Se acerca la temporada de vacaciones de mitad de año y tanto Barranquilla como el Atlántico se preparan para recibir a por lo menos 220 mil visitantes en este período, impulsados por la oferta ecoturística, gastronómica y cultural disponible que se ha promovido a través de la estrategia ‘Ven, Vive Barranquilla, Vive Atlántico’.
La ciudad se viene posicionando en el turismo de eventos y negocios, un segmento que le ha permitido reactivar la economía y recuperar poco a poco los niveles de empleo registrados antes de la pandemia con la gestión para la atracción de grandes encuentros de diferente orden.
En tanto que los municipios han logrado potenciar sus perfiles turísticos conforme a su vocación y su zona geográfica en el territorio atlanticense.
La oferta es variada y comprende una serie de experiencias de sol y playa, gastronómicas, culturales, artísticas, pero hay una que especialmente está marcando la pauta y es la ecoturística.
Recorrer cada rincón de este pequeño departamento debe ser un propósito para quienes lo habitamos, pues es una manera de apostarle a impulsar el crecimiento y contribuir a fortalecer la economía de sus habitantes.
Desde este mes de junio hay una opción más para visitar y es el Parador Turístico de Luruaco, ubicado sobre la Cordialidad. Una obra que si bien se inauguró en 2018 sufrió los efectos de la pandemia en los dos últimos años y presentó deterioros importantes que se subsanaron con un plan de inversiones del operador y que supervisa la Gobernación del Atlántico para generar nuevos atractivos.
Este espacio, que cuenta con un mirador desde el cual se aprecia la Laguna de Luruaco, tendrá lo necesario para convertirse en un nuevo punto de visita obligada en el departamento, en el que se podrán disfrutar de actividades náuticas y de senderismo.
Da gusto ver cómo los municipios le han seguido el paso a la ruta de trabajo que acertadamente ha marcado la gobernadora Noguera y su secretaría de Desarrollo Económico, con estrategias claras y definidas que han logrado identificar los potenciales de cada población, pero sobre todo convocar a sus habitantes para aunar esfuerzos y desarrollar productos turísticos sostenibles y de largo aliento que garanticen un impulso económico local y de generación de empleo e ingresos para las familias atlanticenses.
El turismo comunitario bien llevado, con respeto por el entorno y que proteja las riquezas naturales, como se está haciendo en el Atlántico, es una industria con un alto valor que merece todo el apoyo de propios y foráneos.