El talento es inagotable por estas tierras. Brota silvestre en cualquier rincón del Caribe colombiano. Puede ser un genio de las letras como Gabriel García Márquez, una diosa del mundo artístico como Shakira, una original creadora del mundo de la moda como Silvia Tscherassi, una carismática y aclamada actriz como Sofía Vergara, un medallista olímpico como Helmut Bellingrodt, Jorge Eliécer Julio o Anthony Zambrano, un campeón y MVP de Serie Mundial como Édgar Rentería, un basquetbolista que alcanza a jugar en la NBA como Jaime Echenique, un ganador de la Liga de Europa como Carlos Bacca, Falcao García y Rafael Santos Borré, o un finalista de la Champions como Luis Díaz.
Los ejemplos sobran y se necesitaría una semana de editoriales para reconocer a cada uno de esos talentos caribeños que se destacan al más alto nivel en diferentes campos, académicos, científicos, empresariales, musicales, artísticos, deportivos... cualquiera.
Después de que el barranquillero Borré alcanzara la gloria con el Eintracht Frankfurt, hace unas semanas en la final de la Europa League, anotando el gol del empate 1-1 ante Rangers de Escocia en 120 minutos de juego, y sellando la victoria en la definición por tiros desde el punto penal, un guajiro es protagonista en el más relevante torneo de clubes del mundo, la Liga de Campeones.
‘Luchito’ Díaz, otro personaje macondiano que se abrió paso en medio de las dificultades que, lamentablemente, muchas personas de extracción humilde encaran a diario en nuestro país, es el encargado trascender las fronteras, agarrar el tricolor nacional y ponerlo en lo más alto del fútbol mundial en estos días.
Ese muchachito larguirucho, con raíces wayuu, que nació y creció en el municipio de Barrancas, jugando trompo, bolita uñita y al escondido, hoy se encuentra en París, Francia, para disputar con el Liverpool la final de la Liga de Campeones ante nada más y nada menos que el Real Madrid, en el Stade de France, en Saint-Denis (2 p.m.).
Ese jovencito, que antes de su primera prueba en Junior los entrenadores vieron “muy flaquito para el fútbol” (hasta que, minutos después, entró a la cancha, empezó a jugar y convenció a todos), la está rompiendo en Europa en uno de los equipos más populares de Inglaterra y el mundo.
El amplio repertorio de gambetas y amagues que empezó a desplegar en las polvorientas calles de su pueblo natal y en todo el Caribe, se internacionalizaron y hoy es reconocido en todo el planeta.
La ‘Luchomanía’ está encendida especialmente en Colombia, donde ha ido ocupando el lugar de otros astros nacionales que están en su ocaso como Radamel Falcao García y James Rodríguez.
Borré, que saboreó la gloria de la Europa League que Bacca degustó tres veces, y Luis Díaz son esos disparadores de orgullo nacional que por 90, 120 (si hay alargue) o 140 minutos (si hay definición por tiros desde el punto penal), nos hacen olvidar las penas del país, pero ante todos son ejemplos esperanzadores y dignos de imitar.
Todo lo que viene haciendo ‘Luchito’ es la demostración, una vez más, de que mucho talento local es de talla global y que solo es cuestión de atreverse y de contar con un respaldo adecuado en todo el proceso de formación.
Lo de Díaz es inspiración para las nuevas generaciones que seguramente querrán imitarlo y superarlo. Sería bueno también que inspire a los gobernantes a mejorar las condiciones formativas, y no solo a tomarse una foto con el jugador y a entregarle una placa.
Ese semillero de talentos caribeños que surge espontáneamente tal vez sería mayor y mejor si se riega, si se abona, si se cuida. Mientras llega esa región y ese país ideal, algo que parece utópico, hay que disfrutar a Luis Díaz y atender su invitación tácita, más allá de las adversidades, a atreverse a trascender.