El Editorial | Indignación por parálisis de Transmetro
Transmetro, en menos de dos meses, vuelve a suspender su operación afectando a más de 65 mil usuarios. El sistema de transporte, que profundizó su crisis por la pandemia, no puede seguir dando tumbos sin encontrar salidas de fondo a su hueco financiero.
La nueva parálisis total de Transmetro, la segunda en menos de dos meses, ratifica que su profunda crisis sigue sin tocar techo. Y lo que es peor aún, no se vislumbran salidas de fondo que aseguren la sostenibilidad del sistema. Otra vez, más de 65 mil usuarios, que conforman principalmente la fuerza laboral de la ciudad, se han visto obligados a buscar soluciones de último momento para movilizarse, sobre todo en plena hora pico. Dificultad mayúscula que, con sobradas razones, provoca malestar e indignación por las afectaciones causadas, en particular a quienes no tienen cómo pagar dos o más pasajes para superar la contingencia. Si el transporte público de pasajeros es considerado un servicio esencial destinado a garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, resulta un despropósito que Transmetro se encuentre suspendido en Barranquilla y su área metropolitana.
Por donde se mire, este es, justamente, uno de sus mayores problemas. El Sistema de Transporte Masivo de Barranquilla y su área metropolitana no opera en la totalidad de los territorios que conforman esta conurbación. Nunca lo ha hecho. No ha habido cómo. Apenas lo hace en la capital del departamento, en Soledad –donde moviliza el 60 % de sus usuarios– y en el corredor universitario de Puerto Colombia, por lo que este crucial proyecto de movilidad, que arrancó a rodar en 2010, arrastra desde entonces un déficit de ingresos que se ha profundizado con el paso de los años. La pandemia hizo el resto. Los concesionarios Sistur y Metrocaribe sostienen que cada día pierden $112 millones y acumulan un hueco de $24 mil millones como consecuencia de la reducción del aforo de sus buses por la emergencia sanitaria. La mayor paradoja de esta nueva suspensión es que el buen ritmo de la recuperación económica impulsa, cada vez más, el número de usuarios que demanda el servicio, pero la crisis que arrastra impide mantener abierta la operación. Dicho de otra forma, si a los operadores no les entregan los recursos que exigen –ya les han desembolsado más de $42 mil millones, asegura el Distrito– mantendrán el sistema cerrado al margen de que la situación, por primera vez desde hace mucho tiempo, parecía mejorar. Difícil de comprender, pero es el principal argumento de las empresas que esperan garantías bancarias para reiniciar labores. Los recursos de la tributaria, que aún ni se ha empezado a discutir en el Congreso, si es que se aprueban, aún se demoran.
Los usuarios de Transmetro no merecen una incomodidad tan grande por cuenta de los operadores, el ente gestor, el Distrito, el Ministerio de Transporte y los demás dolientes de un sistema en crisis, que no resolverá sus problemas con bravuconadas, soberbias o ausencia de autocrítica. Pese a la habilitación de rutas temporales, los ciudadanos, que desean llegar a sus sitios de trabajo o volver rápido a sus casas para estar con sus familias, la pasan realmente mal. Sin detenerse a analizar el porqué de esta nueva suspensión del servicio, y ajenos a la desconfianza que dificulta acercamientos constructivos entre los responsables de superarla, el sentido de apropiación de la gente con su sistema de transporte corre el riesgo de desvanecerse. Un escenario extremadamente nocivo que nadie en Barranquilla debería consentir para no tener que verse, al cabo de un tiempo, en el espejo de problemas que afrontan otros sistemas de transporte masivo del país, cuyos usuarios expresan disgusto, apatía o desagrado hacia ellos.
El hueco financiero de Transmetro, de carácter estructural, muy anterior a la irrupción de la covid, no se soluciona con ultimátums ni presiones extremas, sino con reformas profundas al sistema, que debe ser eficiente, mejorar su calidad y ampliar su cobertura. Hay que abordarlas con espíritu de concertación y voluntad real de alcanzar consensos para arreglar las diferencias que surjan. Al Gobierno nacional, que insiste en etiquetarnos como la ciudad modelo de reactivación nacional, es pertinente recordarle que, como sucede con la inacabable historia de dificultades en el canal de acceso, no habrá cómo mover la economía local ni generar empleo si el sistema de transporte permanece cerrado. Esperamos su concurso, Transmetro necesita una intervención urgente.
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