
Luis Patiño, un ejemplo de disciplina
El barranquillero tuvo una infancia lejos de sus padres, pero se las ingenió para cumplir su sueño en la MLB.
Fueron minutos eternos, llenos de angustia y de la inminente sensación de terror al encontrarse cara a cara con la realidad del conflicto armado en un retén ilegal. Carlos Patiño y Zulma Arzuza, con su bebé recién nacido de tres meses, quedaron aprisionados en la ‘red’ de una ‘pesca milagrosa’ tendida por las Farc en la vía San Jacinto-El Carmen de Bolívar. Hubo intercambio de disparos entre el grupo subversivo y miembros del Ejército Nacional que llegaron a la zona, por lo que la pareja, con el objetivo de buscar refugio y estar lejos de la lluvia de balas, decidió presurosamente esconderse debajo de un camión.
Ese día, los dos educadores, se dieron cuenta que tener a su retoño –el que el pasado 5 de agosto se convertiría en el primer lanzador barranquillero en debutar en las Grandes Ligas- en tierras donde predominaban los grupos al margen de la ley era todo un riesgo. Para alejar a ‘Luisfer’ de esa situación, el pequeño se quedó viviendo con su abuelo y su hermana mayor, Silvia, en una casa en el barrio San José, suroriente de Barranquilla, mientras que don Carlos y Zulma continuaron con sus labores por los distintos pueblos de Bolívar.
Luego de cumplir los tres años, para que tuviera otras actividades cuando saliera del colegio, el chiquillo Luis Fernando fue inscrito en una escuela de béisbol, guiada por Docty Jiménez, exjardinero de Caimanes, en el barrio La Victoria. Había días donde estaba muy entusiasmado por sacarle astillas al madero, pero también había otros donde no le interesaba para nada ponerse el guante.
“Con el Docty vimos una opción para que él iniciara en el deporte. Allá fue donde lo fundamentaron. Ya después, cuando fueron pasando los años, empezó a hacer carrera en las selecciones Atlántico”, recordó su padre, Carlos Patiño.
Con el pasar de los años, ‘Lucho’ empezó a enamorarse del fútbol y a convertirse en hincha fiel de Junior. Había días en que sus juegos se disputaban al mismo tiempo que un choque importante del onceno tiburón, un cruce inesperado ante el cual el joven pelotero le decía a su papá que iba a terminar rápido sus tareas en el campo para que lo llevara raudo al estadio Metropolitano.
“Nos abonamos e íbamos todos al estadio a ver a Junior”, dijo su padre.
‘Luisfer’ empezó a destacarse y a ser reconocido en el ambiente beisbolero de la ciudad y el departamento, aunque nunca integró o hizo parte de algún proceso de selecciones Colombia. Por aquellos calendarios el talento de Patiño, conocido hoy en el béisbol de Estados Unidos como ‘el Eléctrico’, se exhibía en puestos por fuera del montículo. No se hablaba de un brazo potente o de un gran repertorio para tirar en la zona de strike. Sus posiciones favoritas eran las de shortstop, jardinero central o tercera base.

Luis Patiño tomó una decisión que cambió radicalmente para bien su carrera: enfocarse en ser lanzador. Al principio la idea no le sonaba, según cuentan personas allegadas a su proceso de crecimiento, pero con el acercamiento del periodo de firmas por parte de las organizaciones de Grandes Ligas decidió darle un giro a su vida deportiva.
El joven lanzador, que por aquellos días era flaco y sin mucho músculo, tenía entre ceja y ceja el sueño de ir a Estados Unidos y parecía que nada ni nadie se le iba a interponer en su ruta hacia ese sueño. Luego de empezar a jugar para la escuela 11 de Noviembre, manejada por Erika Crisson y Luis ‘el Mello’ Sierra, Patiño se volvió sólido desde la lomita de los suspiros. De a poco los scouts empezaron a interesarse en su talento y en el control superlativo que tenía para tirar serpentinas cercanas a las 88 millas por hora.
