueron muy armoniosos' en la localidad, dice el Alcalde.

Parra señala que ha notificado la situación a Migración Colombia y a la Policía para que hagan operativos de control sobre esta 'delicada situación' que cada día crece junto con las necesidades del pueblo venezolano.

En Migración Colombia, sede La Guajira no fue posible conseguir estadísticas de deportación. Expresaron que no conocen de solicitudes formales de venezolanas para ejercer la prostitución La Guajira u otros sitios del país.

*Nombres cambiados