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La cara del conflicto armado en Colombia, que poco a poco se va develando en medio de los acuerdos de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, tiene que ver con las familias de los cerca de 7.000 guerrilleros que han sido protagonistas de 52 años de guerra, que están cerca de reinsertarse en la vida civil.

En ese lado de la historia están los padres, hermanos e hijos que los dejaron de ver cuando se fueron para cualquier montaña de Colombia detrás de una ideología, en algunos casos, o, en otros, solo para huir de la realidad en que vivían.

Elisa Castro, quien tiene un poco más de 20 años de pertenecer a las Farc y tres de estos manteniéndose en el departamento de La Guajira, vive ese sentimiento a diario ya que dejó a su hija menor cuando apenas tenía dos meses de edad. En ese momento se enlistó en las filas guerrilleras en los Montes de María. Dice que fue algo difícil, pero de su gusto.

Tiempo después se enteró de que otro de sus hijos, Ronald, el mayor y hoy con 35 años, entró a las filas guerrilleras sin que ella lo supiera.

'Los dos estábamos en el Frente 37 de las Farc, pero en comisiones diferentes. Yo no sabía', contó Castro. Un día se enteró de que él había seguido sus pasos y ella pidió que les permitirán estar juntos, lo que le fue concedido.

Vida guerrillera

En medio del ambiente de paz y de familiaridad de la Vigilia por la Paz realizada a finales de octubre por organizaciones sociales y las Farc en la vereda La Y de las Marimondas, en el corregimiento de Conejo, jurisdicción del municipio de Fonseca, la guerrillera dejó a un lado sus labores para contar parte de su historia.

'Yo no quería que mi hijo fuera guerrillero, sino que estudiara y tuviera una carrera, pero ahora lo apoyo y aquí estamos, como lo que somos: una familia… junto a los otros compañeros a quienes también consideramos parte de la familia', explicó Elisa.

Dijo que su padre Ernesto (abuelo de Ronald) ya era guerrillero y dos en la familia eran suficientes.

Recuerda que a ella no la reclutaron, sino que se fue 'enamorando' de lo que veía en el grupo guerrillero cuando su papá la llevaba desde pequeña a los campamentos. 'Él me visitaba en el departamento de Santander, donde vivía; a veces iba al campamento, me quedaba con él dos o tres días y poco a poco me fue gustando, hasta que me quedé'.

Su cara refleja la felicidad que siente por estar con su hijo y porque hace poco también pudo encontrarse con la pequeña que dejó con una familia amiga, por espacio de 14 años.

El encuentro fue posible por las negociaciones de paz y el cese al fuego definitivo que está en vigor entre el Gobierno y las Farc desde el 29 de agosto, tras el acuerdo alcanzado luego de casi cuatro años de diálogos en La Habana.

No más guerra

Por eso se identifica con las madres que han visitado los campamentos o han hecho vigilias y movilizaciones con el fin de encontrar a sus hijos guerrilleros.

'El mensaje para toda la población colombiana es que nos colaboren, que no queremos tomar más las armas y que por eso necesitamos que sigan apoyando el proceso, entre otras cosas para que todas esas madres puedan encontrar a sus hijos', manifestó Elisa, abrazada a Ronald.

Él, quien se amputó una mano en un accidente con una mina hace ocho años en Caquetá, también se siente contento de tener a su madre cerca y sueña con ser programador de computadores cuando se reintegre a la sociedad.

'Es una gran expectativa la que tengo con los proyectos económicos que nos han planteados y espero, allá afuera, estudiar y aportarle a la sociedad', señaló.

Su accidente fue atendido por médicos guerrilleros y después de eso siguió trabajando normalmente en las filas de las Farc en labores que se lo permitían.

'Tuve la oportunidad de irme, pero no quise porque he visto muchas personas lisiadas o discapacitadas que son discriminadas, no consiguen trabajo, no tienen ingresos, mientras que aquí no siento eso', explicó.

Madres invisibles

Con 30 años en la guerrilla y también sin ver a su familia, por más de la mitad de ese tiempo, Fabio Bohórquez, del llamado Bloque Martín Caballero, afirmó que las mamás de los guerrilleros 'son las madres invisibles'.

Dijo que cuando había combates siempre los medios mostraban a las madres de los soldados llorando, pero 'nunca a las de los guerrilleros' sufriendo por sus bajas.

'Ellas han sufrido mucho, no solo por las muertes, sino por la ausencia y tienen mucho miedo, pero esas barreras se están derrumbando', señaló al manifestar que están 'contentos con el proceso de paz'.

Reconoció Bohórquez que el miedo es una de las barreras que deben derrumbarse con el Acuerdo de Cuba, 'para volver a creer en la dirigencia, en nosotros mismos, pero sobre todo en la familia'.

Mientras esto pasa, ahora se espera que el nuevo convenio firmado en La Habana entre el Ejecutivo y la guerrilla sea aceptado por todo el país y que de una vez por todas se llegue a la paz.