
Dani Yako, el fotógrafo que retrata a la Argentina desolada
En la trilogía que culmina con ‘Exclusión’, el maestro del fotoperiodismo retrata a personas en situación de calle.
Todos los días Dani Yako camina entre 5 y 7 kilómetros por las calles de su natal Buenos Aires. No utiliza ningún medio de transporte y hace 10 años que no maneja carro. Por un problema de la vista el gobierno lo obligó a renovar cada año su licencia de conducir, y un día se cansó de hacerlo. Hasta el 2019 trabajó como editor de fotografía en el diario Clarín, lo que lo obligaba a montarse cada mañana en transporte público; pero dejó de hacerlo y no está más en sus planes, en parte por la pandemia y en parte, dice, porque ya no quiere.
La última serie de su ciclo Trilogía de la Argentina desolada, titulada Exclusión, la concluyó así, entre julio y agosto de este año, caminando por las zonas de la Recoleta y Palermo con su pequeña Contax T3, los ojos por los que mira mejor.
Para darle forma inicial a su ciclo se acercó —en Extinción— a la crisis laboral de su país en los 90’s, y en El Silencio, la segunda serie, hasta el barrio del mismo nombre donde se dedicó a mostrar la desocupación producida por la pobreza y la vida de personas alrededor de un basural entre el 2005 y 2015.
Ambas muestras fueron publicadas como libro con prólogo del periodista y escritor Martín Caparrós, quien le sugirió el nombre a su tercera entrega o cierre de ciclo: Exclusión.
“En principio lo llamé La Calle”, dice Yako en entrevista con EL HERALDO, “pero Caparrós me dijo que el nombre del proyecto era este, porque ahí están los excluidos, los que se quedaron por fuera del sistema”.
Si en Extinción Yako retrató a los trabajadores de las fábricas y del campo con sus gestos contraídos bajo el sol y las manos o pies agrietados, manchados o embarrados en medio de sus faenas diarias, y en El Silencio mostró cómo una comunidad crecía entre la basura, los residuos y las casas de tablas, en Exclusión hace lo propio con los habitantes de la calle, pero sin mostrar la cara de los retratados.
“Las primeras fotos con esta consigna de que no se viera el rostro, fueron hace 10 años. Quise mostrar las formas que adquiere la gente envuelta o cubierta viviendo en la calle. Y no es que antes no haya fotografiado a gente de la calle sin que se le vea el rostro, pero me di cuenta de que no verlo, y con las formas que van adquiriendo, nos hacía pensar que todos podemos ser esa persona. Es la idea de una identificación más grande. No tener donde dormir, no tener un lugar donde guarecerme y estar refugiado es una pesadilla mía desde pequeño. Entonces creo que la fuerza de este trabajo y parte de lo estético está en la posible identificación, en que cada uno puede ser esa persona”, explica el fotógrafo desde Buenos Aires.

Prepararse para sufrir
Dani Yako (1955) fue uno de los invitados al reciente Festival Gabo No.8, que se desarrolló entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre en redes sociales. En el evento participó como maestro del taller “Fotoperiodismo: edición y gestión de proyectos en la ‘nueva normalidad’”, en el que se abordó, como lo explica su presentación, la conceptualización de proyectos de largo aliento, la edición de la narrativa fotográfica y la búsqueda de plataformas para su circulación.
Yako evalúa la situación del fotoperiodismo en la actualidad y dice que quien quiera ser reportero “tiene que estar preparado para sufrir”.
Entre 1996 y 2019 dirigió el departamento de fotografía de Clarín, uno de los medios más leídos en lengua castellana. Allí llegó a tener más de 100 personas a su cargo, de los que a su salida quedaban al menos 20. “No sé si haya trabajo para los fotoperiodistas en el futuro o habrá para muy pocos. Muchos periódicos han cerrado los departamentos fotográficos. Hay una gran necesidad de imágenes pero muchas vienen de Instagram”.
Como editor de fotografía dice que aprendió a “motivar a la gente, a negociar con los editores de textos los espacios para la fotografía y a tratar de hacer un periódico lo más interesante posible, cosa que hoy en día en el papel es muy difícil”.
La consciencia sobre la situación del medio impreso no se opone a su gusto por el papel. “El formato del libro en papel es lo que más me interesa. Leo en Kindle, leo mucho en digital, pero nunca he disfrutado un libro de fotografía en computadora. Los libros impresos circulan, se preservan, tienen relectura, creo que es un formato que todavía puede sobrevivir. Ya te digo, no están exentos de la crisis del papel y las editoriales, pero se pueden hacer ediciones de autor, o qué sé yo. Luego la foto también circula de otra forma, yo no impido que estén en los medios e internet, pero me siento muy identificado con el objeto del libro en papel”.

