Maritza Rodríguez Araújo (Cartagena 1944) muestra el apostolado de enseñar a infantes los primeros pasos en el fútbol, en la cancha del barrio El Pueblo, y sin perder la dulzura de la sonrisa, admite: 'Dejé a mi esposo en casa sin ayudarle a su diálisis para estar en este entrenamiento, y dejé puesta las zaragozas'.
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El sol de justicia cae en el occidente de Barranquilla, nueve niños y una niña empiezan a hacer hilera en la sombra de un árbol de totumo, estiran piernas, corren en zigzag, y golpean uno de los tres balones que salió de una mochila descosida; a darle con la cabeza y bajarla con el pecho. Maritza, con el pito en la boca, pone el ejemplo de cómo hacer cada gesto técnico.
—Tienen que aprender a patear con las dos, dice ella.
—Maritza, pero aquí no somos zurdos, responde John Jairo, uno de sus aprendices.
—Hagan lo que más les gusta.
Más de cuatro décadas enseñando y promoviendo su escuela en El Pueblo la han hecho perder la cuenta de cuántos han pasado por sus manos. Algunos han llegado a Primera C y recuerda a José García, a cinco que llegaron a las divisiones menores del Sporting y Real Cartagena en 1991. Otros se han ido para diferentes clubes sin pagar derechos de formación.
'He perdido la memoria de tantos niños, niñas y jóvenes que han pasado por mis manos. A veces me los encuentro hoy como adultos y me dicen: Maritza, ¿no se acuerda de mí? Los miro y trato de recordar, pero no me alcanza. Y son ellos los que me cuentan los equipos, dónde jugábamos, los goles, las jugadas'.