La moda tiene la capacidad de contar historias, y cuando estas nacen del corazón de una ciudad con tanto sabor, color y tradición como Barranquilla, el resultado no puede ser otro que un momento histórico. Así quedó demostrado en la presente edición de la New York Fashion Week (NYFW), donde una delegación barranquillera dejó en alto el nombre de nuestra ciudad y de paso el del país.
Por primera vez, Barranquilla fue protagonista en la prestigiosa pasarela Runway 7, una de las vitrinas más importantes del mundo de la moda. Hasta el icónico escenario del Sony Hall en Manhattan llegó el diseñador Kenn Kozz, quien presentó su colección titulada ‘Barranquilla’, una propuesta integrada por 10 piezas hechas a mano. Tejidas con paciencia y enriquecidas con materiales como nácar, cuero, cristales, canutillos y crochet, se tejió un relato de identidad en el que cada prenda terminó convertida en un homenaje a las danzas patrimoniales que año tras año llenan de vida el Carnaval de Barranquilla. En cada bordado, en cada silueta y en cada detalle, el público neoyorquino pudo sentir la fuerza de un territorio que no teme mostrar su esencia al mundo.
La participación de la diseñadora Flor Chaparro sumó un elemento esencial: el calzado artesanal que acompañó las piezas. Detrás de cada zapato hubo manos barranquilleras que pintaron, bordaron y moldearon con precisión. Más de 15 personas trabajaron para que cada ejemplar fuera único, demostrando que el talento colectivo también es protagonista en los grandes escenarios.
La delegación contó con una invitada de lujo, la reina del Carnaval 2026, Michelle Char Fernández, quien junto a las modelos barranquilleras Valeria Abisambra y Angie Gómez, dieron vida a los diseños en pasarela, bajo el styling de Juliana Trujillo y el lente del reconocido fotógrafo Francisco Gallo. Fue un equipo que trabajó unido durante cinco meses para mostrar al mundo una versión auténtica y sofisticada de lo que significa Barranquilla.
Más allá del esplendor y la vitrina internacional, este logro debe observarse como un verdadero logro para la moda costeña, porque es la confirmación de que el talento local, al conjugar toda su creatividad, disciplina y respaldo institucional, logra trascender fronteras. Así lo expresa Kenn Kozz: “Cada pieza le demostró al mundo de dónde somos, quiénes somos y lo que representamos”. Y es que este no es un hecho fortuito; hay que recordar que la moda llega a Colombia a través de Puerto Colombia, Atlántico, así como llegó la radio, la telefonía, el cine, la aviación y hasta el mismo fútbol. La moda surgió en Egipto; elementos como las gorras provienen de ese país africano como protector del inclemente sol. El primer diseñador que surge en Colombia es Toby Setton, de origen egipcio, quien a finales de los años cincuenta abre una fábrica de ropa con diseños originales en Barranquilla, donde verdaderamente surge la alta moda.
Desde la ‘Puerta de Oro de Colombia’ surgieron otros diseñadores prestigiosos como Claudia Gontovnik o la sucreña Amalin de Hazbún, quien se radica en la ciudad y en 1971 marca un hito al confeccionarle un vestido escotado a María Luisa Lignarolo Martínez-Aparicio, quien conquistó ese año el Reinado Nacional de la Belleza al marcar gran diferencia. Posteriormente, aparecen otros diseñadores como Alfredo Barraza, Francesca Miranda, Lina Cantillo, Judy Hazbún, Silvia Tcherassi, Beatriz Camacho, hasta llegar a otros más jóvenes como Kenn Kozz, quien lideró la propuesta barranquillera en el NYFW 2025.
La moda tropical con el lino y el estampado caribeño (Tropical chic) es una marca registrada de la capital atlanticense. La moda en Barranquilla se vuelve historia, contexto, presencia y territorio, porque este es el único lugar en el que tomamos las mochilas indígenas y las llevamos a la alta moda, algo que también sucede con las alpargatas o con una fiesta tan popular como el Carnaval, que Kenn Kozz la llevó a la alta moda con una decena de piezas únicas.
Desde estas páginas celebramos este hito con orgullo, toda vez que la moda no fue un simple accesorio en la pasarela neoyorquina, sino que terminó convertida en la voz de un territorio que sabe bailar, crear y sobre todo confeccionar sueños.
La tarea que queda por delante es aún mayor: fortalecer la industria de la moda local, abrir espacios de formación, incentivar la exportación de talento y consolidar alianzas que permitan a más barranquilleros brillar en escenarios internacionales.
Barranquilla brilló en Nueva York, y este logro debe servir de impulso para seguir apoyando a nuestros creadores, convencidos de que en cada aguja, en cada cristal y en cada tejido también late el alma de nuestra identidad currambera.