El Heraldo
García Montero posa junto a la puerta acorazada de la bóveda de seguridad del antiguo banco donde hoy funciona el Instituto Cervantes. Sonia Pérez
Cultura

«El español debe convertirse en una lengua de cultura democrática»: Luis García Montero

El poeta Luis García Montero habla sobre los desafíos de la segunda lengua materna del mundo desde su cargo de director del Instituto Cervantes. «Lo que tenemos que plantearnos es qué significa el español para el siglo XXI».

En un edificio imponente, que en su día fue sede de un banco,  sobre la emblemática calle de Alcalá, funciona hoy el Instituto Cervantes, institución creada en 1991 para promover la divulgación del español y las culturas hispánicas en territorios donde este idioma no es la lengua materna. Al frente de este acorazado de más de mil funcionarios (la mayoría lingüistas) y sedes en 87 ciudades de 45 países, se encuentra, desde julio de 2018, el poeta Luis García Montero (Granada, 1958), uno de los más prestigiosos intelectuales de España.

P.

¿Por qué considera necesario conocer el español?

R.

El español es hoy el segundo idioma en interés para su aprendizaje. Es la segunda lengua materna del mundo, con 485 millones de hablantes, después del mandarín. Si se incluyen hablantes no nativos y estudiantes, es la tercera lengua, tras el inglés y el mandarín. También es la tercera más utilizada en internet. Hay un interés cultural, pero también económico, para conocer el español. Se calcula que en 2060 Estados Unidos será el segundo país hispanohablante del mundo, después de México. El British Council lo acaba de aconsejar a los ingleses como segunda lengua. En China, el español está siendo una lengua reglada en los estudios por sus posibilidades comerciales y económicas. A ello se suma que el español se está convirtiendo en una lengua fundamental de cultura y comunicación internacional. 

P.

¿Dónde hay en este momento más interés por el estudio del español?

R.

En nuestro centro en Nueva Deli, en India. En Asia hay un interés muy fuerte en el aprendizaje de la lengua. Lo mismo que en Europa, ya se estudia en bachillerato como lengua consolidada. 

P.

¿Qué papel juega el Instituto Cervantes con respecto a América Latina?

R.

Eso es muy importante. El español es una lengua que forma una comunidad. En los procesos de independencia, un lingüista y escritor tan significativo como Andrés Bello comprendió que había que ser defensor de la independencia de cada estado, pero que sería un empobrecimiento renunciar a la comunidad cultural que a través de los siglos y del mestizaje había conformado la cultura y tradición hispánica. A partir de Andrés Bello, la mayoría de los lingüistas y escritores se han esforzado por equilibrar las independencias económicas y políticas y la riqueza de una comunidad heredada. Por ejemplo, uno de los referentes que tengo claro es el poema de Rubén Darío a la señora de Leopoldo Lugones. Rubén Darío quiere ser cosmopolita, se le enfrenta al casticismo español y a la mediocridad del nacionalismo español, se va a París y desde ahí defiende el cosmopolitismo. Muchos escritores españoles lo siguieron como apertura a lo universal, pero en un momento determinado dijo: Esa apertura está bien, pero con una memoria compartida de tradición hispánica. Y se fue a vivir a Mallorca. Y en la epístola a la señora Lugones dice que él panhispanizó, que su comunidad era la española.

El poeta Luis García Montero en su despacho.
P.

¿Y esto cómo se traduce en las actuaciones del Instituto?

R.

 Por lo que se refiere a España, por su propio interés y por la consolidación de una cultura que tiene que responder a los retos de la globalización, se traduce en la toma de conciencia de que formamos parte de una comunidad mucho más amplia que nosotros mismos. Lo primero que hizo este Gobierno fue renunciar a utilizar el español como ‹Marca España›. Los españoles somos el 8% de hablantes de un idioma mucho más amplio, que traspasa fronteras. Eso nos obliga a sentirnos miembros, en condiciones de igualdad, de una comunidad que nos enriquece en su diversidad a todos. Por eso, buena parte de nuestros planes de cultura están desde aquí programados para extender en Europa y en el mundo la cultura colombiana, mexicana, peruana… Por eso hemos firmado convenios con las instituciones hermanas en otros países, como el Instituto Caro y Cuervo, en Bogotá. Por eso hemos animado la constitución de la plataforma Canoa, que hemos llamado así porque fue la primera palabra de la lengua originaria de origen taíno que entró en el idioma español. Está ya recogida en los diarios de Colón. A partir de ahí, se trata de crear, luchando contra cualquier tipo de tentación imperialista, una conciencia común hispánica que defienda a nuestros hablantes y sociedades en el panorama internacional. Las academias han abierto mucho el camino. Yo destacaría la labor de la dirección de la RAE de Fernando Lázaro Carreter y de Víctor García de la Concha, defensores del panhispanismo. Por ejemplo, hay una institución que ya lleva años trabajando, la Asociación de Academias de la Lengua Española, Asale. La RAE tomó la sabia decisión de que ella no podía hacer el diccionario de la lengua española y desde hace años lo que hay es un diccionario conjunto que se hace con todas las academias de la lengua española.

P.

¿Cuál es la relación del Instituto Cervantes con Colombia en concreto?

R.

En nuestro patronato está el Instituto Caro y Cuervo, y aquí tenemos una oficina de esa institución con la que colaboramos con actividades periódicas para difundir la cultura colombiana en España y para colaborar en nuestros centros en el exterior. En el patronato tenemos figuras como las escritoras Piedad Bonet y Laura Restrepo y la directora del Caro y Cuervo, Carmen Millán. Colaboramos, por ejemplo, en toda la programación que se va a hacer en la feria del libro de Madrid de este 2020, dedicada a Colombia, que es hoy el segundo país con más hispanohablantes después de México.

