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Óscar Arnulfo Romero es desde hoy es primer santo de Centroamérica.
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Monseñor Romero “la voz de los sin voz”

El mártir salvadoreño, quien fue declarado beato en 2015, este domingo será canonizado como santo por el papa Francisco.

Monseñor Óscar Arnulfo Romero era un arzobispo tradicional, conservador y cercano al poder antes de transformarse en el más encendido defensor de los marginados, con una contundente oratoria que denunció la injusticia social y desconcertó a la ultraderecha de El Salvador.

Defensor de una Iglesia con “opción preferencial por los pobres”, fue declarado beato el 23 de mayo de 2015. Pero sus compatriotas lo consideraban santo desde mucho antes, y hoy el Vaticano lo proclamará como tal.

“Lo conocí muy bien, era un hombre tímido, introvertido, pero eso no significa que no tenía personalidad, sabía tomar decisiones”, declaró a la AFP el obispo emérito de Santiago de María, Orlando Cabrera, de 80 años, quien convivió con Romero desde 1965.

Poseedor de un lenguaje sencillo para hablar con los campesinos, pero lapidario con dureza ante las injusticias, el beato Romero se convertirá “en el primer santo y mártir que canoniza un papa por defender los derechos humanos”, destacó Cabrera. 

Romero se constituye en el referente de lo que el papa Francisco llama “Iglesia de salida”, que abandona la comodidad de los conventos y sale en busca de los pobres en sus comunidades.

“La Iglesia de salida que dice el papa, aquí en El Salvador ha sido muy real en los años 70 y 80, y ciertos sacerdotes (casi una veintena) fueron asesinados, matados por gente que iba a misa”, declaró a la AFP el jesuita Jon Sobrino, prominente defensor de la teología de la liberación.

“Con monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”, resumió en marzo de 1980 el sacerdote y filósofo jesuita Ignacio Ellacuría, asesinado por el ejército salvadoreño junto a cinco sacerdotes más en 1989.

Pablo VI también será Santo

Pablo VI, el pontífice que condenó la píldora anticonceptiva, también será declarado Santo hoy por el papa Francisco.

La curación de un bebé en el vientre de su madre, en el quinto mes de gestación es el segundo milagro que se le ha comprobado por la Iglesia. La madre corría el riesgo de abortar por una patología que habría podido comprometer su vida y la del feto.  

Su primer milagro también fue la curación de un bebe en gestación. Lo que reafirmó la postura de la iglesia católica de condenar el aborto. 

Persecución y magnicidio

En la defensa de los pobres y los perseguidos, el beato “se quedó solo”, afirmó su hermano Gaspar Romero, quien recordó que otros obispos apoyados por grupos poderosos iban a Roma a pedir que le cesaran como arzobispo.

Los intentos por acallarlo comenzaron el 18 de febrero de 1980, cuando la radio católica YSAX fue dinamitada.

Poco después, el 10 de marzo de ese año, cuando Romero oficiaba misa en la Basílica del Sagrado Corazón, fue hallado un maletín con 72 candelas de dinamita, suficientes para volar no solo el templo sino la cuadra completa. El explosivo fue desactivado.

Horas antes de consumarse el asesinato, la ultraderecha diseminó una hoja volante en San Salvador para criticar al cura al que tildó de “el sátrapa Romero”, y acusó de “calumniador, mentiroso y con una mente infame”.

Justamente la víspera de su asesinato, monseñor Romero hizo un dramático llamado a los soldados a desobedecer órdenes de disparar contra el pueblo: “Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.

Al anochecer del 24 de marzo de 1980, Romero fue abatido por un francotirador mientras oficiaba misa en la capilla del hospital Divina Providencia, en el norte de San Salvador.

El magnicidio polarizó aún más a los salvadoreños que luchaban por mejores condiciones de vida, e hizo estallar la guerra civil que duró 12 años (1980-1992) y cobró la vida de al menos 75.000 personas.

En 1993, una Comisión de la Verdad de la Naciones Unidas señaló como autor intelectual del crimen al mayor del Ejército Roberto D'Aubuisson, ya fallecido, fundador de la entonces gobernante Alianza Republicana Nacionalista (Arena, derecha).

Los asesinos nunca fueron llevados a la justicia y permanecen impunes.

El asesinato de su amigo, el sacerdote jesuita Rutilio Grande, junto a dos campesinos, en marzo de 1977, cambió profundamente su visión y adoptó la denuncia de la injusticia como su bandera. 

Según el libro Martyrologium Romanum, que contiene la lista oficial de los santos y beatos de la Iglesia, han sido proclamados casi 10.000 santos. 

Colombia tiene una santa, quien fue la madre Laura Montoya, y los otros países suramericanos en los que hay santos son: Ecuador, Chile, Perú, Argentina, Paraguay y Brasil. 

Las razones

1. Fue declarado mártir de la iglesia, al haber sido asesinado por “odio a la fe”, motivo por el cual fue beato sin la necesidad de un milagro.

