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Viernes 14 de diciembre, siete de la noche. María Paternina de 20 años y natural de Sincelejo recibió como de costumbre a su esposo en la pequeña casa ubicada en el barrio de invasión en el sector conocido como Los Gladiadores del Municipio de Malambo.
“La verdad es que de allá nos habían sacado ya a todos, pero nosotros como no teníamos pa' don de ir nos quedamos. Primero dormimos una noche en la calle y después nos metimos en una de las casas desocupadas que todavía no están terminadas. Usted sabe la necesidad”, contó ayer María convaleciente desde su camilla en la Unidad de Quemados del Camino Universitario Distrital Adelita de Char.
La noche del viernes Edwin Márquez llegó al desolado barrio de invasión agotado y hambriento luego de una larga jornada que empezó a las 7 a.m. de esa misma mañana. Edwin es un barranquillero de 34 años que por cosas de la vida y la falta de oportunidades no tuvo la posibilidad de prepararse. El hoy vendedor ambulante nunca aprendió a leer ni a escribir y le toca todos los días salir a ganarse el pan diario con el sudor de su frente, ‘patoneándose’ las calles de la ciudad de sol a sol vendiendo controles para TV, bolsas para la basura, ambientadores y en esta temporada navideña luces para adornar las casas.
“El llegó como a las 7 de la noche, me dijo que quería comerse un arroz de salchichón y comenzamos enseguida a picar las verduras en la cocina, las niñas estaban en la sala viendo televisión con Isaac, el varoncito que él cogió de 4 meses de nacido”, recordó María.
En medio de todas las festividades navideñas, de las comparsas, la alegría colectiva y de los preparativos para la Noche Buena. Edwin, su esposa María y las niñas Kiana Michel, Sharick Paola de 2 años y el pequeño Isaac de 6 estaban a apunto de enfrentar la más dura de las pruebas que les ha deparado el destino.
Isaac había salido a buscar en la tienda unos guineos maduros para acompañar la comida, las niñas veían la tele, Edwin manipulaba la estufa a gasolina que habían comprado para evitar que Sharick se siguiera apretando porque antes cocinaban con leña.
“Él le echó gasolina a la estufa, le echó el aire y prendió el fogón, pusimos el arroz y nos sentamos en la terraza. Mientras esperábamos que el niño llegara con los guineos, entré a darle vuelta al arroz y me encuentro con la cocina prendida”, María evoca esos momentos de angustia con un fulgor especial instalado en su retina.
Lo que vino después resulta confuso para ella e incluso para Edwin.
“Yo grito y mi esposo entra, agarra el tanque de gasolina y le cierra la llave, yo le digo ¡papi suéltalo que se te va a explotar encima! Él me dice que saque a las niñas, las agarro por el brazo pero no me dio tiempo porque el tanque explotó”, así lo recuerda la mujer.
“Las niñas se me queman porque son muy apegadas a mí, yo pasé al lado de ellas prendido y las niñas se me acercaron y así fue que se quemaron”, así lo recuerda Edwin, que ayer se quejaba de frío en los huesos y fogaje en la piel.
La mezcla de pobreza y de condiciones adversas crea un coctel tal que generalmente termina estallando en accidentes domésticos. 4 miembros de una misma familia, acechados por la pobreza, sin casa, alimentados por la esperanza de una vida mejor, hoy están confinados a una unidad de quemados.
Edwin recibió la peor parte y el 65 % de su cuerpo presenta quemaduras de segundo grado, Sharick, la nena de 2 años reposa en una camilla al lado de su hermana y de su madre en un cuarto a parte de la mismo unidad, Sharick presenta quemaduras en un 50% de su cuerpo, Kiana en el 40% y María en el 10% que fue la menos afectada, por obra y gracia de la providencia Isaac se encuentra sano y salvo gracias a unos guineos.
“Para el papá y la niña Sharick el pronóstico es reservado, la otra nena y la mamá están un poco mejor. Ahora hay que esperar para que se estabilicen alrededor de 10 días. Hasta el momento están todos controlados, las quemaduras no son eminentemente profundas, en todos ellos son quemaduras de segundo grado, ninguno ha presentado hasta ahora síntomas de infección, no hay órganos comprometidos”, afirmó el cirujano plástico Heriberto Vargas, quien luego agregó, “Lo que se tiene que prevenir es el riesgo de infección latente y una posible falla renal”.
Los gastos de todos los cuidados, medicamentos y tratamiento en general de esta familia que sobrevive en medio de la extrema pobreza los está cubriendo la Secretaría de Salud Departamental aliada con el Distrito y la IPS Universitaria. “Estamos haciendo un acompañamiento completo a esta familia, yo vengo como un familiar más preocupado por su salud, hay dos nenas con quemaduras serias y es muy triste que esto suceda justamente en la víspera de la Navidad. Los preocupante es que luego de la recuperación hospitalaria viene una recuperación en casa y eso amerita unas condiciones higiénico sanitarias especiales que obviamente esta familia no las tiene”, aseguró David Peláez, secretario de Salud Departamental.
“Ellos son para mí como la sagrada familia, mira que la mamá se llama María. Esta es una tragedia muy dura, pensando en la época, estamos en Navidad, este es un cuadro muy doloroso, sobre todo por su condición social y cuando salgan de aquí no tienen a dónde ir. No se necesita que pasen estas cosas para despertar, para sensibilizarnos, porque sino no hemos entendido el mensaje de la vida”, aseveró Merly Menco, directora del Camino.
Para estas menores que hoy sufren un dolor físico y emocional enorme, en estos días de Navidad no hay villancicos, no hay novenas, no hay dulces ni regalos, en medio de una fría sala de un hospital van a recibir la Nochebuena combatiendo el dolor, la angustia y la tristeza.
Desde estas páginas, EL HERALDO envía un mensaje de solidaridad a todos los colombianos de buen corazón, para que en esta época de alegría y de amor, de paz, de compartir entre los seres queridos, no olvidemos a estas niñas y a esta familia que pasa por una durísima prueba y los acompañemos colocando un grano de arena para que cuando se recuperen de este dolorosos trance Edwin pueda cumplir su sueño de aprender a leer y a escribir y porqué no, conducir ese taxi con el que cree puede mejorar la calidad de vida de su familia, para que estas niñas puedan acceder a una vivienda digna donde logren recuperase de la mejor manera y no tengan que volver a ese barrio de invasión, a aquella cocina peligrosa que un día les robó la Navidad y por poco le roba los sueños.
Por Carlos Polo