
Microempresarios que no se rinden pese a las adversidades
Un empresario del sector de las confecciones adapta su negocio a la realidad que impone la pandemia
La vida está llena de altos y bajos y son esas experiencias las que nos demuestran con qué valor estamos dispuestos a enfrentarlas”.
La frase se oye, a través del teléfono, en un tono de orgullo, pero al mismo tiempo cargada de humildad. Se cuelan por la llamada también algunos sonidos de máquinas de coser y muchas voces. Carlos Peláez está en la planta de confección donde se elaboran las prendas que le dan sentido a su empresa y a su marca Voltaje.
El hombre maneja un verbo enérgico, empático, pero pausado. Da algunas directrices a sus trabajadores y se dispone a atender, con calma, la llamada.
“Así ha sido desde que comenzó la cuarentena. No hemos dejado de trabajar un solo día. Siento que tengo el mejor equipo del mundo y creo que sin ellos nada de esto sería posible”, dice Peláez al describir lo que han significado estos tiempos de la pandemia para su empresa, sus trabajadores y por supuesto la actitud que ha tenido que asumir en este tiempo.
Cada uno de los empleados, destaca Peláez, “está cargado” de sueños y esperanzas y le recuerdan sus orígenes y de la forma en su familia los sacó adelante.
“Mi papá vendía mercancía en un carro de mula en Guacamayal (Magdalena), y con eso nos educó. Yo veo en mis empleados a mi padre tratando de sacar adelante sus proyectos y sus familias y eso es un combustible que alimenta el motor de la creatividad, sobre todo en este tiempo, donde se buscan todas las formas posibles para seguir vigentes y continuar trabajando”, narra Peláez.
El empresario barranquillero dice que siempre tiene presente la premisa de sacar al mercado productos de calidad y al mejor precio “para mantener el éxito” a flote, que en estos tiempos lo mide a través de las redes sociales, cuando sus clientes “llenan las bandejas de mensajerías con los encargos”.

“Así me ajusté”
Peláez, quien durante muchos años estuvo dedicado a la profesión del periodismo, destaca que durante toda la cuarentena no ha dejado de sacar nuevas colecciones cada semana.
“Todo esto ha servido para la reflexión y el compromiso. Logramos con esfuerzo sostener las nóminas, y hasta ahora no he retirado a ningún empleado. Estamos trabajando por redes sociales donde, los asesores comerciales están vendiendo y recibiendo los pedidos. Ha sido un proceso de aprendizaje y de mucha creatividad. Así me he ido ajustando a todo esto, a esta nueva realidad”, señala.
Si bien la planta de confección está produciendo menos, “nunca la hemos apagado”. Los 95 empleados “han asumido a la altura su trabajo” y aunque las 26 tiendas ubicadas en Barranquilla, Soledad y Cartagena están cerradas se las han ideado para hacerle llegar a sus clientes la información de los nuevos productos.
“El grupo de asesores venden y los pedidos son llevados las casas de los clientes, cumpliendo todos los protocolos de bioseguridad. Los compradores adquieren las prendas con las diferentes promociones que hemos ideado. Todo esto ha sido un estructuración. Y a esos pedidos le incluimos regalos, como tapabocas y bolsitos hechos por nosotros mismos”, narra el empresario.
En la actualidad, según Peláez, están produciendo 700 prendas diarias, entre camisas y bermudas. “La línea de jeans esta frenada, pero dentro de poco comenzaremos a cortar las telas”.
Peláez no duda en asegurar que lo que viene en esta nueva etapa dependerá de “la adaptación” de las personas y de los empresarios en los diferentes sectores.
“La confianza, la creatividad, la seriedad, la entrega de productos y la calidad -con un plus- son los nuevos pilares de esta nueva etapa. Nos toca ayudar a nuestros empleados en ese proceso de transición para hacer ese cambio de chip”, dice el empresario.
Mantiene empleos
“Una vida plana, pocas veces deja aprendizaje”, resalta Peláez al referirse a los cambios que se están dando. “Los tropiezos ponen a prueba muchas cosas. Yo no puedo salir corriendo a un rincón a llorar y decir que estoy quebrado. Yo dirijo un barco y tengo que llevarlo a un buen puerto”.
Asegura que muchas herramientas de su antigua profesión (periodismo) le ayudaron en esta oportunidad. “Recuerdo que no gozábamos de la tecnología de ahora y eso me llevó a preguntarme ¿cómo hacíamos un buen trabajo con tan pocos recursos? Hoy tenemos es que sacarle el jugo a todo lo que tenemos disponible”, dice.
“Nosotros tenemos una ventaja, como barranquilleros, y es que, sin dudas, somos optimistas, soñadores, y a todo le ponemos esperanza y tesón”.
El empresario está claro que cuando tenga que reabrir deberá tener solo a dos vendedores en los locales, pero no ha pensado en prescindir de los servicios de ninguno. “Estoy revisando el tema, pero por mi cabeza no ha pasado despedir a nadie. Todo esto es adaptación y creatividad. Allí veremos cómo los reubicamos”, afirma.