La urgencia de parar la espantosa matanza en Gaza ha convertido al políticamente inviable plan de paz de Trump en un sapo que la comunidad internacional está dispuesto a tragarse.
Siendo honestos, la iniciativa de 20 puntos, revelada el lunes en la Casa Blanca durante la visita del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que en estos momentos está siendo evaluada por Hamás, se asemeja más a una fórmula de rendición impuesta que a un camino posible hacia la resolución final o definitiva del prologando conflicto entre Israel y Palestina.
Como el apostador por excelencia que es y basado en su enfoque transaccional de la política exterior, Trump ha puesto un ultimátum sobre la mesa para frenar la barbarie mediante un alto el fuego, pero sin garantías reales de futuro. ¡Tómalo o déjalo!, parece ser su consigna.
A pesar de que genera más dudas que certezas con relación a sus plazos, mecanismos de implementación o la factibilidad de un gobierno de transición, que estaría encabezado por el mismo Trump y el ex primer ministro británico Tony Blair, el hecho es que ha abierto una puerta que podría revelar un camino conducente a aliviar el sufrimiento de los palestinos.
De hecho, si las partes, principalmente Hamás, dan luz verde y se produce el retiro parcial de las fuerzas israelíes para la entrega de los rehenes en 72 horas y la liberación de presos palestinos, de manera inmediata se facilitará el ingreso y la distribución masiva de ayuda humanitaria. Eso para empezar. También se contempla la rehabilitación de infraestructuras, la reconstrucción de Gaza y hasta la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización.
En el fondo, más allá de las urgencias humanitarias que son incuestionables, el plan reafirma la ocupación israelí y blinda la impunidad de una masacre que deja ya más de 66 mil muertos en cerca de dos años. Quienes lo cuestionan, lo consideran injusto e ilegítimo. Quienes lo avalan, entienden que resulta inevitable sacrificar justicia a cambio de ponerle fin al horror.
En otros términos, ¿puede el plan de Trump acabar con este genocidio? Probablemente sí. ¿Garantiza una paz duradera en la convulsionada región? Absolutamente no. De ahí el dilema moral de países a favor del cese inmediato de las hostilidades, incluso a costa de desconocer una vez más los derechos fundamentales de los palestinos, a quienes no se les tuvo en cuenta en la elaboración de la propuesta. Ninguno de sus representantes legítimos participó en su redacción ni, mucho menos, se incorporaron sus reivindicaciones históricas.
La más relevante, la creación del Estado palestino, única salida sostenible que el derecho internacional ha defendido durante décadas: la coexistencia de dos Estados, con fronteras seguras y reconocidas. Y aunque la propuesta lo condiciona a la evolución del resto de sus componentes, Netayanhu ya dejó en claro que no lo hará nunca. Ni siquiera porque Israel tutelará con su aliado la iniciativa de paz que este concibió. En esas condiciones, lo que le ofrecen a Gaza es una especie de protectorado colonial sin derechos, representación o voz, mientras se transita hacia lo que el plan estima un diálogo para lograr coexistencia pacífica.
Por su parte, Hamás deberá entregar las armas y el poder. De hecho, su desaparición como actor político en la futura gobernanza de Gaza es un elemento central de la iniciativa, lo cual resulta imprescindible tras el cruel ataque terrorista contra Israel, el 7 de octubre de 2023. Pero el grupo islamista, determinado a destruir a Israel, como lo ha demostrado con creces, ¿estará dispuesto a dar un paso al costado sin más, a cambio de amnistía para su dirigencia?
Pronto lo sabremos. Lo más escalofriante es que si Hamás no acepta, Netanyahu, con el respaldo de Trump, continuará su operación de exterminio en Gaza. De manera que aunque esta no sea la mejor solución, es la única posible. Sobre todo, porque luego de que supiera que Trump obligó a Netayanhu a pedir perdón a Qatar por bombardear Doha, el mandatario ratifica que tiene las claves para que Israel le ponga fin al castigo colectivo sobre la Franja.