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Futian, distrito de la ciudad de Shenzhen, se alumbra al caer la noche y la lluvia. Por la calle Hongli Road se respira tecnología y sitios de compras. Estefanía Fajardo
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Shenzhen: de la pesca a los smartphones

Lo que era un pequeño pueblo se convirtió en la ciudad cuna de grandes potencias tecnológicas gracias a una reforma económica y a la forma de ver la vida de sus habitantes.

*Enviada especial

No hay tiempo para mucho arreglo, tampoco para comer o hablar. Con lo básico les basta para vestirse, pronuncian las palabras rápido y devoran los alimentos en menos de cinco minutos.

Tan rápido como las jornadas de sus habitantes pasan las luces de Shenzhen, en China. Su presentación ante el visitante o turista es el reflejo de haber crecido vertiginosamente, porque bien lo dice el lema de su gente: “el tiempo es vida y la eficiencia es dinero”. 

Las luces que adornan sus calles y árboles revelan una ciudad moderna y joven. Nadie, llegando desde Guangzhou por tierra o aterrizando en su nuevo aeropuerto, imaginaría que hace unas décadas era un pueblo de pescadores.

Ubicada en la provincia de Cantón y con cuarenta años de existencia, Shenzhen se abre paso en el campo tecnológico. Tal es el protagonismo que ha tomado que es considerada por los expertos como el Silicon Valley de China. Su capital electrónica.

Bajo la batuta de Deng Xiaoping, máximo líder del país en ese momento, se anunciaron reformas históricas en China. En 1978 se dio el gaige kaifang, conocida como la reforma y apertura.
“Él escogió ciudades costeras de China para probarlo. Shenzhen fue una y así fue como comenzó su desarrollo”, explica Sergio Leung, guía turístico de la ciudad. 

Se crearon entonces cuatro zonas económicas especiales: Shenzhen, Zhuhai, Shantou y Xiamen. Fue el primer paso para experimentar con economías reformistas, esto con el fin de modernizar su territorio. Una política de puertas abiertas.

Antes de la política no tenían nada especial en la ciudad ubicada en el sureste chino, coinciden varios de sus habitantes. “Hace cuarenta años fue un pueblo de pescadores en el que había solo 100 mil habitantes, ahora hay casi 20 millones”, cuenta Leung. Ahora lo tienen todo. O por lo menos eso buscan día a día.

En medio del cantonés, el chino y algo de inglés, una voz con acento latino se abre paso en el lobby de un lujoso hotel. Frente a un piano tan moderno como la Shenzhen de hoy, está el cubano Ariel Pérez Garabito. 

Lleva cinco meses en territorio asiático y, aunque no sabe hablar ninguna lengua nativa, cautivó al gerente del hotel con su talento musical a través de videos en las redes sociales. Cada noche él es el centro de atracción de los visitantes con su traje de gala y rodeado de luces 

Al ver un turista latino no duda en hablarle. Le recuerda de dónde vino, dice. Su saludo artístico es entonar Despacito, aquél éxito de Luis Fonsi y Daddy Yankee que cruzó fronteras y que incluso ya los chinos se saben. Apoyado en una tableta, en su piano rojo salen las notas del sabor caribeño que disminuye las 13 horas de diferencia horaria entre Colombia y China. 

Ariel Pérez Garabito, pianista cubano residente en Shenzhen. Estefanía Fajardo

Tecno

 Shenzhen tiene una posición importante en China e incluso es admirada a nivel mundial por su rápido desarrollo. La estrategia principal de la ciudad conocida como el Delta del Río Perla es obtener esta evolución a partir del mercado de equipos de telecomunicaciones, computadoras y electrónica, su principal industria manufacturera. 

“Aquí están las fábricas de ZTE, la oficina sur de Lenovo, Badoo, TCL (de Alcatel), Huawei, y también empresas de tecnología que no son tan famosas mundialmente, pero sí en China”, sostiene Leung. Efectivamente es ahí donde se fabrican cerca de la mitad de smartphones del mundo teniendo en su territorio a más de 6.000 industrias de dispositivos electrónicos.

Huaqiangbei es la plaza para hacer las compras de electrónicos al precio de por mayor, mientras que Dong Men old Street es para comprar la ropa y zapatos.

