Una izquierda debilitada le puso el ‘tatequieto’ al avance de la ultraderecha en Francia, a costo de liderar una Asamblea dividida, lo que se constituye, sin duda, en un panorama inédito para el país en las últimas décadas.
La derrota de Marine Le Pen estuvo en las calles, donde el electorado de izquierda salió a votar con una participación histórica, cerrando filas o aplicando el llamado ‘cordón sanitario’ contra los candidatos ultraderechistas del partido Reagrupación Nacional.
Sin embargo, esa victoria tiene sabor agridulce, pues ahora la Asamblea está fraccionada en tres partes, por lo que la izquierda deberá lograr pactos para poder gobernar. En ese contexto, la incertidumbre permea las semanas postelecciones, pues ni siquiera se logró conformar una mayoría relativa que sea viable, sino que todo dependerá de la capacidad de negociación entre las grandes fuerzas –el formado por NFP; la coalición liderada por el ‘macronismo’, y el de la extrema derecha–.
La tarea será mucho más difícil de lo que parece, pues los tres bloques opuestos tienen programas e ideas que se contraponen. Además, para nada se debe subestimar el aumento de votos obtenidos por el RN de Le Pen con cada elección que pasa: 8 en 2017, 89 en 2022 y 143 en 2024, esta última con la ayuda de aliados.
Lo anterior solo dificulta más el diálogo y el mensaje a una voz de la alianza de izquierdas PFN, pues ya en 2022, cuando formó bloque bajo el nombre de Numes, terminó deshaciéndose por diferencias personales y políticas. Y es que son cinco partidos diferentes que ahora deben asumir el reto no de unirse para derrotar a la extrema derecha, sino para trabajar juntos y ascender a un primer ministro afín, que además ayude a implementar las necesidades de cada uno.
Eso significa entonces no solo incertidumbre, sino inestabilidad, lo que de cara a la comunidad internacional representa el estancamiento en varios temas álgidos como el apoyo militar a Ucrania, que Emmanuel Macron ha prometido en varias oportunidades, pero que ahora se ve confrontado por el definitivo No de Le Pen, quien ha dicho que su partido impediría que Kiev utilice armas de largo alcance suministradas por Francia y se opondría al envío de tropas francesas.
En otro frente se encuentra el debilitamiento de la figura de Macron, cuyo bloque central logró resistir con 163 escaños, aunque perdió unos 100 diputados. Le Pen ha dicho claramente que su batalla ahora será, en las elecciones de 2027, por “alcanzar el poder a través de la Presidencia y no a través del Parlamento”, lo cual significa que el actual presidente deberá evitar el desplome que lo llevó a la crisis actual.
En ese sentido, la presión aumenta sobre el mandatario por parte del NFP para que nombre a un primer ministro de ese bloque, que además asegura estar listo para gobernar pese a que aún no ha anunciado a un candidato mientras prosiguen las negociaciones internas. Esa facultad corresponde a Macron, si bien la Asamblea Nacional tiene después la capacidad de rechazarlo mediante una moción de censura.
Desde L a Francia Insumisa (LFI), su divisivo líder, Jean-Luc Mélenchon –que tampoco está 100 % descartado aunque ha prometido que no será un problema–, ha dicho que también tiene candidatos a proponer, como la jefa de su grupo parlamentario, Mathilde Panot.
El nuevo primer ministro, por tanto, debe ser una figura capaz de obtener el respaldo de más de la mitad de la cámara para asegurar la gobernabilidad, un umbral que se encuentra en los 289 escaños, muy lejos de los 182 logrados por el NFP (a los que se podrían añadir aún varios diputados independientes de izquierda).
Así mismo, la distancia con las elecciones legislativas, que se realizarán dentro de un año, también azuza el incierto panorama francés, en el que sí, Macrón logró evitar la llegada de la derecha al poder, pero todavía no una crisis política y social por cuenta de los recientes resultados y la falta de unificación entre las grandes fuerzas.