Ayer se conoció una de las sentencias más esperadas en la historia reciente de España, en la que se decidía la suerte de cinco jóvenes sevillanos que en 2016, durante las fiestas de San Fermín en Pamplona, se turnaron en la entrada de un edificio para tener sexo con una muchacha de 18 años. Hubo felaciones y penetraciones vaginales y anales; al finalizar, la dejaron en el suelo, semidesnuda, y se llevaron su celular.

La joven los denunció por violación, lo que dio paso a un proceso judicial que se conoce como el ‘caso de ‘La Manada’, por el nombre del chat que mantenían los presuntos agresores (entre ellos un policía y un guardia civil) y en el que se jactaron de su ‘hazaña’.

El caso trascendió las fronteras españolas y se volvió un asunto de interés internacional, no solo por las circunstancias escabrosas en que se produjeron los hechos, sino porque los abusos contra las mujeres es un tema sobre el que, por fortuna, existe cada vez más conciencia en las sociedades.

Nada más conocerse ayer la sentencia, decenas de miles de personas se volcaron en las calles de las principales ciudades españolas para protestar contra lo que consideraron una aberración judicial.

Pese a que la Fiscalía y la acusación popular habían solicitado más de 20 años de prisión para los jóvenes por lo que interpretaban –al igual que la mayor parte de la sociedad– como una violación, la Audiencia Provincial de Navarra no consideró probado dicho delito al no encontrar en la chica “golpes o desgarros” y condenó a los sevillanos por “abusos sexuales”, aplicándoles la pena máxima para este tipo delictivo, de 9 años.

Los magistrados invocaron la jurisprudencia de que, para alegar agresión, es preciso demostrar una violencia o intimidación capaces de quebrar la voluntad de la víctima. Consideraron que tal intimidación no se produjo en este caso, pese a que la propia sentencia señala entre los hechos probados que la muchacha sintió un “intenso agobio que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad”.

El polémico fallo aviva con toda su crudeza el debate sobre el límite entre el sexo consentido y el forzado. La muchacha alegó, sin éxito, que se sintió intimidada, que estaba ebria e indefensa y que no tuvo más opción que someterse.

El sentimiento general de que hubo violación se acrecentó hace dos días al trascender un mensaje en el chat de ‘La Manada’, en que uno habla las futuras acciones del grupo: “¿Llevamos burundanga? Tengo reinoles tiraditos de precio para las violaciones”.

Queda aún la posibilidad de apelación al fallo. Menos mal.