Contra la indiferencia
Vencer la indiferencia es, quizá, el mayor desafío de nuestras sociedades. Y hacerlo no implica, necesariamente, rebelarse contra el sistema, sino asumir una posición mucho más activa de exigencia democrática.
Hace siete años, en medio de la espantosa crisis financiera internacional que siguió al derrumbe del banco Lehman Brothers, apareció en Francia un librito de apenas 64 páginas que sacudió a Europa por la sencillez y contundencia de su alegato contra la injusticia social.
El opúsculo se llamaba ‘Indignaos’ (Indignez-vous!, en el original francés). El autor, Stéphane Hessel, no era un joven impetuoso e iluminado, sino un venerable anciano de 92 años, exdiplomático y excombatiente de la Resistencia contra los nazis, que por su condición de judío conoció el horror de los campos de concentración hitlerianos.
Su panfleto sirvió de inspiración al movimiento español de los ‘Indignados’ –del que nació el partido Podemos– y a otras expresiones semejantes de protesta que se extendieron, sobre todo, por el sur de Europa, la zona más castigada por la crisis.
El encanto de los activistas de estas nuevas corrientes políticas con el viejo Hessel se hizo añicos poco después, cuando este anunció que en las siguientes elecciones francesas votaría, como era su costumbre, por el Partido Socialista. Sus admiradores pasaron de la estupefacción inicial a la desilusión absoluta, porque el partido por el que anunciaba su voto el patriarca formaba parte medular del ‘establishment’, ese mundo rancio contra el que ellos se rebelaban.
En realidad, Hessel no los engañó. Quizá el problema es que no lo supieron entender.
En su obra, Hessel se refería a los excesos del capitalismo y a la falta de control de los poderes financieros, asuntos que han preocupado a los propios pensadores económicos capitalistas desde el mismísimo Adam Smith, considerado el fundador intelectual del sistema. Frente a esos embates, el exdiplomático francés proponía el ejercicio personal de la indignación, sin entrar en mayores elaboraciones teóricas al respecto.
Esta es, quizá, la idea esencial que vale la pena rescatar de una obra, por lo demás, bastante elemental en sus análisis. El alegato de fondo que transmite contra la indiferencia, contra la pasividad, contra el hastío intelectual y emocional.
Vencer la indiferencia es, quizá, el mayor desafío de nuestras sociedades. Y hacerlo no implica necesariamente rebelarse contra el sistema, como lo evidenció el propio Hessel al votar por el candidato Hollande del denostado Partido Socialista.
Una de las formas que tenemos en Colombia, por ejemplo, para hacerlo es tomando cada vez más conciencia de nuestro papel de ciudadanos. Indignándonos contra la galopante corrupción que extiende sus tentáculos hasta los aspectos más nimios de la vida cotidiana. Y asumiendo una actitud exigente y participativa en las elecciones que ya calientan motores, más allá de la inclinación ideológica de cada cual.
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