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La movilización de viajeros por tierra durante la Semana Santa en las principales regiones del país, entre ellas en el Atlántico, superó, y con creces, las más optimistas previsiones de las autoridades de transporte. El desplazamiento de millones de vehículos que originaron kilométricos trancones en las vías fue más que evidente en los ingresos y salidas de los destinos favoritos de turistas, y en particular en las insufribles casetas de peajes que, en la mayoría de los casos, no lograron responder la alta demanda de usuarios. En otras palabras, la operación éxodo, al igual que la de entrada a las ciudades de origen, fue un calvario, o lo que es lo mismo, estuvo a punto de ‘morir de éxito’. Flagrante falta de previsión que no se debe repetir.

Tras dos años de severas restricciones por la pandemia, entre encierros totales o parciales, para limitar la movilidad de las personas y disminuir su interacción social, la Semana Santa que acaba de concluir se consideró el tiempo ideal para el desfogue. Millones de colombianos, además de una gran cantidad de visitantes extranjeros –los que pudieron y tuvieron cómo, claro– viajaron por el territorio nacional para reencontrarse con familia y amigos, aprovechando el respiro que brinda el virus, así como los beneficios de la recuperación económica. Y por supuesto, lo hicieron al mismo tiempo.

De acuerdo con el reporte oficial del Ministerio de Transporte, más de 9,6 millones de vehículos circularon por las carreteras nacionales, un aumento del 16,8 % frente a quienes así lo hicieron en este lapso de 2021. En el Atlántico fueron 428 mil, cuando se esperaban solo 168 mil. Adicionalmente, casi tres millones de personas acudieron a las terminales terrestres del país, un 50 % más que los usuarios de hace un año. Dato tras dato, las estimaciones se superaron de forma significativa, también en el caso de los pasajeros aéreos que aumentaron 122 % respecto a la Semana Santa anterior.

La operación vial de la Semana Santa es cosa del pasado, pero resulta imprescindible extraer enseñanzas valiosas para evitar traumatismos en las movilizaciones futuras de los puentes festivos de mayo, junio y, como no, en las vacaciones de mitad de año. Lo primero, y más sencillo de implementar en el corto plazo, son mayores controles en los planes retorno para asegurar el flujo vehicular. Evitar congestiones cuando todos quieren regresar a casa exige una articulación eficaz entre las autoridades, bien sea policías o reguladores del tráfico, con Invías o los concesionarios de las casetas.

Es preciso poner en marcha medidas excepcionales como horarios de entrada según el último dígito de la placa, pagos anticipados del peaje, cobradores adicionales, demarcaciones especiales y sobre todo campañas de pedagogía sobre cultura vial para prevenir desórdenes de quienes a toda costa quieren pasar, irrespetando las filas. Sin regulación, ni controles, el de por sí desesperante regreso puede ser bastante peor. Lo segundo, y no menos importante, aunque mucho más complejo al igual que demorado, pasa por la construcción de dobles calzadas en corredores viales estratégicos que suelen transformarse en irresolubles cuellos de botella para los viajeros. Están identificados, pero poco se hace para resolver el berenjenal que desatan. No es sensato seguir apostando por desarrollos turísticos si no existen suficientes vías, o al menos están bien mantenidas, para garantizar movilidad segura.

Otro asunto que debe ser considerado, tanto en el nivel central como local, requiere determinación y celeridad para sacar de circulación a carros extremadamente viejos. Muchos de ellos transitan sin papeles ni revisiones técnico mecánicas: ¡amenazas rodantes frente a los que nadie actúa! No puede seguir siendo irrelevante el desastroso hecho de que las operaciones de salida y retorno o los dispositivos de regulación del tráfico vehicular en fechas especiales les queden grandes a los encargados de las mismos. Se necesitan soluciones reales y menos carreta. Sobre todo para zanjar las fatalidades en las vías, todas previsibles, que este año dejaron más de 100 fallecidos y casi mil lesionados. Lo de menos es que sean cifras más reducidas que las presentadas en balances anteriores. Igual es una tragedia espantosa que urge remediar con más responsabilidad y conciencia ciudadana, además de mejor infraestructura y seguridad vial.