El 18 de noviembre de 1950 Gabriel García Márquez dedicó su espacio de opinión en EL HERALDO al Premio Nobel de Literatura que recibió William Faulkner, uno de los escritores que más admiraba. El precoz escritor de Aracataca, que tenía 23 años, aún no firmaba sus columnas, para, según contó en sus memorias, curarse 'en salud por si no lograba encontrarle el paso como había ocurrido en El Universal'. Lo que no sabía en ese momento García Márquez es que, transcurridos el mismo número de años de su edad, sería él quien recibiría el máximo galardón del mundo de las letras.
'El maestro William Faulkner, en su apartada casa de Oxford, Missouri, debe haber recibido la noticia con la frialdad de quien vé [sic] llegar un tardío visitante que nada nuevo agregará a su largo y paciente trabajo de escritor, pero que, en cambio, le dejará el incómodo privilegio de ponerlo de moda', imaginó Gabo.
El escritor pronunciaría luego, en el discurso de aceptación de su propio premio: 'Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: ‘Me niego a admitir el fin del hombre’. No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica'. Aceptando así, su ahora 'incómoda' posición de ser un escritor que no solo se pondría de moda, sino que siempre estaría en el ojo público.
Es por ello que los portales de noticias de todo el mundo han registrado esta semana la decisión del Centro Harry Ransom de la Universidad de Texas –quienes en 2014 compraron el archivo personal del Nobel- de poner en línea de manera gratuita más de la mitad de la documentación adquirida –cerca de 27 mil archivos-, que fue previamente digitalizada y catalogada –tanto en inglés como español-, al alcance de un clic de los más curiosos.