P.

García Márquez dijo en una ocasión que las academias son cárceles para el idioma. Incluso llegó a sugerir la abolición de la ortografía. ¿Qué opina de esto?

R.

La opinión de García Márquez, cuando incluso quiso eliminar los acentos o la utilización de la hache, fue llamativa. Yo le tengo bastante respeto a las academias, porque creo que el mundo necesita instituciones y que la palabra institución es inseparable de la palabra democracia. Ahora bien, a la academia hay que exigirle que no se sienta dueña del idioma y que no sea normativa para decir cómo tiene que hablar la gente. Porque, como repiten los académicos más inteligentes desde hace tiempo, los dueños del idioma son sus hablantes. Si huye de este carácter censor, una institución que esté dedicada al estudio y defensa del idioma es muy importante. Yo creo en el Estado y las instituciones, soy en ese sentido muy poco neoliberal. Libertad para que cada uno hable como quiera, pero que eso no sea una trampa para la imposición de la ley salvaje del más fuerte y que haya plataformas que pongan, por ejemplo, un tipo de lenguaje al servicio de intereses concretos.

El director del Instituto Cervantes, en el salón de encuentro dominado por una luminosa cúpula decorada por vidrieras.
P.

¿Cuál es el mayor desafío hoy para el español?

R.

Es preguntarnos con qué se identifica el español como lengua. Todos sabemos que hoy la lengua franca de los negocios es el inglés. Mucha gente ve el inglés como un vehículo para tener una conversación telefónica y cerrar un negocio, pero sin el calado sentimental y cultural que puede tener una lengua de cultura. A la hora de extender el español, no creo que haya que competir con el inglés como lengua franca. El prestigio del francés es que en el siglo XVIII fue un idioma de cultura. Lo mismo pasó con el alemán en el siglo XIX. Lo que tenemos que plantearnos es qué significa el español para el siglo XXI. Al convertirnos en una lengua de cultura yo añadiría el adjetivo democrática. En el mundo en que vivimos, nuestras identidades corren el peligro de convertirse en una invitación al muro, a identidades que entiendan al otro como amenaza. Al ser un idioma que pertenece a 23 países y culturas diferentes sin centro de ningún tipo, el español debería aspirar en el siglo XXI a convertirse no en la lengua franca de los negocios, sino en una lengua de cultura democrática. De entender la identidad como un espacio de diálogo, de reconocer al otro como una riqueza, de reconocer los procesos de mestizaje, que son importantísimos. Lo que hoy llamamos español nació en la Península en la zona latina donde se hablaba vasco. Los primeros testimonios escritos del español que se conocen están en las glosas emilianenses [del siglo X], que son traducciones de palabras latinas al vasco y al español. Los hablantes de latín en las zonas vascas hicieron que su lengua evolucionara para poder entenderse con los pobladores de lo que hoy es Cataluña, Castilla, Cantabria… Ahí surgió el español como lengua vehicular de entendimiento. Después, por razones históricas, buena parte del español se nutre del árabe. Más adelante, con el paso a América, el español se vio enriquecido con el contacto con las lenguas indígenas. En algunos procesos de colonización donde solo mandaba el poder económico, se extinguió  la lengua indígena. En el caso de España, entre otras cosas debido al poco progreso de la burguesía y a la fuerza de los poderes religiosos medievales, los procesos de colonización incluían el mandato del papa de cristianizar y evangelizar. Los misioneros se dieron cuenta enseguida de que se llega a la conciencia y al corazón de la gente en su lengua nativa mucho más que mediante la imposición de un idioma ajeno. Figuras como Bartolomé de las Casas o los misioneros, que hicieron los primeros diccionarios de lenguas indígenas, son propias de la cultura española. Cuando se produjeron los procesos de independencia, a principios del siglo XIX, solo hablaba español el 13% de la población. Curiosamente, algunas grandes guerras de exterminio de las lenguas indígenas se produjeron ya en el siglo XIX por las burguesías criollas independentistas. No estoy defendiendo que los misioneros españoles o que el imperio español fuesen buenos. Lo que digo es que su tipo de violencia y de poder tenía más que ver con el factor religioso que con el económico, y eso facilitó que se respetaran las lenguas indígenas más que en otros sitios. No creo en la inocencia del pasado, pero sí pienso que las condiciones históricas justifican entender nuestro idioma como una lengua vehicular. Y eso nos puede hacer comprometernos, más que con una reinvención quimérica del pasado, con un compromiso de futuro de defensa de la cultura como solución democrática.

García Montero recorrió con EL HERALDO las instalaciones del Instituto Cervantes, un edificio construido hace poco más de 100 años donde funcionó el Banco Español del Río de la Plata. Una de sus actuales joyas es la bóveda del antiguo banco, que hoy, con el nombre de Caja de las Letras, guarda legados de algunos de los grandes intelectuales y creadores hispanoamericanos. El poeta muestra (foto) la caja de Gabriel García Márquez, que contiene una arqueta con tierra de la casa donde nació el escritor en Aracataca y una placa con el primer párrafo de ‹Cien Años de Soledad›. Esta cámara ha sido utilizada para el rodaje de la exitosa serie española ‹La casa de papel› y para muchos otros proyectos cinematográficos por su vistosidad.

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