En esta ciudad nacieron, por ejemplo, tres empresas líderes en su sector. Desde telefonía hasta drones, pasando por aplicativos de comunicación.

Huawei es una compañía global fundada en el centro de esta metrópoli en 1988 y trasladada en 2003 a Dogguan, parte de la provincia de Cantón, con el fin de su expansión. Su enfoque es en dispositivos, incluidos teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras portátiles y wearables. 

Esta empresa, segunda en la comercialización y producción de celulares inteligentes, cuenta actualmente con más de 12.000 patentes resultantes de su inversión global. Su expansión fue a la par de la ciudad que la vio nacer precisamente por esas políticas: tiene 284 laboratorios, que utilizan un área de 58 kilómetros cuadrados.

Otra empresa reconocida en el sector de la tecnología es DJI. También ‘made in Shezhen’ y líder en el mercado de drones. Fue fundada en el 2006 por Frank Wang junto a sus amigos Jinying Chen, Zhihui Lu y Chuqiang Chen.

Lo que empezó con el triunfo en un concurso de robótica y la comercialización en un almacén de familia lo ha llevado a ser el mayor productor y vendedor de drones del mundo teniendo el casi 80% del mercado. Con la alta precisión técnica, sus creadores pasaron de 20 a más de 2.800 empleados en cuestión de 12 años. Tal como sus drones y la ciudad que los vio nacer: volando.

Tencent, creadora de WeChat, aplicación de mensajería, también nació en Shenzhen. La innovación ha sido la bandera de esta ciudad y de estas empresas.

Muchas de las fábricas se ubican en el distrito de Longgang. En la imagen la línea de fábrica de Huawei. Estefanía Fajardo

Vida diaria

 El salario promedio en Shenzhen es de US$1.000. Superior comparado con ciudades más pequeñas o de segundo nivel que ganan entre 600 y 800. Aunque sea un poco más alto, no es viable que la mayoría de personas, sobre todo jóvenes, compren vivienda debido a que, en promedio, el metro cuadrado en el centro de la metrópoli cuesta cerca de US$20.000, aunque el arrendamiento redondea los US$200.

De las 400 personas clasificadas en la Lista de los más ricos de China del 2017, 43 se encuentran en Shenzhen.

En el campo de la construcción, Leung cuenta que los nativos “se inspiran en Hong Kong para desarrollar las propiedades”.

Por las calles se ven marcas de automóviles de otros países. La explicación es que las marcas chinas hacen autos grandes como camiones y buses, los de las familias son marcas de Japón o Alemania, aunque las fábricas están en China. “Es una cooperación. Aquí ofrecemos la tierra y la gente”, explica el guía.

Desde el año 78 hasta el 2015 esta ciudad fue separada en dos zonas: zona de la economía especial, donde está el centro de la ciudad, y la zona normal. Ahora muchos prefieren vivir en la periferia y alejarse del ruido del centro, donde confluye todo, especialmente la tecnología.

Los planes están trazados. Aspiran a tener 33 líneas del metro en operación con una longitud de 1.335 kilómetros para el 2035.  Con esto buscan mejorar el tránsito dentro de la ciudad y fomentar los enlaces con ciudades cercanas, como Hong Kong.

Es precisamente esta ciudad la que sirve de modelo para los ciudadanos y el desarrollo de Shenzhen. “Los cantoneses siempre queremos algo nuevo, eso en parte es por la fuerte influencia de Hong Kong”, advierte Leung. Es por ello que en sus billeteras hay una tarjeta de visa color azul para ir a Hong Kong y Macao.

No en vano esta ciudad tiene como principal atractivo turístico La ventana del mundo, un parque temático con 130 reproducciones de algunas de las atracciones turísticas más famosas del planeta que van desde la Torre Eiffel hasta el Taj Mahal. Una coincidencia de nombres que brinda la idea de lo que es Shenzhen: una ventana que tiene vista al mundo de la tecnología, la innovación y el desarrollo vertiginoso de una sociedad.

Lago ubicado en Longgang, distrito perteneciente a Shenzhen, en China. Estefanía Fajardo
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