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Con un disfraz de fantasía desfiló la reina del Carnaval de la 44, Valeria Rocha. Christian Mercado
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Batalla de Flores del Recuerdo: En la 44 bailaron por la no violencia

203 grupos folclóricos desfilaron en la Batalla de Flores del Recuerdo. Comparsa de mujeres violentadas, un indio sin escudo y un caimán en silla de ruedas son algunas historias.

El brillo y el color inundaron desde tempranas horas de la tarde la calle 74 con carrera 44, en La Troja. Faltaban 30 minutos para las dos de la tarde y un masivo público ya se encontraba a la espera de las flautas de millo, los tambores, las papayeras y los picós. Con un desfile de motos disfrazadas de negrita puloy inició la Batalla de Flores del Recuerdo ‘Sonia Osorio’, mientras que los asistentes se entonaban con agua, maicena y espuma. 

Además de los locales, desde Cundinamarca, Meta, Bolívar, César, Córdoba, Santander y Antioquia llegaron al desfile danzas que enriquecen el patrimonio nacional. En total fueron 203 grupos folclóricos los encargados de poner a bailar y a aplaudir a los espectadores. A ello se le suman carrozas, tráilers musicales de emisoras de la ciudad y disfraces individuales y colectivos. A lo largo del trayecto la Policía instauró vallas para mantener el orden y seguridad del evento. 

Así pues, el folclor de la región se mezcló con joropo, las polleras con vestidos llaneros y las palanganas de dulces palenqueros con frutas del interior del país. Proveniente de Magdalena, el Gusano Gigante de Zapayán ‘salió del río’ con un legado de tradición. La danza nació en 1999 imitando el tren de las antiguas fiestas patronales de los pueblos ribereños, según explicó su director, Rafael de la Cruz. 

Una hilera de 22 bailarines hacía movimientos ondulados en un vestido naranja con pelos como los del ciempiés. Era un gusano bailador que seguía el ritmo de la tambora. Así resaltaron danzas de tradición en las filas dicharacheras: el Paloteo con la historia de una guerra en los golpes de sus palos, los fuertes movimientos del mapalé, el asalto del caimán cienaguero a las damas y las morisquetas del Son de negro.

Y sonaba también la flauta e millo, el alegre, el llamador y la maraca. Con ese compás, Petrona Martínez, de 85 años, movía la pollera de chifón de un lado a otro sonriendo al público, “como cuando era joven”. Era una de las 30 señoras de la tercera edad que con cumbia se gozaran el Carnaval en la comparsa Yo también tuve 20 años, que es el resultado de la unión de dos grupos: Damas del Folclor de Cartagena y Años dorados. 

Ellas llevaban en el ritmo de sus pies la experiencia de vida y a su majestad la cumbia, que en el desfile contó con pocos representantes en cumbiambas. En general, las danzas de tradición no fueron, esta vez, las protagonistas del recorrido carnavalero. El resplandor de la fantasía llenó de brillo las calles de inicio a fin, como por mandato real. 

Encima de una carroza de cumbiamberos brilló Valeria Rocha Forero, reina del Carnaval de la 44, con su Fantasía real, nombre del traje rojo de dos piezas con un tocado y un burro de plumas blancas. Después de ella fueron apareciendo las otras beldades de esta fiesta: los reyes infantiles Salomé Blanco Cueva y Diego Gil con sus vestidos de coronación, y el rey Momo vitalicio, Osman Torregrosa. 

A ellos y a los grupos los custodiaban disfraces individuales y colectivos que reflejan el ingenio y creatividad del barranquillero. El payaso Willy se llevó el picó como luto de las “últimas verbenas de Carnaval después del Código de Policía, el cacique de la junta llegó con las canciones de Diomedes Díaz, los guerreros de la jungla, las negras bullangueras y muchos más.

Gusano Gigante de Zapayán, Magdalena.

Por la no violencia

En un blanco impecable alrededor de 100 mujeres de todo el departamento cerraron heridas a punta de baile. Todas han sido víctimas de violencia de género y desde hace 17 años se unieron para llevar en las carnestolendas un ejemplo de vida desde la comparsa La paz es mujer.

Un grupo de hombres de Puerto Colombia danzó como Negras alegrías en alusión a las palenqueras.

Inclusión y fantasía...

“Dignidad, inclusión y derechos es nuestra consigna. Sabemos que desde las mujeres podemos construir la paz y hoy vinimos para buscar compañeros que se unan a nuestra no violencia contra la mujer”, expresó Emma Flores, directora de Movimiento Social de Mujeres, donde surgió el grupo. 

