¡Es la Mojana, estúpido!
La Mojana se siente abandonada. Y realmente lo está desde hace más de un año cuando se inundó casi por completo. Sus habitantes y dirigentes reclaman obras frente a la crisis, lo que les ofrece el Gobierno no les satisface. Se echa de menos un liderazgo constructivo.
Echando mano de anuncios que, a simple vista, parecen más de lo mismo, el Gobierno nacional procuró en las últimas horas conjurar la anunciada protesta indefinida de los habitantes de la Mojana. El traslado de ingenieros militares para evaluar la situación, la entrega de asistencia humanitaria, la puesta en marcha de ollas comunitarias y la búsqueda de una solución estructural hacen parte de las medidas reseñadas por el ministro del Interior, Alfonso Prada, en la Casa de Nariño. Nada nuevo bajo el sol, a juicio de habitantes de la subregión que no ocultan su desilusión. En consecuencia, hartos de la apocalíptica inundación que soportan desde agosto del año pasado, pero sobre todo decepcionados tras encuentros con funcionarios sin la menor capacidad decisoria, a los que califican “no de quinta categoría, sino de cincuenta”, autoridades, representantes de los sectores productivos y líderes sociales, dolientes de esta prolongada crisis social y económica, se mantienen firmes en su resistencia pacífica.
Este es un escenario que se podría haber evitado si el diálogo entre la dirigencia mojanera y el Gobierno nacional se hubiera manejado de forma distinta. Sería injusto atribuir la responsabilidad de la ruptura del dique en Cara 'e gato a la actual administración, pero pasados más de 100 días desde su llegada al poder no ha sido posible construir consenso para empezar a resolver esta emergencia que continúa agudizándose, con cerca de 100 mil damnificados en municipios de tres departamentos. Hace casi tres meses, el 25 de agosto, el presidente Gustavo Petro recorrió algunas de las zonas afectadas y propuso el Pacto por la Mojana. Anunció entrega de subsidios, reubicación de familias en predios de la SAE y compra de tierras para reasentar poblaciones enteras en terrenos no inundables, entre otras acciones respaldadas por la gente.
Muchas de esas iniciativas, aún sin hoja de ruta para su materialización, son las que echan en falta quienes se acogieron en Sucre, Córdoba o Bolívar al pacto del jefe de Estado. Otros expresan su malestar por el aplazamiento hasta en dos ocasiones del Diálogo Regional Vinculante de la Mojana, en el que tendrían cabida discusiones profundas sobre sus necesidades, y no faltan quienes se muestran inconformes porque, pese a haber elevado un detallado pliego de peticiones al Gobierno nacional, las principales solicitudes, en vez de respuestas puntuales encontraron nuevas evasivas, como si se tratara de relativizar la magnitud del desastre o de ganar tiempo de manera deliberada. Sea como sea, lo que queda claro es que a la comunidad mojanera se le rebosó la copa tras el fracaso de las últimas reuniones, lo que provocó la aparición en escena del ministro del Interior, portavoz del Gobierno nacional, quien insistió en el diálogo.
Ahora bien, ¿cuál será el punto de partida? O mejor aún, ¿quién tendrá la voz cantante? Porque, mientras el ministro Prada anticipa “apropiación de recursos de vigencias presupuestales” para ejecutar proyectos de inversión que garanticen soluciones estructurales, el director de la Ungrd, Javier Pava, insiste en que “la prioridad es la protección de la vida y no las obras”. Reubicar a las familias en zonas seguras es necesario, sin duda. ¿Pero, en dónde? En muchos de estos municipios, como en Sucre, Sucre, no se encuentra un solo pedazo seco. Ordenar el territorio alrededor del agua o preservar la actividad agrícola son acciones fundamentales para encarar la amenaza climática. También es esencial cuidar los recursos públicos para que no se los sigan feriando políticos y contratistas, como pasó en los últimos cuatros años, cuando se invirtieron $3,3 billones, 40 mil de ellos dizque en capacitaciones, para prevenir y atender inundaciones. ¡Hágame el favor! Se esfumaron como la paciencia de los mojaneros. Aquí no puede haber más excusas para que nuevos desaciertos, cortocircuitos y ligerezas les impidan solventar su crisis. Menos discursos y más liderazgo con hechos reales en beneficio de tanta gente sufrida.
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