2.  La curación inexplicable de la salvadoreña Cecilia Maribel Flores, que sufrió síndrome de Hellp mientras estaba embarazada.

El largo camino para llegar a ser santo

El candidato a santo de la Iglesia Católica debe recorrer un largo camino para alcanzar la gloria de los altares: siervo de Dios o mártir, beato y finalmente santo.

Antiguamente los santos eran proclamados por “vox populi”, es decir por aclamación popular. Pero luego, para evitar abusos, la Iglesia estableció esas tres etapas y los obispos asumieron la responsabilidad de iniciar el proceso con una investigación sobre la vida de los candidatos.

La propuesta para iniciar una causa de beatificación –como se llama el primer paso– generalmente se presenta una vez pasados por lo menos cinco años de la muerte del candidato.

El obispo de la diócesis donde el candidato ha vivido y donde tiene ya cierta “fama de santidad” por sus obras y sus acciones, es el encargado de cumplir o hacer cumplir los requisitos. Reúne los testimonios de personas que lo han conocido, averigua los principales aspectos de su vida, que debe ser ejemplar, y recoge sus escritos.

Un tribunal diocesano, creado para el caso, evalúa toda la información y la envía, si lo merece, al Vaticano, más precisamente a la Congregación para las Causas de los Santos, conocida popularmente como la “fábrica de santos”.

-Siervo de Dios:

En la Congregación, teólogos y expertos analizan nuevamente la documentación y luego de una reunión de cardenales y obispos donde se examinan los casos, el papa puede firmar el llamado “decreto sobre la heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios”, es decir la Iglesia lo declara “siervo de Dios”.

- Beato:

Con este decreto se abren las puertas a la beatificación, el segundo paso. Para ello se deberá comprobar que intercedió en un milagro cuando ya había fallecido, que debe ser comprobado además por un equipo de médicos, teólogos y expertos que colaboran con la Congregación.

En julio del 2017 el papa Francisco aprobó que se puede llegar a ser beato y luego santo si ha ofrecido la propia vida para salvar la de otros. Por lo que para el caso de monseñor Romero no fue necesario documentar un milagro para declararlo beato. 

-Santo:

Para ser santo, el Código de Derecho Canónico exige la comprobación de un segundo milagro ocurrido después de la beatificación. Para monseñor Romero fue necesario comprobar un solo milagro: la curación inexplicable de la salvadoreña Cecilia Flores con síndrome de Hellp mientras estaba embarazada.

La mayoría de los trámites para beatificación y canonización duran en promedio de 30 a 50 años. Algunos hasta siglos. 

Monseñor Romero es auxiliado al pie del altar, tras ser baleado por un francotirador.
El padre Antonio...un homenaje de Rubén Blades

El padre Antonio y su monaguillo Andrés es una canción del panameño Rubén Blades, que forma parte del álbum Buscando América, de 1984. 
El tema es un homenaje al monseñor salvadoreño, Óscar Arnulfo Romero, quien fue asesinado el 24 de marzo de 1980 en San Salvador. 

El padre Antonio Tejeira vino de España,
buscando nuevas promesas en esta tierra.
Llegó a la selva sin la esperanza de ser obispo, y entre el calor y entre los mosquitos habló de Cristo. 
El padre no funcionaba en el Vaticano,
entre papeles y sueños de aire acondicionado; y fue a un pueblito en medio de la nada a dar su sermón, cada semana pa' los que busquen la salvación.
El niño Andrés Eloy Pérez tiene diez años.
Estudia en la elementaria “Simón Bolívar”.
Todavía no sabe decir el Credo correctamente; le gusta el río, jugar al fútbol y estar ausente.
Le han dado el puesto en la iglesia de monaguillo, a ver si la conexión compone al chiquillo; y su familia está muy orgullosa, porque a su vez se cree que con Dios conectando a uno, conecta a diez.
Suenan las campanas un, dos, tres,
del padre Antonio y su monaguillo Andrés.
Suenan las campanas otra vez
del padre Antonio y su monaguillo Andrés.
El padre condena la violencia.
Sabe por experiencia que no es la solución.
Les habla de amor y de justicia, de Dios va la noticia vibrando en su sermón: suenan las campanas: un, dos, tres
del padre Antonio y su monaguillo Andrés.
Suenan las campanas otra vez
del padre Antonio y su monaguillo Andrés.
Al padre lo halló la guerra un domingo de misa, dando la comunión en mangas de camisa.
En medio del padre nuestro entró el matador y sin confesar su culpa le disparó.
Antonio cayó, hostia en mano y sin saber por qué.
Andrés se murió a su lado sin conocer a Pelé; y entre el grito y la sorpresa, agonizando otra vez estaba el Cristo de palo pegado a la pared.
Y nunca se supo el criminal quién fue
del padre Antonio y su monaguillo Andrés.
Pero suenan las campanas otra vez,
por el padre Antonio y su monaguillo Andrés.

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