Una insólita modalidad delictiva está haciendo carrera en Barranquilla y sus alrededores. Se trata, ni más ni menos, que el secuestro de motocicletas, uno de los múltiples ejemplos de que la creatividad de los delincuentes no tiene límites.
La creciente demanda de este tipo de vehículos, que en la mayoría de los casos es la solución a la movilidad o la herramienta de trabajo de miles de personas, ha traído consigo el aumento de los hurtos. Las autoridades informan que en 2019 fueron robadas 1.362 motos en Barranquilla, 144 más que en 2018.
Hasta hace poco los criminales se contentaban con vender los vehículos a reducidores que luego comercializan las partes en el mercado negro. Sin embargo, se ha vuelto una práctica cada vez más extendida el pedir rescate por el vehículo hurtado.
La razón, por supuesto, es económica. Mientras que las ganancias por una moto robada, vendida para ser desarmada, es de aproximadamente 300 mil pesos, los rescates pueden triplicar esa cantidad.
De nuevo, y como hemos repetido en este espacio a propósito de muchas de las múltiples modalidades criminales que azotan a la ciudad, no bastan los diagnósticos. Se precisa de una persecución sin cuartel de las bandas que operan en los diversos sectores, las cuales, en su accionar, ponen en serio riesgo la vida de las víctimas que suelen resistirse a los atracos, toda vez que los vehículos constituyen una parte importante de su patrimonio.
Pero, la eficacia que les exigimos a las fuerzas policiales no puede concretarse sin el apoyo de la ciudadanía. Al respecto, las autoridades reportan que, con el objeto de recuperar las motocicletas robadas, las víctimas muchas veces optan por pagar los “rescates”, al mismo tiempo que se abstienen de denunciar los ilícitos, unas actitudes comprensibles en medio del shock que producen este tipo de hechos, pero que dificultan los resultados de la Policía.
Los propietarios de motocicletas, sin importar por cuál sector de la ciudad se movilicen, deben atender las recomendaciones de seguridad: acudir a parqueaderos reconocidos, utilizar marcación total, adquirir candados y cadenas y, si es posible, sistemas de localización GPS.
Por otra parte, es necesario que los ciudadanos se abstengan de adquirir repuestos en los mercados negros; esta práctica, que puede resultar más barata, es la que alimenta la industria criminal, además de ser en sí misma un delito.
Finalmente, el llamado a las víctimas es para que no paguen “rescates”, para que reporten de inmediato los robos, y para que formalicen las denuncias. Solo así, confiando en las autoridades y cerrándoles las oportunidades de negocio a los ladrones, se podrá erradicar este tipo de crímenes en Barranquilla y sus alrededores.