Editorial

El Editorial | La encrucijada del confinamiento

Ante el imparable avance del virus en Barranquilla y su área metropolitana que afrontan un hipercontagio, se evalúan nuevas medidas restrictivas que ponen en jaque la subsistencia de los ciudadanos más necesitados que demandan ayudas sociales.

Barranquilla termina su tercera semana de medidas restrictivas adoptadas por el Distrito para detener la veloz propagación del contagio por covid-19 disparado desde mediados de marzo, sin que aún se observe un cambio en la incidencia del virus. El comportamiento atípico de este tercer brote, mucho más “agresivo”, elevó del 10% al 31% la positividad en menos de un mes, a 28 el número de pacientes ingresados a hospitalización cada día, y a 88% la ocupación de ucis que estaba en 54% a principios de marzo.

Datos incontestables que advierten sobre un hipercontagio durante las últimas semanas en Barranquilla, coincidentes además con el ascenso a un tercer pico nacional mucho más rápido e intenso caracterizado por el repunte de nuevas infecciones y fallecimientos, incremento de casos activos, usos hospitalarios y ucis que están provocando una enorme presión al sistema de salud en varias regiones afectadas por congestión creciente de servicios sanitarios, saturación hospitalaria y una implacable carga física y emocional sobre los profesionales del sector. 

La crítica situación que afronta Barranquilla y municipios del Atlántico, sobre todo los del área metropolitana, similar a la que atraviesan otros territorios del país, e incluso del mundo, nos ha sumido nuevamente en las agotadoras cuarentenas, confinamientos o toques de queda nocturnos o continuos: el nombre es lo de menos. Lo más relevante son sus devastadores efectos en las exiguas economías de los grupos más vulnerables a los cierres de su actividad productiva.

Trabajadores informales e independientes, pequeños comercios, billares y establecimientos nocturnos, entre otros, se encuentran golpeados como consecuencia de una determinación sensata que busca evitar el colapso de clínicas y hospitales desbordados por pacientes que buscan atención,  pero que supone un mazazo a la subsistencia de hogares que dependen del diario, los más apaleados por la profunda crisis económica derivada de la pandemia.

$2,6 billones equivalentes al 0,5% y 0,6% de su Producto Interno Bruto (PIB) perdió Atlántico por cada mes de confinamiento en 2020, mientras que 114 mil habitantes de Barranquilla se quedaron sin empleo entre marzo y mayo del año pasado. Estos datos de la Fundación para el Desarrollo del Caribe, Fundesarrollo, reafirman el tremendo impacto económico y social de las medidas de contención que son insostenibles en el largo plazo y deben considerarse como el último recurso para hacer frente a lo peor de la emergencia sanitaria. Con más de 3 mil contagios diarios y una escalofriante cifra diaria de fallecidos, 94 en el más reciente reporte, el Atlántico atraviesa lo más parecido a una debacle.

Evitar que la situación vaya a peor demanda un mayor esfuerzo de toda la ciudadanía. No solo en términos de cuidar la salud, también su economía. El Observatorio de Condiciones Socioeconómicas del Atlántico de la Universidad del Norte indica que si se decreta una prolongada cuarentena el 84% de los hogares barranquilleros solo alcanzaría a cubrir sus necesidades básicas durante dos semanas porque no tendrían ingresos para aguantar más tiempo.

El confinamiento general es una medida excepcional, y no puede convertirse en norma, pero parece inevitable volver a recurrir a él para frenar contagios, reducir el estrés hospitalario y descongestionar el sistema, en otras palabras salvar las vidas que hoy se están perdiendo por el desmadre de esta ola. Lamentablemente, el precio a pagar será muy alto porque la gente vulnerable terminará más empobrecida y la salud mental de quienes resienten el encierro mucho más deteriorada. Estamos frente a una encrucijada, sin duda.

A la pandemia no la detendrán las cuarentenas ni las restricciones. Cansados de lo extendido de esta crisis, los ciudadanos deben asumir que su fin no es inminente. Aún se requieren sacrificios adicionales, también del Estado y de los gobiernos locales, como nuevos auxilios solidarios o paquetes de ayudas para los más afectados si las medidas de contención se prolongan. Insistir en las limitaciones de una vida acechada por el virus es lo coherente para evitar que la situación siga fuera de control.

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