En sus rostros pintados de colores, en sus risas y sonrisas se esconde un testimonio de vida que quieren o ya han superado. Uno de ellos es el de Doris Mantilla Rueda. Hoy tiene 42 años, pero desde los ocho fue violentada por actores del conflicto armado en su natal Aracataca, Magdalena. 

“Lo más difícil es aceptarse como víctima, porque te hacen creer que tú eres la culpable. Durante ese tiempo el dolor me causó tres isquemias cerebrales. Pero cuando me desplacé lo pude superar, perdoné y me reconcilié conmigo misma”, afirma en medio del jolgorio. Las lágrimas ya fueron reemplazadas por alegrías, tanto que dice perdonar a los guerrilleros que abusaron de ella. 

Actualmente estudia psicología, cuida a sus dos nietos mientras sus dos hijos trabajan y desde la Fundación Humanos con derecho, que ella misma creó, genera estrategias de educación para poblaciones vulnerables. Iba desfilando con un vestido de la bandera colombiana, con la esperanza de la paz en sus ojos.

Juan Sánchez le imprime una enérgica actitud a su disfraz de indio caribeño.

Un indio sin escudo

En la comparsa Indios Caribeños todos llevan escudos excepto Juan Sánchez, quien sostiene la lanza con su brazo izquierdo, el único que le queda.

Hace cinco años tuvo un accidente automovilístico cuando manejaba un camión en la vía a Malambo salió disparado de la cabina por la ventana del conductor, perdiendo su extremidad a la altura del hombro. 

Sin embargo, esto no lo detiene para seguir gozando las fiestas del Carnaval que no se pierde hace 26 años. El padre de cuatro hijos lleva una moneda de cien entre los dientes “pa’ vacilarla y ponerle ambiente”. 

Se demora pintando su cuerpo 40 minutos con la ayuda de uno de sus compañeros de comparsa. Luego se coloca collares, un arete en la nariz y tintura de rojo el lugar en donde perdió el brazo. El disfraz se finaliza con la actitud y decisión con la que asume el personaje. 

Hoy en día, Sánchez, de 54 años, se rebusca cuidando un parqueadero en el barrio Cordialidad y bailando para la gente en los eventos del Carnaval.

La banda Pilanderas de Ponedera.

Show callejero desde Ponedera

En el trayecto, una banda de cuatro personas repite la canción una y otra vez entre el público. Emerson toca los tambores, Fabián las maracas, Jeremy canta desde un micrófono conectado a un parlante que cuelga de su cuello y Teno tiene una caja con marionetas. Dos de las muñecas muelen el maíz, otra prepara el bollo mientras la última mueve sus manos ofreciéndolo desde una palangana miniatura. 

Mami tengo flojera / los bollos más sabrosos los tengo en Ponedera / pila, pilandera/ pone, Ponedera/ véndele a la vendedora / los bollos más sabrosos los tengo en Ponedera. Así canta Jeremy, quien es natal de Venezuela, a los espectadores sentados frente a las vallas quienes les aportaban con monedas al grupo. Cada diez pasos se repite el mismo cantar.

La banda se llama Pilandera de Ponedera y según el grupo “rescata la tradición del municipio atlanticense y su festival del bollo”. 

Esta agrupación lleva tres años seguidos viniendo al Carnaval de la 44, sin embargo sus padres llevan más de 20 mostrando el folclor tradicional del municipio en las fiestas carnestoléndicas. 

“De la música nos ganamos la vida y gracias a ella estamos aquí, para alegrar a la gente y mostrar la cultura de nuestra tierra”, cuenta Teno, quien mueve los hilos de las muñecas con sus manos desde detrás de una caja de madera.

Edgar Orellanos, director de la comparsa Caimán Currucuchi que viene de Ciénaga, Magdalena.

El caimán con ruedas

Edgar Orellanos es el director de la comparsa Caimán Currucuchu de Ciénaga (Magdalena). Lleva una peluca roja con gris, pintalabios y un vestido floreado naranja que le llega a los tobillos y deja ver la silla de rueda en la que se transporta. 

En el año 94, el cienaguero recibió un disparo luego de una disputa verbal. El tiro le atravesó la espalda y le daño cuatro nervios. Sin embargo, continúa su participación de 31 años en el Carnaval, acompañado por su mujer y dos hijas, desde un lugar al final de la procesión desde donde supervisa los pasos de los bailarines.

Las comparsas siguieron pasando hasta la noche a su llegada a la Plaza de la Paz donde continuaron bailando en el maratónica sábado de Carnaval.

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