“Cuando creció y tenía cerca de 14 o 15 años, él bateaba bastante, pero cuando se hizo un trabajo sobre cuánto corría en las 60 yardas, nos dimos cuenta que para una firma de shortstop tenía que correr más. La cuestión es que cuando lanzaba yo le veía la acción del brazo muy rápida y siempre tiraba strike. Era muy controlado. Le empecé a mamar gallo que se quedara lanzando (risas)”, expresó ‘el Mello’ Sierra.
El Torneo de Desarrollo de Béisbol que se realiza anualmente en Cartagena es para muchos el lugar ideal para que un joven pelotero criollo muestre potencial y logre captar la atención de los diferentes cazatalentos. Es una oportunidad de oro. De ahora o nunca, prácticamente.
Luis Patiño fue a la capital de Bolívar y no decepcionó. El serpentinero barranquillero jugó para los Atléticos de Tito Quintero, scout de la organización de Oakland, y se robó todos los reflectores luego de firmar nueve juegos ganados sin permitir carreras. Tras esa excelente actuación, las llamadas de agentes de franquicias de Grandes Ligas empezaron a llegar a los teléfonos de la familia Patiño Arzuza.
Luis Fernado fue invitado en enero de 2016 a una prueba para prospectos internacionales organizada por la MLB en República Dominicana, en la cual se hizo sentir y se ganó el interés de los Padres, que meses más tarde lo firmaron por 130 mil dólares.
“Luisfer me decía que no iba a durar mucho tiempo en Dominicana y así fue. Al mes y medio lo llamaron para que se fuera a la categoría Rookie de los Padres, en Estados Unidos. Siempre ha tenido metas muy claras y se empeña en cumplirlas”, explica su padre.
De ahí en adelante la fama y el talento de Patiño empezaron a crecer como espuma. El pitcher barranquillero, que sigue siendo hincha furibundo de Junior y admirador de Cristiano Ronaldo, se convirtió en el prospecto número 3 de los Padres y fue llamado al Juego de las Futuras Estrellas en 2019, una noticia que recibió cuando estaba compartiendo junto a sus padres en el dugout del estadio Lake Elsinore Diamond, en California.
Pero –antes de recibir la grandiosa convocatoria- a Patiño lo invadieron todos los temores. A pesar de la confianza que se tiene y el buen momento que vivía en el sistema de liga menor de los Padres, por alguna extraña razón pensó que esa mañana de junio su carrera iba a sufrir un grave golpe.
“Aquí fue. Me van a cambiar y será en frente de mis padres. Vinieron de Colombia para verme. Esto es una pesadilla”, pensó Patiño antes de atender la llamada de Sam Geaney, ejecutivo de la franquicia, quien sería el encargado de comunicarle que haría parte del grupo estelar de peloteros con un futuro prometedor que se juntaría en Cleveland.
“Recibir esa noticia fue un sueño hecho realidad. Confieso que estaba un poco nervioso de contestar el teléfono. Un poco asustado”, reconoció Patiño en diálogo con periodistas de la MLB.
La familia Patiño Arzuza no cabía de la dicha aquella mañana, pero con el pasar de las horas un pequeño problema intentó aguar la fiesta: los tiquetes que Carlos y Zulma habían comprado tenían fecha de regreso antes del Juego de las Futuras Estrellas. Para colmo de males, el dinero con el que contaban era escaso.
“Yo hablaba con mi esposa y empezamos a hacer las cuentas de cómo íbamos a hacer para no perdernos ese día. Aprovechamos una promoción y pudimos ir a Cleveland y ver a Luis Fernando. Fue una noche grandiosa y ahí nos dimos cuenta que todos los papás de los peloteros fueron a ver a sus hijos. Nosotros no nos podíamos perder ese juego”, recuerda Carlos.
“Cleveland fue una de las mejores experiencias que hemos tenido como familia. No hay palabras para describirlo. Estábamos muy felices de poder compartir ese momento con él”, agregó Doña Zulma.
