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La campaña presidencial, que estaba aburrida hasta el bostezo, de repente se ha animado con las últimas encuestas que vaticinan que habrá segunda vuelta y que en esta se impondría Enrique Peñalosa, el exalcalde bogotano, quien escogió como su fórmula vicepresidencial a Isabel Segovia, hija del exministro y exsenador cartagenero Rodolfo Segovia.

Peñalosa, quien viene de una seguidilla de derrotas electorales, no lo tendrá fácil. El exalcalde bogotano ganó la consulta de la Alianza Verde el 9 de marzo con más de dos millones de votos, superando de lejos los que en 2010 obtuvo el entonces ganador de la consulta verde, Antanas Mockus. Antes tuvo que imponer ese mecanismo democrático en un partido donde es minoría y en medio de la desaprobación de tal mecanismo por parte del grupo de los Progresistas del ya exalcalde Gustavo Petro, por la sencilla razón de que Peñalosa era partidario de revocarle el mandato al entonces alcalde bogotano, aunque últimamente había morigerado notoriamente esa postura para restarle un factor de hostilidad a su aspiración presidencial.

Resolver sus conflictos con los Progresistas será, por tanto, uno de los primeros desafíos de Peñalosa, si aspira a lograr la compactación de las fuerzas de la Alianza Verde. Los petristas, hasta hoy, a juzgar por lo expresado hace una semana por uno de sus voceros más autorizados, Guillermo Alfonso Jaramillo, se inclinan por el impulso al voto en blanco. Y las relaciones entre Peñalosa y Petro han sido muy tirantes.

No obstante, el buen augurio que le pronostican las encuestas a Peñalosa podría llevar a la obligatoria unificación de la Alianza Verde, a pesar de las desavenencias de este con Petro. Sin embargo, aún está por verse cuál será la estrategia de Petro tras consumarse, el miércoles, su destitución.

En todo caso, no es sencillo el escenario para Peñalosa: unificar al centro-izquierda supone limar muchas asperezas y superar prevenciones. Incluso por parte de quienes no son petristas, como la senadora más votada de ese grupo, Claudia López, que le ha dado a Peñalosa un apoyo con la advertencia clara de que, si intenta aliarse con el expresidente Uribe, ella pediría su expulsión del partido.

Una gran dificultad para la candidatura de Peñalosa es su carencia de maquinaria, por lo que solo un torrencial respaldo ciudadano en las urnas –que desbordara la poderosa maquinaria de la Unidad Nacional del presidente Santos– podría hacer factible el triunfo del candidato verde. Otro de los retos de Peñalosa será demostrar que tiene estatura de presidente y no sólo de buen alcalde.

Tras la espuma de los buenos augurios para Peñalosa, habrá que esperar sus propuestas y evaluar su desempeño en los debates con los demás contrincantes. De todos modos, ha resultado terapéutico para la contienda presidencial que saliera un competidor que sacase del sopor el debate electoral. Por supuesto, la expectativa también con Peñalosa es si será capaz de ofrecer a la Costa una propuesta superior a la de sus adversarios. Nuestra región anhela salir de la pobreza. Y anhela más autonomía para definir su propio desarrollo.