Historia de una foto
Quizá la foto más famosa de Dani Yako, sobre todo en su país, es la de Julio Cortázar, a quien retrató en la calle San Martín de Buenos Aires en 1983. En la imagen el escritor fuma un cigarrillo en la acera sin mirar a la cámara, posando con su estatura de rascacielos.
El otro día, Yako la vio publicada en un sitio de fotografías antiguas de Buenos Aires en Instagram (“si una foto mía es antigua, eso quiere decir que soy un anciano”). La foto, dice, tiene algo que aún “no entiende”. Por un lado, se hizo a propósito de la que se considera la última entrevista al escritor hecha por Martín Caparrós.
“Es la primera foto de cuando él vuelve a Argentina después de muchos años en París. Supongo que es la única de cuando salió a recorrer Buenos Aires, está en un lugar icónico de la ciudad. Hay una controversia de por qué no lo recibió el presidente electo, Raúl Alfonsín, en la vuelta a la democracia. Hubo un malentendido que nunca se va a aclarar”.
En ese encuentro Cortázar contó que venía a despedirse de su madre, de unos 90 años. “Todos pensábamos que la madre estaba enferma y estaba muy vieja… Pero lo que pasó era que él estaba muy enfermo y murió dos meses después de la foto, que fue en diciembre y él murió en febrero”.
La imagen, considerada la última que se le tomó a Cortázar en Buenos Aires, “de alguna forma se ha convertido en una especie de reivindicación a un escritor que vuelve del exilio, y significa un poquitito el fin de la dictadura en Argentina. Pero hay componentes que se me escapan. Es una foto que quiero porque la gente la quiere, está ahí, ya como de dominio público”.

En ese mismo año, 1983, Yako fotografió a los escritores Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Dice que la foto de Bioy Casares le gusta “más que la de Cortázar”, y la de Borges “no es ni de lejos una de las mejores fotos de él”.
Pero probablemente lo más importante es que fue un año en el que también el fotógrafo regresaba del exilio, y como dice: “Para mí fue recuperar la Argentina y parte de la cultura argentina a través de ellos”.
Por aquel entonces también empezó a trabajar como editor jefe en la agencia DyN. Había vivido en Madrid y trabajado en prestigiosos medios europeos y americanos tras haber sido secuestrado en el 76 por el ejército en la dictadura, lo que lo obligó a exiliarse.

Fotos en cuarentena
En cuarentena, Yako volvió a leer escritores que estuvieron en campos de concentración nazis como Primo Levi e Imre Kertész, que lo hicieron reflexionar en su propia experiencia traumática. “Levi dice que estar en los campos lo hizo comprender mejor la condición humana, y que pese al sufrimiento, eso lo ayudó a hacer algo mejor o tener un destino en el mundo que era contar lo que había pasado”.
“Yo no sé si puedo decir eso”, aclara Yako, “pero de alguna forma me hizo comprender cosas. No vivo en el resentimiento ni en el odio, pero es una experiencia traumática que me ayudó, creo, a ser lo que soy en parte y hacer la obra que pude hacer. El exilio no me impidió desarrollarme, todo lo contrario. No es algo que recomiendo para eso, pero traté de sacar cosas de esa experiencia que me ayudaran a vivir mejor”.
La fotografía, en la pandemia, sigue ayudándolo de alguna forma. Ya no ejerce en los medios de comunicación (“estoy en una especie de retiro anticipado”). Pero cuando empezó la cuarentena se dijo que “algo tenía que hacer”. Con un rollo en su casa hizo fotos en blanco y negro, como las que suele hacer, con un rollo de 36 exposiciones que le duró un mes. Más tarde, cuando vio que la pandemia continuaba le pareció que “no tenía sentido” seguir tomando fotos. Hasta que su hija le prestó un Iphone 4 en desuso y tomó fotografías, ya en color, que mandó a un grupo de amigos hasta el día 232 de la cuarentena. Son imágenes en el interior de su casa, con detalles de lo que allí veía, como una de frutas y verduras sumergidas en agua con lavandina.
Yako dice que tomar esas fotos “fue una experiencia interesante, tal vez terapéutica” que lo ayudó mucho. “No sé si seguiré o no haciendo cosas en digital; ahora no quiero. Quiero volver a la película, pero debo reconocer que en pandemia hacer esa foto diaria para mí fue bueno y me ayudó”.