‘Luisfer’, que lució unos ‘spikes’ (zapatillas de béisbol) coloridos con el escudo de Junior y sitios representativos de Barranquilla, no desentonó esa noche y dio un sonoro golpe de autoridad. Ratificó que estaba para grandes cosas.
“Desde que firmé con los Padres, siempre me propuse metas. Una de ellas era hacerme, más que todo, uno de los mejores jugadores de mi país. Es como hacer crecer el béisbol de dónde vengo”, dijo Patiño en su momento.
Rosa Michelle Pou, psicóloga de Padres, tuvo razón esa noche del Juego de Futuras Estrellas. Le había augurado que todo cambiaría para bien, pero que tenía que mantenerse humilde.
Así pasó. Recibió felicitaciones de todos lados y hasta le aumentaron sus seguidores en redes sociales, pero Patiño no dejó que la efervesencia del momento lo desastabilizara y se refugió en sus padres y su novia para seguir con los pies en la tierra.

Luis Patiño quería tener un salto de calidad en su carrera y para poder lograrlo estaba convencido de que debía entrenar con peloteros de Grandes Ligas en sus vacaciones.
El pitcher barranquillero, amante de los car audios y de diferentes ritmos urbanos, de personalidad alegre y jocosa, empezó a pensar en cúal debía ser el mejor camino a seguir para conquistar su objetivo. Don Carlos, su padre, le había conseguido un gimnasio cercano a su casa, pero el joven serpentinero se negó a entrenar ahí argumentando que él debía estar en uno en el norte de la ciudad, en el cual se fortalecían peloteros de la talla de José Quintana.
“Creo que fue algo lindo que me pasó a mí en mi vida. Compartir con una persona que antes yo veía por televisión es algo increíble que nunca pensé tener a corta edad. José Quintana para mí es como un padre. Yo con él nunca ponía un ‘pero’. Siempre me levantaba con ese ánimo de aprender de él”, contó Patiño en una entrevista con MLB.com.
“Aprendí muchísimas cosas de José: su calma, su paciencia y su forma de pensar. Eso es algo que me va a ayudar a mí a ser un mejor beisbolista”, agregó.
A principio de este año, antes de la pandemia por el nuevo coronavirus, Patiño fue invitado a los entrenamientos primaverales de los Padres. El barranquillero se tenía fe para ganarse un lugar, pero luego la organización de San Diego entregó la lista de los jugadores que tendrían acción en la temporada y su nombre no estaba, lo que ocasionó que el colombiano entrara en cólera.
“Yo le había dicho que lo más seguro era que no quedara, que tenía que seguir trabajando. Estaba muy dolido y enojado”, contó Carlos Patiño.
Lo que no sabía Patiño era que un par de meses más tarde, cuando se reanudara la temporada, los Padres sí lo iban a tener en cuenta. El lunes 3 de agosto le comentaron que iba a ser ascendido y esa noche, en un juego entre los Dodgers y los Padres, se dio cuenta que todo el tiempo lejos de sus padres, las horas que invirtió entrenando en un gimnasio al norte de Barranquilla con José Mosquera y Nabil Crismatt y su perseverancia para cumplir su sueño había valido la pena.
Patiño debutó dos días más tarde y se convirtió en el primer lanzador barranquillero en actuar en la MLB. Lanzó dos episodios completos, permitió tres imparables y tres rayitas. Ponchó a dos hombres y no concedió bases por bolas.
“En la casa, cuando le pegaron el jonrón, la mamá se puso mal, llorando y todo, imagínense eso, pero cuando lo llamamos lo escuchamos muy tranquilo, muy aplomado. Nos dijo que eso le pasaba a cualquiera. Él siempre ha estado con los pies en la tierra. Eso nos tranquilizó mucho”, aseguró su padre.
Lo cierto es que, a pesar del cuadrangular que le conectaron, Patiño dejó buenos comentarios por su actuación y ha seguido teniendo oportunidades para afianzarse en las Grandes Ligas. Una carrera que apenas comienza.